“Un Oscar para Óscar” es un homenaje al divertimento y el absurdo de Miguel Mihura y su icónica Tres sombreros de copa – no por casualidad comparten protagonista femenina con el mismo nombre–, pero donde en algún momento el espíritu de Luis García Berlanga ha tomado las riendas. Si durante su primera mitad el ritmo y el tono se asemejan al vodevil más clásico y a la comedia de enredo más desatada –bonita paradoja, ¿verdad? –, en la segunda los personajes alcanzan tal grado de mezquindad, compasión, desprecio y ternura, cóctel clave de todo lo español, que el despiporre que se sucede ante los ojos del espectador no puede calificarse sino de berlanguiano. Esta doble personalidad se da también en nuestros cuatro personajes, pues todos desean ser otra persona, o lo fingen (que es una manera de soñar despierto), ya sea de cara a la galería o para sí mismos, cambiándose de nombre y hasta de cara. Todos tenemos sueños que queremos alcanzar, pero durante el trayecto para conseguirlos quizá dejemos de ser la misma persona que ambicionó aquello que perseguimos. Entonces, ¿de quién es el sueño? Ningún lugar mejor para intentar responder a esta pregunta que allá donde los sueños se hacen realidad: Hollywood. Escrita durante lo más arduo del confinamiento, cuando más necesitaba(mos) soñar y reír, presentar al espectador a Óscar, Pauline, Irene y Guillermo es, éste sí, un sueño hecho realidad, que son los únicos que merecen la pena ser compartidos. Como la risa. Divertirnos juntos y soñar juntos, ése sí es un Oscar por el que merece la pena vivir.
El director ganador de cero premios Óscar, Mario Hernández