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Año VIIINúmero 374
15 OCTUBRE 2024

El monstruo de los jardines: Calderón entre las ramas de la comedia mitológica del teatro clásico

Una de las escenas de la producción
Una de las escenas de la producción
El monstruo de los jardines es un exquisita y misteriosa selva teatral, donde las raíces del genio de Calderón, la dirección floreciente y las interpretaciones radiantes del elenco se entrelazan, cultivando una experiencia escénica frondosa y cautivadora.

El Teatro de la Comedia nos invita a asistir a una historia que se despliega en el cruce de los mitos y la realidad, donde los destinos encuentran unión y los personajes se enfrentan a las profundidades de su propio ser. En esta noche de teatro, el público será transportado a un mundo donde los dioses y los mortales se entrelazan en un baile eterno de amor, poder y destino. Acompañemos a los valientes intérpretes de la Compañía Nacional de Teatro Clásico en este viaje hacia lo desconocido, donde la emoción y el asombro aguardan en cada palabra y en cada gesto.

Esta adaptación teatral de la comedia mitológica, estrenada en Madrid en 1661, nos sumerge en un intrigante relato en la isla de Esciros, donde la sombra de la guerra de Troya se cierne sobre los destinos de sus habitantes. Aquiles, el legendario héroe griego, vive escondido en esta isla por orden de su madre Tetis, quien teme que la profecía que augura su muerte en la batalla se haga realidad. La trama se desencadena cuando Lidoro llega a la isla con la intención de desposar a Deidamia, pero su identidad se mantiene oculta hasta que pueda presentarse ante ella con dignidad. Mientras tanto, Ulises, el astuto general griego, llega a Esciros con el objetivo de reclutar a Aquiles para la guerra contra Troya, convencido de que el destino del héroe está ligado al éxito de la empresa militar. A medida que se desarrolla la obra, Aquiles, bajo el alias de Astrea, se ve envuelto en un juego de engaños y equívocos mientras intenta ocultar su verdadera identidad y mantener su disfraz femenino.

Pedro Calderón de la Barca, figura insigne del teatro áureo español, nos legó una obra vasta y diversa que abarca desde tragedias filosóficas hasta comedias mitológicas, como es el caso de «El monstruo de los jardines». Nacido en 1600 en Madrid, Calderón fue contemporáneo de una época marcada por la efervescencia cultural y artística del Siglo de Oro español. En su madurez creativa como dramaturgo de la corte, escribió esta obra después de haber dejado atrás los escenarios públicos para dedicarse por completo a la creación de piezas teatrales destinadas al deleite de la aristocracia. En esta en particular refleja su profundo conocimiento de los mitos clásicos y su habilidad para entrelazarlos con temas contemporáneos y universales. Resulta fascinante investigar el porqué de este título. Como recoge González Echevarría, catedrático de la Universidad de Yale e investigador de la cultura y literatura latinoamericana, la mujer vestida de hombre y el hombre vestido de mujer son una figura común en la literatura española de los siglos XVI y XVII. El autor los relaciona con el vocablo ´monstruo´ tomado de La vida es sueño, “una figura barroca hecha simultáneamente de cualidades opuestas, no armonizadas” y etimológicamente ligado a mostrar. “El monstruo se muestra, se descubre, se revela. Su aire barroco parte no sólo de esa oposición de aspectos contrarios sino del hecho que subraya que la realidad aparente es engañosa y conduce a la confusión”.

El escritor, dramaturgo y sacerdote, conocido por su maestría en el uso del verso y su capacidad para explorar los aspectos más profundos de la condición humana, nos presenta un retrato vívido de Aquiles, el héroe mítico cuyo destino está irremediablemente ligado a la guerra de Troya. A través del personaje, Calderón nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del destino, el valor del amor y la lucha entre el libre albedrío y las fuerzas del destino. Su obra trasciende su tiempo y lugar, resonando con el público contemporáneo a través de su exploración de temas atemporales y su profundo entendimiento de la psicología humana. Su legado perdura en cada verso recordándonos la inmortalidad del arte y la capacidad del teatro para conmovernos y hacernos reflexionar sobre nuestra propia existencia. No es si no, uno de los ejemplos del tópico literario Theatrum mundo o El mundo como teatro, que explica que la sociedad, el mundo o la existencia misma se configuran como teatro o pieza teatral.

La visión escénica de Iñaki Rikarte es una oda a la magia del teatro, donde cada detalle contribuye a la creación de un mundo vibrante y fascinante que atrapa al espectador desde el primer instante. Para el director vitoriano, premio Talía a la Mejor Dirección de Escena por Forerver en 2024 y Premio Max por Supernormales en 2023, esta obra representa una oportunidad única para explorar la riqueza del texto calderoniano y darle vida de una manera que resuene con la audiencia contemporánea. En palabras del propio Rikarte: “Esta adaptación es una celebración del teatro en su forma más pura. Queríamos crear una experiencia que fuera tanto entretenida como conmovedora, que capturara la esencia de Calderón, pero también se sintiera fresca y relevante para el público moderno. Creo que hemos logrado eso y más”. Sin duda alguna, trabajo más que conseguido.

El también director de Solitudes, o El desdén con el desdén, para el CNTC, demuestra un profundo entendimiento de los códigos teatrales y una sensibilidad para explorar las múltiples capas de significado presentes en la obra. La adaptación es magistral en su ejecución, logrando equilibrar a la perfección los elementos cómicos, trágicos y bélicos de la trama. Su visión creativa se refleja en una puesta en escena entretenida y dinámica que mantiene al público cautivado de principio a fin. Además, su capacidad para incluir elementos musicales, compuestos por Luis Miguel Cobo, añade una dimensión adicional de belleza y emoción, enriqueciendo aún más la experiencia teatral. Desde los acordes melancólicos hasta las marchas militares, cada nota contribuye a la riqueza sonora de la representación y nos vuelve a dejar píldoras reflexivas de cómo la música amansa a las fieras. A esto se suma el exquisito aprovechamiento del espacio escénico y cómo guía a un numeroso reparto para que exploren las profundidades de sus personajes y entreguen interpretaciones que sean auténticas y conmovedoras.

El elenco de la Compañía Nacional de Teatro Clásico brilla con una actuación excepcional que da vida a los personajes creados por Calderón de la Barca, conduciendo al espectador a un viaje emocional a través de la mitología y la comedia barroca. La dicción del verso, bajo la supervisión de Vicente Fuentes, es exquisita sin ápice de titubeo e inseguridad, con la dificultad que ello supone. Destaca el papel de Pascual Laborda como Aquiles/Astrea, quien cautiva con su habilidad para transmitir la dualidad y la vulnerabilidad del personaje. Este actor de dilatada formación logra capturar la melancolía y la rebeldía de Aquiles con una actuación cercana al teatro físico, mientras que su transformación en Astrea revela una delicadeza y una sutileza que añaden capas de complejidad al personaje. Ania Hernández deslumbra como Deidamia, la princesa enamorada de Aquiles, con una actuación llena de pasión y determinación. Su química con Laborda en las escenas compartidas es palpable, como pudimos ver en La discreta enamorada, creando momentos de gran emotividad y tensión dramática. Algo similar ocurre con la actriz Miriam Queba, quien infunde una dimensión materna,  protectora y divina al personaje de Tetis, madre de Aquiles.

Por su parte, Marc Servera como Ulises va más allá de simplemente interpretar su papel. Él encarna magistralmente la figura del héroe mitológico como la personificación misma de la guerra. Con cada gesto, cada palabra cargada de determinación, este actor y profesor con habilidad vocales nos sumerge en la mente del estratega astuto y decidido que es Ulises, quien consigue transmitir las contradicciones del personaje. A su lado, Iñigo Arricibita da vida al Rey con una potente presencia escénica para transmitir autoridad y carisma. En este, pero también en los demás personajes, cabe destacar el arduo trabajo de caracterización y vestuario, trabajo de Ikerne Giménez. La interpretación de Felipe Muñoz en el papel de Lidoro dota a la obra de jovialidad y enredo. Este polifacético actor, con su talento y habilidades interpretativas, encarna a su personaje de manera vívida y entretenida, contribuyendo así al dinamismo y atractivo de la representación. Casi sin despegarse, Xavi Caudevilla encarna a Libio, amigo del anterior quien potencia la carga cómica de manera sensacional y Antonio Hernández Fimia, como Danteo, en el papel de guía y consejero.

Como ya he mencionado, estamos ante una adaptación que destaca por su enfoque teatral y artístico, donde todo está cuidadosamente diseñado para maximizar el impacto en el escenario. Parte de este éxito recae en la habilidad de Mónica Boromello para recrear espacios neutros como la isla cargada de vegetación y otros más concretos como la gruta donde se oculta el protagonista y el propio jardín que da nombre a la obra. Cabe mencionar, la cinta corredera integrada en la plataforma central, la cual además de permitir las entradas y salidas de los actores de manera elegante y visual, añade un juego escénico que enriquece la experiencia teatral. Por último, la inteligente y pertinente iluminación de Felipe Ramos se fusiona con la meticulosa escenografía de Boromello para crear un entorno visualmente impresionante y narrativamente enriquecedor. Cada detalle de la escenografía contribuye a sumergir al público en el mundo de la obra, mientras que la iluminación cuidadosamente diseñada realza los momentos clave y establece la atmósfera adecuada para cada escena. Esta combinación de elementos escénicos proporciona una experiencia teatral envolvente y memorable para meter al público en este peculiar jardín.

Dirección: Iñaki Rikarte

Reparto: Iñigo Arricibita, Xavi Caudevilla, Cristina García, Ania Hernández, Nora Hernández, Antonio Hernández Fimia, Pascual Laborda, Cristina Marín- Miró, Felipe Muñoz, Miriam Queba, María Rasco y Marc Servera

Ayudante de dirección: Rolando San Martín

Asesor de verso: Vicente Fuentes

Vestuario: Ikerne Giménez

Composición musical: Luis Miguel Cobo

Espacio sonoro: Luis Miguel Cobo

Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico

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