¿Quién es Belén Rueda?
¿Esa es la pregunta? No lo sé. Es muy difícil hacer una definición de uno mismo. Muchas veces piensas que eres quien eres por aquello que recibes de los demás, y también yo creo que depende del momento de vida porque hay cosas que coinciden y hay otras que he querido cambiar. Porque dicen que eres valiente, luchadora… Eso es verdad. Pero lo de valiente no te creas que es un cartel que me gusta. Realmente con el cartel de valiente parece que puedes con todo y te suelen hacer más daño del necesario.
En su caso… un caso especial, digamos, porque no es la típica niña que quiere ser actriz y que viene a Madrid con esa ilusión, sino que bueno, según he leído en alguna entrevista, es un caso circunstancial. Usted viene a Madrid a hacer otro tipo de cosas y la interpretación se ha cruzado en su camino, corríjame si me equivoco.
Bueno, no es exactamente así. Tengo una familia maravillosa, mis padres ya no están. No están en la tierra, aunque si ahí. Y me viene la parte artística de mi madre y la parte un poco más técnica, porque empecé arquitectura, de mi padre. Pero cuando estaba en Alicante, y estaba estudiando todavía allí, un profesor de la Escuela de Arte Dramático de Madrid fue a hacer un curso, hizo un casting, porque solamente podía seleccionar a 15 personas. Y yo lo hice y entré en ese curso. Era un curso durante todo el año. Combinaba un poco los estudios con mis clases de danza, conservatorio… Por la noche (¡qué nos gusta a nosotros una noche!). Por la noche eran las horas del curso. Por circunstancias de la vida, sin seguridades, pensé que eso no era lo mío, y lo guardé en un rinconcito de mi corazón y mi mente. Es decir, que no es que me viniera así de repente. Aparte también ahora hay cosas que se entienden diferente, porque las redes sociales, internet, es una ventana al mundo. Depende de cómo lo utilices, es bueno o malo. Pero es una ventana al mundo. Entonces, no. Entonces, yo vivía en Alicante. Para mí me parecía imposible venir a vivir a Madrid. Mis padres eran de aquí. De hecho, yo nací en Madrid. Y hay cosas que tú misma te niegas, que son imposibles. Pero hay algo dentro de ti, hay algo relacionado con el arte, con los teatros, con el contar historias de diferentes maneras, que seguía ahí. Y bueno, estando en Alicante y viviendo en Alicante, me salió una prueba, porque empezaban las televisiones en los años 90, y bueno, hice una prueba y me cogieron para un programa. Y ahí, de alguna manera, volví a revivir aquello que tenía guardadito. Agitado.
¿Qué pensaban sus padres cuando la veían en esa pequeña pantalla de aquel canal incipiente que comenzaba en aquellos años 90?
Mis padres me han apoyado siempre. Y después ya con el tiempo, mi hermana con la que me llevo genial. Cuando yo venía a Madrid ella se quedaba con mis padres y les escuchaba a veces decir: “¡Ay, esta niña! No sé qué va a ser de ella”. Porque me veían que iba y venía. Siempre he sido muy hiperactiva, pero cuando eres adolescente la hiperactividad sale por todos tus poros y es desordenada. Después la vas ordenando y se convierte en otra cosa. Pero nunca me dijeron esto no. Siempre me decían prepárate, es importante, porque así podrás hacer lo que quieras y no tendrás que hacer lo que los demás quieran. Y nunca me dijeron que no, sí que es verdad que teníamos charlas en las que, bueno… me decían que era una profesión muy insegura. Que es curioso, porque en el momento en el que estamos. Antes parecía que si eras funcionario tenías ya la vida resuelta, ahora ya ni eso. Pero tampoco pretendían eso. Mis padres veían que tenía mucho empuje y mucha pasión por las cosas que realmente me gustaban. Y ha habido temas que he hablado con ellos, que les he dicho, ¿por qué no me parasteis en esto? Y me decían, es que no había quien te parase, Belén. Yo no tenía esa sensación, yo creía que eso era la forma de vivir. Que esto es lo maravilloso de evolucionar, te vas relacionando con otras personas. Al principio piensas que eres extraordinario para bien y para mal. Piensas que lo que te está pasando a ti solo te pasa a ti. Y, sin embargo, según vas evolucionando y vas cumpliendo años, te das cuenta de que hay más personas que han pasado por eso y en algunos momentos te va bien y en otros momentos no tan bien. Pero no sientes que seas diferente, sino que es parte de la evolución también. Pero en ese momento no, en ese momento era como un torrente. Un torbellino. Y dónde hay que ir, que allá vamos.
¿Podría ser ahora feliz sin el éxito? ¿Lo necesita?
Sin el éxito, sí. Sin el trabajo, no. Necesitar es una palabra que parece facilita, pero no es tanto. Me hace muy feliz, me siento muy completa. También es verdad que en las épocas en las que no he trabajado tengo una familia maravillosa. Eso es mi estabilidad, porque es verdad que eso que acabas de decir del éxito muchas veces… te hace estar a un metro del suelo. Eso no es bueno, pero yo creo que de alguna manera todos lo pasamos porque es un input continuamente de no te va a faltar trabajo, está todo muy bien, muy bien. Sobre todo, en determinados medios como la televisión, que era entonces cuando empezamos en la televisión tan masiva, no había plataformas, no había internet. Y sí que hay un momento en el que tienes la sensación de que eso no te va a faltar nunca. Es una carrera de fondo. Y hay momentos con más intensidad y otros momentos con menos intensidad. Pero es cierto que no es una profesión fácil. De hecho, si nos vamos a las estadísticas, solo el 8% de los actores y actrices puede vivir solo de esto.
¿Alguna vez ha estado a ese metro del suelo y ha caído a plomo?
Mis hijas son mi catalizador, mi familia. Por muy extraordinario que hubiera sido el día en un estreno en el que he recibido aplausos, en un primer fin de semana después de un estreno de una película que haya tenido un grandísimo éxito, realmente yo volvía a mi casa y estaban mis hijas diciéndome: “Mami, ¿qué vamos a cenar hoy?, o tengo que hacer los deberes, ¿me ayudas? Quiero decir… Como actriz me encanta involucrarme al 100%, me encanta tirarme a la piscina, aunque no haya agua. Si confío en la directora o el director, me entrego por completo. Y si no confío, ya me trabajo yo para confiar. Hay veces que eliges proyectos que te enamoran desde el segundo uno. Hay otros que te van enamorando poco a poco. Estoy convencida de que uno mismo, un actor tiene que empujar para que eso te guste, si al principio no te ha convencido demasiado. Porque si no te lo crees tú, no lo va a creer quien lo ve. Entonces, sí que ha habido momentos en los que he estado a un metro, pero de felicidad. Hace unos meses estuvimos en Torrevieja y vino a la función de Salomé la mamá de Amenábar, Fina, que tiene 93 años. Y estuvimos recordando el momento Mar adentro en Venecia. Para mí era mi primera película. Ahí sí que te puedo decir que me pasó un tsunami por arriba, por abajo, por la derecha, por la izquierda. Aquello fue brutal, porque de repente te colocan, no vas, te colocan en un sitio. O sea, yo he trabajado en televisión, y parecía que no podía tener acceso al cine. Y mi primera película es Mar adentro, con el señor Amenábar, con Javier Bardem, con un equipo maravilloso
¿Cómo se llega de la televisión al cine, y por la puerta grande?
No lo sé. Es que no lo sé. Llegué con mucho miedo, mucho miedo, porque para mí era un medio desconocido, no lo que hago como actriz, pero sí el medio. Tú cuando estás trabajando en teatro, cine, televisión, hay ciertas herramientas que tienes que variar. Yo me acuerdo cuando estaba preparando el casting para Mar adentro, estaba con un amigo mío, y me decía “en el cine se habla con los ojos más que con palabra”. Y es verdad, es que un ojo tuyo en el cine tiene un gran tamaño. Pero no solo por eso, sino que se ve todo lo que estás sintiendo por dentro. En el teatro, cuando hice Closer, que fue mi primera obra de teatro profesional con Mariano Barroso como director, Mariano me decía: “Grande, grande”. Esto es resumirlo demasiado. Lo que quiero decir es que… ¿cómo se hace? Pues mira, no lo sé, de repente hay un director… Además, el otro día hablando con Fina, la madre de Alejandro, Alejandro me lo decía muchas veces, dice, yo tenía todos los castings que había hecho y los veía con mi madre, y mi madre dijo, esta me gusta (señalando a Belén), y se lo volví a recordar a ella. Es que fue muy brutal, porque, además, nuestro primer destino, antes de estrenarse la película, fue Venecia. Yo me veía en esa lancha llegando al Lido, con todo el equipo, con una ilusión brutal, porque después cuando ya llevas mucho tiempo de promoción estás un poco más cansado. Yo ahí no me cansé nunca, porque me parecía un sueño. Ahí sí que estaba a un metro del suelo. Pero no en el sentido malo, en el de decir no me va a faltar nunca, sino ¿por qué estoy aquí? Es que muchas veces me lo preguntaba, ¿por qué? Además, pasan cosas maravillosas. Recuerdo que ese año se estrenó la película El mercader de Venecia con Al Pacino. Primero se pasaba su película y después íbamos nosotros. Y estábamos en el hotel. Un hotel maravilloso en el que tengo fotos que parecen de los años 60. Y entonces nos dicen “se ha retrasado”. ¿Pero por qué? Dicen, “porque hay tanta afluencia de público a la sala de cine que hay una cola tremenda y hay un poco de bronca, no dejan entrar a la gente”. Y entonces, Al Pacino dijo: “si no dejan entrar a todos, la película no se pasará”. Había gente por las escaleras, y él sentado en las escaleras para ver su propia película. Dijo que tenía que entrar todo el mundo. Y empezamos como una hora después. Es tu primera vez, y de repente ves ese tipo de comportamientos… Estamos haciendo algo especial, pero no estamos salvando el mundo. Aportando, porque tanto el teatro, como el cine, como la televisión, tiene su parte de contar historias de entretenimiento, sociales, de denuncia… Tiene un poquitito de todo en cada uno, incluso en la comedia.
¿En qué momento se encuentra profesional y personalmente?
En un momento muy dulce, la verdad. Muy dulce porque conciliación familia-profesión es complicada. Y no lo digo solamente con nuestra profesión, lo digo en general. Para las mujeres todavía sigue siendo complicado conciliar. Poquito a poco se va haciendo el trabajo y es importante no dar marcha atrás. A mis hijas que ya han nacido con… Fíjate, es que todavía tengo hasta la forma de hablar de determinados privilegios, no son privilegios, determinadas igualdades que para ellas son normales. Y muchas veces les digo, cuidado, seguid luchando, porque en un segundo se puede volver atrás. A ellas les parece increíble que les diga esto. Pero hablamos mucho de eso. Entonces, estoy en un momento maravilloso porque me puedo seguir a nivel salud, físico y mental, seguir trabajando al 100%, incluso haciendo cosas que me hubiera gustado que me hubieran llegado cuando era más joven, como por ejemplo en Salomé bailo, he hecho la carrera de Clásico y de Español, y nunca había tenido la oportunidad. A nivel personal mis hijas ya están haciendo su vida, con lo cual me permite tener más tiempo para mí. He creado una familia, en un momento dado dije que no a algunos proyectos que no me permitían estar a su lado. Y decidí que no. Y es curioso, porque hay mucha gente que te dice “pero entonces has renunciado a tu profesión”. Y con el tiempo me he dado cuenta de que en vez de ponerlo en negativo lo pongo en positivo, no he renunciado a mi profesión, he vivido a mis hijas en cada momento más importante de su vida y eso no se paga, ni con dinero, ni con éxito, ni con a lo mejor haber triunfado en otros países. ¿Para qué?, si al final cuando ruedas, ruedas con un equipo humano. Da igual que hable inglés, francés, chino… Quiero decir, que relativizas todo. Ahora sí que tengo la ocasión de que el tiempo sea más mío, en el sentido de que si tengo que viajar, viajo. No importa el tiempo que esté. Y ya he creado en mi familia unos pilares tan sólidos que aunque físicamente no estemos, estamos.
¿El dolor nos hace más fuertes?
Sí, pero no es necesario (risas). Sí, sí. Es que esto de fuerte. Hay ciertas etiquetas que quedan muy bien escritas. A lo largo de la vida van pasando cosas que son muy dolorosas profundamente, sobre todo las pérdidas. Y sí que es verdad que te hace recolocar tus valores en un momento dado. Tampoco hay que irse muy lejos. Una pandemia como la que hemos sufrido hace cuatro años, y que nos han encerrado… También los valores de mucha gente han cambiado. Lo que pasa es que luego entramos otra vez en la rueda. Pero hay algo cuando estás en un momento desesperado, en un momento de estrés, en un momento de angustia, en el que por lo menos a mí se me enciende una lucecita y digo, para, calma. Respiras y vuelves a pensar qué es lo realmente importante. De todas maneras el dolor sin la empatía tampoco sirve. Porque si es un dolor que es solamente tuyo, interno, y solo para ti, y es egoísta, no te deja evolucionar después. Quiero decir, la dureza de un momento muy delicado de tu vida te coloca… Además es curioso, porque en ese momento no eres capaz de darte cuenta de lo… de lo hecha mierda que estás, de lo mal que estás. Después, pasado el tiempo es cuando dices, madre mía, o sea, te preguntan y dices: “no, estoy bien”. También es verdad que hay veces que tampoco dejas entrar a cualquiera en tu lugar más profundo y más íntimo. Pero realmente, como estás haciendo el esfuerzo para salir adelante, realmente te crees el “no, estoy mejor”. No dices “estoy bien”, dices “estoy mejor, estoy mejor, estoy mejor”. Y cuando pasa el tiempo dices, madre mía, estaba fatal. Pero solamente se escapa de verlo cuando ya ha pasado el tiempo. Ahora, si no tienes empatía y generosidad, incluso contigo misma, la primera, no evolucionas. Hay una frase preciosa que lo define muy bien. Dice, ten cuidado de que tu alegría no sea de cristal y tu dolor de hierro. Quiero decir, quedarte anclado en el dolor no te deja evolucionar. Ni a ti ni a los que tienes alrededor.
¿En algún momento de la vida se ha sentido frágil?
Tantas veces. Continuamente. Yo me he sentido frágil continuamente y lo he disimulado continuamente.
¿Con qué se emociona?
Pues la verdad es que, fíjate, hacemos una función, Salomé, en la que se habla de muchas situaciones de mujeres que todavía están viviendo exactamente igual de como lo contamos en la obra. Otros países en los que no es exactamente igual, pero la opresión, el señalamiento, la no comprensión, está a la orden del día, no hace falta irse muy lejos. Basta con mirar a un lado. Y con todo lo que está ocurriendo, incluso en nuestro propio país. Pero al principio, cuando empieza la música de la obra y voy a salir, primero sale la Guardia Real…, para hacer la obra hemos leído tanto y nos hemos documentado tanto, que pensaba siempre en esas mujeres oprimidas de esa misma manera que estamos mostrando ahí. Y yo sé que el público se siente incómodo, se siente incómodo por estar observando y no hacer nada. Incluso hay un momento de humor en la obra en la que hay risas, y cuando avanza un poco dices ‘no sé si debería estar riéndome de esto’. Quiero decir, que para eso también es nuestra profesión, para en un momento dado evadirte, incluso aunque estés hablando de problemas que son muy actuales. Pero mira, una de las últimas funciones ha sido en Alicante. En el mismo teatro donde hacíamos los festivales de ballet al final de curso con mi madre. Donde estaban mis profesores de toda la vida. Mis amigas desde que era chiquitita. Me fui una hora antes que los demás al teatro. Estaba a oscuras. Cuando llegaron los técnicos me dijeron, pero si estás a oscuras, dije no pasa nada, es lo que quiero. Es como que de alguna manera vuelves a una etapa de tu vida que más que feliz, porque te vas acordando de cositas, es que reconoces que ha sido una base sólida para después afrontar pérdidas, alegrías, éxitos, fracasos, cambios radicales. No sé, fue un momento brutal, y cuando se encendieron las luces que vi alguna cara conocida, profesores de cuando era muy chiquitita, fue una emoción tan grande que no podía parar de llorar. Era como esa necesidad que tenemos a veces de volver a ser niños, porque cuando eres niño te solucionan todo, y yo soy bastante hiperactiva, independiente… Yo lo hago, yo lo hago, yo lo hago… que hasta mis hijas me dicen ‘mamá, te lo puede hacer alguien también’. Pero tengo la sensación de que si no lo hago yo pierdo fuerza y todavía con la edad que tengo estoy intentando aprender a soltar un poco y no pasa nada, pero todavía tengo esa cosa de yo sola puedo, puedo, puedo.
Es la segunda vez que ha trabajado con Magüi Mira. Es una mujer de teatro, es una fuerte del teatro. Está cincelada a base de esfuerzo, de trabajo. ¿Cómo ha sido ese trabajo con ella?
La primera vez que hablamos Magüi y yo fue en casa, en mi casa. Vino a contarme su proyecto de Penélope y fue amor a primera vista, a todos los niveles. A nivel laboral y a nivel personal. Sé que tanto en Penélope, y en Salomé incluso mucho más porque ya teníamos confianza, nos conocíamos, y sabemos que no nos ponemos límites, ni una ni la otra. Ella en creatividad no se los pone, nos transmite eso a todos los actores y actrices. Y realmente el trabajo con ella es… Yo sé que hay veces que soy su voz al cien por cien. A ver si me explico. Yo veo en sus ojos que eso es lo que le gustaría estar haciendo a ella ahora mismo, porque le encanta la dirección, pero le encanta interpretar. Y nos entendemos tan bien que hay momentos en los que, en los ensayos de la obra, me daba cuatro pautas y me decía, te pongo la música, haz. Después de haber hablado mucho, no así de un día para otro, después de haber hablado mucho, de decirme exactamente cómo veía a Salomé, al final se hace una comunión entre lo que ella pensaba y lo que yo pensaba. Porque Salomé, para nosotros, ha sido como un poco deconstruir el personaje que todos teníamos en mente. Deconstruirlo porque nos ha llegado con tanta fuerza, con una definición tan injusta y tan malvada de esta mujer, que no es que queramos hacerla buena, queremos contextualizarla. Contextualizarla entonces, y contextualizarla en lo que sería ahora. Que me fascina poder contar como si fuera ella misma esto que estamos contando en Salomé. Y al mismo tiempo me da la libertad para aportar aquello que yo también creo que tendría que ser la obra. Entonces es como una especie de comunión un poco difícil de separar. ¿Sabes dónde termina ella y empiezo yo? ¿Dónde termino yo y empieza ella? Por eso ha sido una comunión muy brutal desde el principio y de hecho me acuerdo que ese día cuando se fue de casa dije, lo voy a hacer, madre mía. Porque tenía mucho lío con otros temas. El teatro es maravilla porque tú dices que sí a algo y las fechas están fijas. En cine y televisión no. Empezamos dentro de un mes, a lo mejor es dentro de cuatro, o a lo mejor es dentro de una semana. Televisión igual. Entonces es un poco locura. Andas siempre con una incertidumbre insana. En algunos momentos insana. Pero aquí si dices que sí, tiene que ser que sí. Además, yo soy muy seria. Si digo que si a algo… lo cumplo. Y si salen otras cosas, pues hay que cambiar fechas. Hay algunas que no pueden cambiarlo y me ha dolido en el alma, pero si he dicho que sí, es que sí.
Trabajar con ella, de alguna manera, es hacer extensible toda esa lucha sin la mochila de vivencias negativas que ella haya podido tener durante todo ese tiempo. Todas lo hemos tenido. Entonces nos encontramos en ese punto en el que decimos ‘hemos dejado la mochila en la curva anterior y ahora vamos a seguir sin mochila’. Que somos lo que somos, también, en parte, por eso que hemos vivido. No quiere decir con esto que olvidemos aquello, sino que en ese momento, en el momento de creatividad, en el momento en el que estamos en el escenario, en ensayos, dejamos aparte eso. Y luego volvemos a ser personas, y siendo personas, y contándonos lo que nos pasa en el día a día, nos entendemos también muy bien. Es maravillosa la visión que tiene ella del mundo y cómo ha evolucionado, ella misma lo dice. O sea, por lo que ella me dice, lógicamente. Me da pena que no haya nacido en esta época, porque con su inteligencia, con la creatividad, con ese universo que tiene, ahora mismo es que no habría quien la parase.
A Magüi le preguntan por qué pensó en mí para hacer Salomé. Salomé, en el momento de la historia que estamos contando, era una mujer muy joven. Y ella dice “porque si elijo a una actriz que tenga la edad que tenía Salomé, entonces no me puede dar todo lo que quiero contar, y que no tiene que ver solamente con la historia, sino que tiene que ver con lo de ser mujer. Dentro de un mundo en el que no se la permite elegir, hablar…
¿Cómo es esa Salomé en ese punto que contáis al público?
Intentamos deshacer un mito que para nosotras es injusto, si quieres profundizar. Puedes hablar de Salomé como personaje histórico, o puedes hablar de Salomé como personaje histórico que además era persona, con sus imperfecciones y sus deseos desmesurados, pero también sus ansias de libertad no permitidas en ese momento. Pero no permitidas no de no te permito esto, sino te mato, si ni siquiera lo expresas. Entonces el proceso de esta Salome de alguna manera es deconstruir, que está muy de moda, deconstruir un personaje que nos ha llegado con tres definiciones muy concretas. Mujer caprichosa, que pide la cabeza del Bautista, y femme fatale, que es lo que le gusta decir a Magüi. Mujer fatal. Un hombre que tiene mucho éxito, no se le dice hombre fatal. No quiero decir que ella hubiera tenido éxito, pero… Lo que hemos intentado es, de alguna manera, humanizar un personaje que lógicamente en la historia tiene que venirte definido de una manera, porque si no, no terminaría nunca. Pero que para nosotras ha sido injustamente tratado. Es decir, en aquel entonces las mujeres no tenían acceso a la educación ni a la información de nada. Entonces, no podían relacionarse con los hombres o con la sociedad de la misma manera porque no tenían esa formación. Pero en el caso de Salomé sí tenía algo muy valioso, que sabía que tenía poder sobre los hombres a través de la seducción. Pero claro, la seducción a los hombres les da mucho miedo, porque les hace perder el norte o la razón. Y entonces la manera de ahogar ese miedo que producen las mujeres es señalándolo y diciendo que son malas, que son manipuladoras, que son caprichosas. A ver, Salomé tenía 17 años entonces. Por favor. Es normal que sea caprichosa, porque somos todos, en plena adolescencia. Pero claro, ese capricho se lleva hasta el extremo de ser una mala mujer. Entonces, lo que hemos querido contar es en qué entorno pide ella la cabeza de Juan el Bautista, que para empezar, y está escrito en la Biblia, no lo pide ella, sino que lo pide su madre por la situación que tenía su madre, que tampoco era una situación maravillosa. Es el personaje que hace Luisa Martín, Herodías, que con 12 años su padre la entregó a un hombre que la violó y fue cuando tuvo a Salomé. Una mujer que ha sido maltratada continuamente. Entonces hay un momento en el que ella pide la cabeza del bautista porque el bautista estaba en aquel momento también provocando una rebelión del pueblo. Lógicamente, no es que estuvieran oprimidos porque no les dejasen pensar, es que no comían, había hambre, enfermedades. Entonces, de alguna manera, era como el personaje de Juan el Bautista, que es Pablo Puyol, un personaje revolucionario en aquel momento, profeta. El personaje de Herodes representa el poder, que hace Juan Fernández, es el poder corrupto y temeroso también, porque Roma había invadido Judea y eran los que tomaban las decisiones. Lo que quiero decir es que el personaje de Salomé, de alguna manera quería vivir de una manera diferente. Ella se escapaba del palacio y se escapaba al desierto porque veía que había otro tipo de vida. Es que también las mujeres en aquel entonces nacían y morían en palacio. Rodeadas siempre de lo que era conveniente que vieran. Cuando salían al mundo exterior y veían que había otro tipo de vida, ¿quién no?, es que me da igual que fuera hombre o mujer, ¿quién no hubiera deseado un tipo de vida diferente cuando tú ya desde que naces tienes organizada tu vida al milímetro?. Con quién tienes que estar, qué es lo que tienes que decir, con quién puedes hablar, con quién no. Y siempre no con el miedo de una pequeña o gran bronca, sino con la muerte. Es maravilloso porque es una mujer que vive al límite, al extremo en todas sus emociones, pero sabiendo que lo siguiente puede ser la muerte, con lo cual lo vives más extremo todavía. Con todo ese contexto hemos querido de alguna manera humanizar a Salomé. No se justifica por qué la muerte, pedir la muerte de alguien no se justifica. Pero es curioso porque Herodes, cuando ella le pide la cabeza, le dice, pero ¿cómo vas a pedir la vida de un hombre? Y Herodes había matado a centenares de personas sin temblarle el pulso. Lo que pasa es que esa persona en concreto significaba rebelión y que fueran contra él. Al final realmente la víctima es Juan el Bautista, lógicamente, pero ¿quién es la víctima de que aquello ocurra? Yo creo que Salomé también fue parte de eso. Me parece que es injusto que llegue hasta nosotros como femme fatal, caprichosa y que mata al Bautista. Miremos un poco alrededor. También es muy interesante la figura en la obra del sirio, que lo interpreta Sergio Mur, porque de alguna manera, ¿te acuerdas cuando hablábamos al principio que te he dicho cuando en tu propia vida echas la vista atrás y eres capaz de hacer un resumen de aquello más real que cuando lo estás viviendo? El Sirio en la obra también es esa figura que de alguna forma dice, mirad lo que tenéis y cómo lo estáis utilizando. Que, por cierto, ahora estamos viviendo un momento muy brutal, sin sentido, de guerras. Y la obra, de alguna manera, dice ¿qué estáis haciendo? ¿Cómo es posible que no os pongáis de acuerdo en cosas tan importantes como que no se produzca una guerra? Y luego está la Guardia Real, que son maravillosos, porque de alguna manera, incluso el vestuario, van vestidos de mujeres, pero con botas militares, con estos brazaletes de cuero… De alguna manera significan la opresión, pero que también a ellos al mismo tiempo se les humaniza porque entre ellos hacen bromas, que al principio el público se ríe, y yo digo pero Dios mío qué barbaridades están diciendo en la intimidad… Dentro de la cabeza de Magüi, cada vez que nos proponía una escena, que yo creo que cada escena son trece escenas, y cada escena es una obra en sí, le decíamos “pero Magüi, ¿cómo vamos a hacer esto? Esto es una locura. Los chicos, todos igual, con sus faldas, haciendo lo mismo, con una música extraña. Juan el Bautista, Pablo Puyol, cantando. Y de alguna manera sí que quería, siempre se presenta a Juan el Bautista como alguien revolucionario, pero como muy gritón. Y ella quería que tuviera esa paz del pedir un tiempo nuevo que va por debajo de la lucha en la que tienes que gritar más fuerte.
Yo creo que ha hecho una mezcla grandiosa. Al final de la obra yo acabo boca abajo, como un conejo. Y le decía, pero ¿cómo me vas a poner boca abajo? Sí, sí, sí, sí, sí. Tenemos un coreógrafo maravilloso, Josua, y decía vamos a ver cómo lo hacemos, porque encima Sergio Mur es muy alto, menos mal, porque además yo llevo el pelo muy largo… Mucha gente cuando estamos en la función dice ¿pero dónde está Belén? Porque claro, llevo una peluca castaña con el pelo muy largo y al final hemos conseguido ese final que es como el mundo da la vuelta, y aunque haya una muerte, hay un revivir con alguien diferente.
Ha venido la obra a Madrid para morir aquí avalada por un gran éxito de crítica y de público. ¿Qué espera de esta muerte en Madrid?
A mí siempre me gusta decir que es el penúltimo día, no el último. Pues no lo sé. Te mentiría si te digo que espero algo. Que lo he pensado, sí. Me parece que es una continuidad de lo que hemos estado viendo en gira. También es verdad que empezar una obra en Mérida tiene un input tan poderoso que luego lo vas transformando. Digo lo vas transformando porque cuando lo haces en un teatro cerrado también tiene un plus y es que es más íntimo. Y de hecho estuvimos haciendo ensayos antes de empezar la gira para transformar lo que era Mérida a que se pudiera hacer en un teatro y que pudiéramos transmitir también cosas diferentes desde el punto de vista de que el público está más cerca. Pues mira, lo pienso ahora. O sea, digo que no lo he pensado porque he pensado más en, oh Dios mío, es más pequeño, porque claro, tienes en tu cabeza un tipo de montaje que tienes que ir reduciendo según el teatro en el que estás. Tenía más en mi cabeza el espacio para que se entendiera lo que queremos contar, porque es muy importante también aquí la escenografía, el vestuario, las luces, son muy importantes porque te ayudan a trasladarte a aquel momento. Y es muy importante trasladarte a ese momento de la historia, pero también es muy importante colocarlo ahora. Hay un momento, hay una escena en la obra en la que hay un acoso de la guardia real a Salomé, que están solamente ellos y yo, que es muy actual, es como… es que viene a la mente ‘la manada’. Y sin embargo, en un teatro chiquitito como es Bellas Artes, cercano, golpeará más fuerte. Entonces, si lo pienso ahora, me gustaría que la gente saliera impactada de aquello que ha visto, que relacionará indudablemente con lo que está pasando ahora, incluso con algunas cosas personales e individuales, y que no les deje indiferentes.
Belén, ¿llegará más teatro?
Siempre.
Para finalizar, ¿hay una palabra más bonita que un te quiero?
Pues mira, hace no mucho escuché que cuando alguien te dice te quiero, que siempre tendemos a contestar ‘yo también’, el decir ‘lo sé’. Que nos cuesta.