¿Se imaginan poder reunir en un mismo escenario a los artistas más legendarios de la historia de la música? La tecnología ha avanzado mucho, pero aún no lo suficiente como para resucitar estrellas o crear hologramas con el realismo de la vida. Sin embargo, hay un camino más sencillo y, en este caso, mucho más efectivo: la imitación. Y cuando esa imitación está en manos de un artista del calibre de Julián Fontalvo, la ilusión es completa. “El Imitador”, presentado en el Teatro Infanta Isabel, no es solo un despliegue de talento vocal, sino una experiencia escénica que combina emoción, humor y maestría interpretativa.
Es natural que antes de asistir a un espectáculo nos preguntemos qué vamos a encontrar. En este caso, el título no deja lugar a dudas: veremos a un imitador en acción. Sin embargo, lo que podría parecer predecible se transforma en un viaje musical con una narrativa bien construida, donde cada canción forma parte de una historia. Así, más que una serie de imitaciones, el público presencia una obra teatral que, sin perder su ligereza, se nutre de elementos narrativos que la elevan. Para entender la magnitud del trabajo de Fontalvo, hay que detenerse en el arte de la imitación. Reproducir la voz de un cantante famoso no es tarea sencilla, pero encarnar su esencia es aún más complejo. La imitación no es solo cuestión de tono y timbre, también de gestos, movimientos, actitudes y hasta pequeños detalles de personalidad. Existen muchas formas de abordar esta disciplina: desde la exageración humorística hasta la recreación casi documental. Fontalvo opta por un punto intermedio, logrando imitaciones fieles pero con una chispa personal que les otorga frescura.
En el teatro, tan importante es el contenido como la forma en que se presenta. Fontalvo no se limita a encadenar interpretaciones vocales, va un paso más allá y construye una historia: la de un hombre apasionado por la música, cuya vida se cuenta a través de las canciones. Su capacidad actoral juega un papel crucial en este relato, dotándolo de dinamismo y profundidad. Su dominio del escenario es absoluto, y utiliza recursos teatrales como el flashback, los apartes y la pantomima para dar ritmo a la obra. El humor es el hilo conductor del espectáculo, pero, como toda historia de vida, también hay momentos de nostalgia y drama, transitados con gran fluidez. En definitiva, este “One Man Show” dirigido por Jesús García, con quien trabajó en su anterior espectáculo GIN&TONY, propone a la vez un viaje personal a cada espectador, para encontrar la banda sonora de su propia vida, a la vez que asiste a sus propios recuerdos.
Si el concepto es atractivo, la ejecución es aún mejor. Con una trayectoria en teatro musical y una sólida formación en doblaje y producción, Fontalvo encarna a más de 70 artistas distintos a lo largo del show. Desde Sting hasta Celia Cruz, pasando por Amy Winehouse, David Bowie, Andrea Bocelli y Tina Turner, cada interpretación es una exhibición de versatilidad. Uno de los momentos más impactantes es el reto de imitar a 25 cantantes internacionales en tan solo ocho minutos, un alarde de talento vocal y rapidez mental. La dificultad de estos cambios constantes de registro es inmensa, pero Fontalvo los ejecuta con notable precisión. En imitaciones más breves, la esencia de algunas voces puede sentirse menos definida, pero cuando tiene el tiempo suficiente para trabajar los matices, su recreación es casi impecable. Para quienes busquen la experiencia más auténtica, un consejo: cerrar los ojos por unos segundos y dejarse llevar solo por el sonido. La sensación de estar escuchando a los artistas originales es sorprendente.
Además, los asistentes de la función del domingo 9 fuimos testigos de un momento tan inesperado como entrañable. En un giro espontáneo, Fontalvo compartió el escenario con su hijo, un niño de corta edad que ya deja entrever un talento musical innato. El pequeño demostró una sorprendente seguridad y exhibió una energía contagiosa, propia de alguien que crece rodeado de música y arte. El dúo entre padre e hijo fue una verdadera delicia. Más allá de la ternura que despertó entre el público, este instante aportó un matiz aún más humano al espectáculo, reforzando la idea de la música como un legado que trasciende generaciones
Como cualquier espectáculo, la puesta en escena es imprescindible para conectar con el público. Fontalvo, participante en distintos musicales como “We Will Rock You” o “Spamalot”, demuestra una seguridad y fuerza desbordantes y sabe aprovechar todas las posibilidades de este escenario. La escenografía, a cargo de Roberto del Campo, es simple pero efectiva y recrea a la perfección los distintos espacios por donde transcurre la vida del protagonista.
Los efectos de luz, por Ezequiel Nobili, y sonido, por Pablo Navarro, son sorprendentes y están cuidados al máximo. Los primeros, con los cambios de tonalidad, sirven para crear ambientes distintos, y los de sonido para terminar de introducir al espectador en este espectáculo y hacerle viajar desde la majestuosidad y colorida avenida Broadway a la soledad y tristeza de un cubículo. Julián Fontalvo te cuenta su historia con un mensaje claro: la música como lenguaje universal y como el mejor vitamínico para la vida. Ahora te toca a ti poner voz a tu historia.
Escrito e interpretado por: Julián Fontalvo
Dirección: Jesús García
Producción: Yellowmedia S.L
Escenografía: Robert de Arte
Diseño de Iluminación: Ezequiel Nobili
Diseño de Sonido y Arreglos Musicales: Pablo Navarro
Vestuario: Julián Fontalvo
Diseñador Gráfico: Borja Arreo / Es
Foto: Nelson Parà
Comunicación y Prensa: Fernando Pizarro