En el teatro, como en la vida misma, a menudo nos encontramos con historias que nos llevan de vuelta al pasado, a esos lugares y momentos que moldearon nuestra existencia. El Teatro María Guerrero nos invita a adentrarnos en el universo íntimo y complejo de dos personajes cuyos destinos se entrelazan una última vez después de décadas de separación.
David Trueba, dramaturgo y director de la representación, relata el conmovedor reencuentro entre dos amigos de la infancia. Pablo (Vito Sanz), convertido en un abogado de renombre especializado en causas solidarias, ha dejado atrás su pasado y apenas visita las calles que una vez fueron su hogar. Mientras tanto, Nuria (Anna Alarcón) se ha quedado estancada en el tiempo, luchando por encontrar oportunidades y escapar de las limitaciones impuestas por su entorno. En estos diálogos íntimos, ambos revisitan su juventud, confrontando sus sueños pasados con la realidad presente.
El debut teatral de David Trueba es una revelación interesante que demuestra su habilidad excepcional para contar historias en cualquier medio. Dada su experiencia como escritor y cineasta, construye un libreto de enorme carga literaria, ofreciendo un texto rico en detalles, metáforas y comparaciones con una narrativa actual y provocativa. Las conversaciones entre los personajes están cargadas de significado y reflexión, capturando la esencia de sus emociones y conflictos internos con el objetivo, cumplido casi en su totalidad, de interpelar al espectador.
El autor del largometraje Vivir es fácil con los ojos cerrados demuestra una comprensión sólida de los mecanismos teatrales y una habilidad innegable para crear personajes bien construidos, aunque afronta retos en la ejecución de su obra. Uno de estos desafíos radica en la integración de falsos apartes, momentos en los que los personajes rompen la cuarta pared para revelar detalles adicionales sobre sí mismos. Si bien enriquecen nuestro conocimiento, su excesiva longitud a veces puede interrumpir el flujo de la acción y la narrativa teatral. Por otro lado, la estructura temporal de la obra, que oscila entre el pasado y el presente a través de recreaciones de escenas, es una elección inteligente que ofrece al espectador múltiples perspectivas sobre la historia. Sin embargo, la introducción de un elemento de thriller repentino puede resultar desconcertante para el público si no se anticipa adecuadamente en la atmósfera o el desarrollo de la trama.
Uno de los aspectos más hermosos y conmovedores de la obra del menor de los Trueba es sin duda la temática. A través de los encuentros y diálogos entre Nuria y Pablo, el también periodista nos invita a reflexionar sobre una amplia gama de cuestiones universales que van desde la amistad y el amor, la lucha de clases y la redención personal hasta la justicia, la empatía y la búsqueda de la verdad y del sentido en medio de la adversidad. Vemos cómo las diferencias en oportunidades y privilegios pueden moldear el curso de la vida de las personas y crear divisiones en la sociedad. En última instancia, somos los arquitectos de nuestro propio destino, pero también estamos atados irrevocablemente a nuestro pasado. La nostalgia por los días de juventud y la inocencia perdida se convierte en otra de las digresiones, ofreciendo una mirada melancólica sobre el paso del tiempo y el proceso de maduración. Por último, la obra también nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del perdón. A medida que los personajes confrontan sus propios demonios internos y luchan por reconciliar su pasado con su presente, nos enfrentamos a preguntas sobre el significado del perdón y la posibilidad de encontrar la paz interior a pesar de nuestras imperfecciones y errores pasados. En conjunto, estos temas profundizan en la complejidad de las relaciones humanas y la lucha por la identidad en un mundo marcado por la desigualdad y el cambio social.
La dirección recae en el mismo David Trueba, quien lleva su visión artística al escenario con un enfoque fresco. Su batuta muestra una comprensión profunda de los elementos narrativos y emocionales que impulsan la historia. Utiliza su experiencia cinematográfica para crear una estructura narrativa fluida, permitiendo que la trama se desenvuelva de manera natural y coherente en el espacio teatral. Su manejo de los tiempos y ritmos de la obra contribuye a mantener el interés del público y la atención centrada en los personajes y sus conflictos, pese a algunos momentos de letargo. Además, el también escritor de siete novelas demuestra una sensibilidad particular hacia la psicología de los personajes y sus relaciones interpersonales. Guía a los actores para que exploren la profundidad emocional de sus roles y desarrollen conexiones entre ellos en el escenario. Sin embargo, la dinámica entre los personajes no siempre logra transmitir la autenticidad y la intimidad necesarias para involucrar plenamente al espectador en la historia.
Todos los ojos están puestos en Anna Alarcón y Vito Sanz, únicos actores y soportes de la representación. Ambos demuestran un compromiso notable con sus roles y ofrecen interpretaciones sólidas y matizadas a lo largo de la obra. A modo de curiosidad, ya habían trabajado juntos bajo las órdenes de Trueba en la película A este lado del mundo (2020).
Anna Alarcón se muestra solvente como un arquetipo de la mujer de barrio, profundamente influenciada por las circunstancias y los comportamientos de su entorno familiar. Se manifiesta en su carácter fuerte y decidido, así como en su capacidad para enfrentarse a las dificultades con valentía y determinación. Esta actriz –con más de una veintena de papeles teatrales– se sumerge en el vocabulario característico de los barrios obreros, donde la comunicación es directa y franca, desprovista de artificios o formalismos innecesarios; donde lo más importante es transmitir el mensaje de manera clara y efectiva. En definitiva, la actuación de Alarcón es correcta, ofreciendo una interpretación convincente.
Por su parte, Vito Sanz aporta una presencia notable en el escenario, al complementar el trabajo de su compañera. Si bien es cierto que su papel parece más contenido y menos expansivo en comparación con el de Alarcón, este actor –con más de una decena de apariciones en teatro, cine y televisión– logra transmitir la complejidad emocional y los matices de manera efectiva. Su actuación se caracteriza por una sutileza bien medida, permitiendo que los momentos más introspectivos de su personaje brillen con autenticidad.
La construcción escenográfica, a cargo de Beatriz San Juan, se presenta como un elemento fundamental en la ambientación matritense y la narrativa visual de la obra. San Juan logra crear un entorno escénico que nos conduce a un barrio indeterminado, utilizando elementos como cajas de plástico de colores apiladas, propias de los bares. Esta elección de diseño aporta una estética visual distintiva y evocadora que se adapta perfectamente al tono y el tema de la obra. Si bien es verdad, en un espacio más íntimo, los espectadores hubieran tenido la oportunidad de sentirse más conectados emocionalmente con la historia y los personajes, al estar físicamente más cerca del escenario.
La música creada por Iñaki Estrada añade una capa adicional de inmersión y emotividad a la obra. La selección de efectos sonoros complementa la acción en escena, intensificando los sentimientos y enriqueciendo la producción. Por último, la iluminación, a cargo de Pedro Yagüe, juega un papel crucial en la creación de atmósferas y la focalización de la atención del público. Utiliza la luz de manera creativa, con preferencias de tonos intimistas, para resaltar momentos clave y establecer distintos estados de ánimo a lo largo de la obra. Su trabajo contribuye significativamente a la construcción de los escenarios y la profundización de la experiencia teatral.
Texto y dirección: David Trueba
Reparto: Anna Alarcón y Vito Sanz
Escenografía y vestuario: Beatriz San Juan
Iluminación: Pedro Yagüe
Música y espacio sonoro: Iñaki Estrada
Asesoría de movimiento: Carla Tovias
Ayudante de dirección: Aina Tur
Ayudante de escenografía y vestuario: Arantxa Melero
Ayudante de iluminación: Paloma Cavilla
Realización de escenografía: Mambo Decorados y Sfumato Pintura Escénica
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