La danza, el teatro y la música se funden en esta colaboración de la CNTC y la Compañía Nacional de Danza que describe, a través de textos de Ramón de la Cruz, la evolución del paisaje sonoro madrileño del XVIII. En palabras de Laura Ortega, directora de escena de la propuesta, "Del Año Nuevo a la Cuaresma, durante el período más festivo del año, ofrecían las compañías en Madrid un buen número de entretenimientos populares. Triunfaban las funciones de mucha tramoya o donde hubiera bailes de máscaras, y las tonadillas, fandangos y sainetes eran siempre lo que mayor interés despertaba. Fandangos y tonadillas no es una representación teatral típica de la España del siglo XVIII, larga e intensa, repleta de música y canciones. Pero sí celebra, en cambio, el valor de sus intermedios, en los que se igualaba la vida de la calle con el escenario. Cualquier cosa podía contribuir, gracias al teatro, a la cambiante realidad del espacio urbano. Los paseantes de los que habla Blas de Laserna en Las murmuraciones del Prado, compuesta para la cantante María Mayor Ordóñez, "La Mayorita", acudían para verse a sí mismos y oírse hablar. Y de imitados pasaban a ser imitadores, envueltos en un significativo artificio. El final de la jornada lo marcaba la ritirata, el simbólico toque de queda al que Luigi Boccherini recurre en su célebre Música nocturna de las calles de Madrid...