La primera vez que Masescena tuvo contacto directo con Natalia Menéndez fue en la 40 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. Una especial edición en la que la revista hizo un despliegue importante para celebrar la efeméride de la cita manchega. No sólo sacó a flote un buque insignia de la cultura barroca de nuestro país, sino que, además, lo dejó saneado en materia económica. Pero ese año se despidió del Festival para emprender otro camino que ella misma calificó como más artístico. Masescena, en aquella edición, tuvo la ocasión de conocer la programación de la mano de Natalia Menéndez. Un recuerdo de la niñez de Natalia Menéndez son esos artilugios que aún existen en los parques infantiles, de hierro, y que forman una especie de semicircunferencia, el cual podías cruzar por su parte superior, o cruzarlo por su parte inferior colgado de sus tramos. Es un artilugio que le gustaba mucho transitar. Las siete de la mañana es la mejor hora del día para nuestra protagonista que de pequeña quería ser todas las profesiones del mundo. El juguete de la infancia que recuerda con más cariño es un oso de peluche marrón. Su primera oportunidad vino de la mano de la compañía de Carmen de la Maza. En una fiesta de carnaval se disfrazaría de India Arapahoe. Se mira poco en los espejos, pero intenta mirarse, aunque le cuesta. La boca es el rasgo físico del que se siente más orgullosa, y en la adolescencia asegura que es donde ha sentido mayor vergüenza. Tiene muchas canciones favoritas, y depende de la época y del momento del día o de la noche, que preferiría unas u otras. Tiene miedo a la enfermedad y sería capaz de mentir por salvar la vida. Reconoce no perder los nervios habitualmente, pero también reconoce que en algún momento los ha perdido. Envidia al otro sexo que puedan hacer pis de pie. El invento de la rueda, entre otros, es el hecho de la historia de la humanidad que le produce más admiración. Reconoce que la humanidad cuando tira hacia una estética no violenta le produce mucha admiración. Pero la guerra es sin lugar a dudas el hecho de la historia de la humanidad que le produce mayor rechazo. A veces utiliza los refranes, y en nuestro encuentro destaca aquel que dice: “Después de la tormenta, llega la calma”. Todos los hechos tecnológicos le cuesta comprenderlos porque se reconoce muy ‘torpe’ (risas). Pero si tuviera que destacar alguno sería el fax. Su infierno particular, después de pensar unos segundos, decide no poderlo contar. Le hubiese encantado ser la protagonista de la película To be or not to be. Por último, tampoco puede confesar con quién pasaría una noche, aunque fuera para charlar...