En su segunda temporada en el Teatro EDP Gran Vía, “Los pilares de la tierra” se consolida como uno de los musicales más impactantes de la cartelera madrileña. Desde los primeros compases, el público queda envuelto en una atmósfera intensa, donde la fuerza de las voces, la espectacularidad de la escenografía y la épica de la historia transportan a la Edad Media, sumergiéndonos en un universo de traiciones, pasión y secretos que habitan en cada piedra de Kingsbridge.
La historia nos traslada a la turbulenta Inglaterra del siglo XII, un tiempo marcado por luchas de poder, ambición y conflictos que transforman vidas y destinos. En el corazón de la trama está Tom Builder, un maestro constructor que sueña con levantar una catedral capaz de desafiar el tiempo. A su alrededor se entrelazan Aliena, noble decidida a recuperar su legado familiar; Jack, joven talentoso y apasionado; el prior Philip, un monje visionario que ve en la obra un símbolo de fe y esperanza; y William Hamleigh, despiadado antagonista cuyo poder y ambición amenazan con destruir todo a su paso.
El andamiaje del musical: producción firme y escritura brillante
Al frente del proyecto está Darío Regattieri, productor ejecutivo de Beon Entertainment, una de las productoras más importantes de España, responsable de títulos musicales como “El Médico”, “La historia interminable” o “El tiempo entre costuras”, cuya experiencia se refleja en la ambición y solidez de la producción. El libreto de Félix Amador logra una adaptación admirable de la extensa novela de Ken Follett, condensando más de mil páginas en menos de tres horas sin perder ni un ápice del aliento épico original. Con una estructura fluida que utiliza la construcción de la catedral como hilo conductor, entrelaza con maestría intrigas políticas, venganzas familiares y romances prohibidos, resolviendo los saltos temporales con ingenio gracias a los bufones narradores.
La gran virtud del texto de Amador (autor de otros musicales de éxito como “El Médico, el Musical” o “La historia interminable”) es que moderniza sin traicionar: refuerza el papel de los personajes femeninos, como Aliena y Ellen, hasta convertirlas en verdaderos motores de la historia, dota de matices a los villanos y hace que temas como la fe, la ambición y la resiliencia resuenen con fuerza en el público de hoy. El resultado es una epopeya teatral sólida, emotiva y visualmente poderosa, que mantiene la fidelidad al espíritu de Follett y al mismo tiempo se siente fresca y contemporánea.
De la partitura al plano, melodías medievales y dirección magistral al servicio de la narrativa
Iván Macías ha dotado de música no solo a esta producción, sino a toda una época, llevando al espectador a un mundo donde cada nota refleja la majestuosidad del siglo XII.Su partitura, interpretada en directo por una sensacional orquesta, sostiene la obra y convierte las interpretaciones vocales en auténticos momentos de catarsis. La banda sonora evoca a juglares y trovadores medievales y se apoya en una base musical reconocible y agradable que impulsa la acción. Canciones como “Silencio”, con sus armonías femeninas, y “Las piedras llorarán”, junto a los solos más destacados, generan gran intensidad emocional. Desde coros que evocan el eco de catedrales góticas hasta metales que sugieren el clangor de espadas en las batallas, la música envuelve al público con solemnidad, intimidad y momentos épicos que erizan la piel. Cada personaje tiene un lenguaje musical propio, un ADN sonoro que refuerza su evolución y la conexión con el espectador.
La puesta en escena de Federico Barrios Fierro demuestra un dominio claro de la dirección en un espectáculo de gran envergadura. El elenco de 27 actores se mueve con precisión, manteniendo la acción clara incluso en las escenas más densas, con las masas corales, procesiones y batallas que aportan ritmo y solemnidad a la narración. Sin embargo, en algunas escenas de lucha o conflicto, con pocos intérpretes en escena, la sensación de épica queda algo sugerida: se intuye la intensidad, pero no siempre se percibe plenamente. Barrios Fierro combina con acierto lo grandioso y lo íntimo: en un mismo plano, los elementos colectivos conviven con momentos de cercanía y emoción que mantienen la humanidad de la historia. La dirección extrae verdad incluso de los roles más breves y convierte al conjunto en un pueblo vivo que acompaña y sostiene la trama.
Un reparto que levanta la historia como arquitectos de la escena
El reparto contribuye de manera decisiva al impacto de la producción. En el pase al que asistí, Jana Gómez, en alternancia con Alba Cuartero, dio voz a Aliena, encarnando con maestría la fuerza y vulnerabilidad de una mujer que lucha por superar la adversidad. Siempre es un placer escuchar la precisión y el brillante timbre de sus agudos como en “Silencio”. Julio Morales, como Tom Builder, ofrece una interpretación apasionada y sensible, que transmite con realismo tanto la esperanza como el dolor de su personaje. Su voz brilla en los números más épicos y da sentido al título del espectáculo.
El aura de bruja marginada y sabiduría ancestral de Ellen encuentra en Noemí Mazoy una intérprete prodigiosa que eriza los vellos con cada intervención. Sus duetos con Tom son oro puro, cargados de tensión, emoción y una intensidad enternecedora. También destaca en los primeros compases Aurora Frías como Agnes, mujer del constructor. Rodrigo Blanco da vida a Jack Jackson con una mezcla irresistible de idealismo ardiente, vulnerabilidad y energía eléctrica que ilumina cada escena. Su evolución escénica sitúa al joven visionario, hijo de Ellen y amante apasionado de Aliena, en el corazón romántico y revolucionario de la función. Por su parte, Aleix María interpreta con realismo y determinación a Alfred Builder, el hermanastro de Jack, cuya envidia y necedad contrastan con el talento de este último, lo que enfatiza las tensiones familiares presentes en la historia.
Juanfran Toboso, alternante de Alberto Vázquez, encarna al conde Bartholomew de dignidad herida, cuya voz grave y su lamento por el linaje perdido estremecen el teatro en apenas dos escenas. Álvaro Romero da a Richard una fuerza guerrera y un corazón fraternal; su voz de tenor ligero, combinando claridad y matiz, y la ternura en el dúo con Aliena, su hermana, lo convierten en el contrapunto perfecto y emotivo al sueño de Jack. En el otro extremo del espectro moral, Franc de Luna, alternante de Alex Forriols, brilla como William Hamleigh, asumiendo con contundencia la maldad y la arrogancia del antagonista, con una presencia vocal que alcanza su punto álgido en el espectacular solo “Sin perdón”. Joseán Moreno destaca como Lord Percy Hamleigh, un personaje de autoridad y ambición que incrementa la tensión dramática. Por su parte, Guillermo de Quinto se viste del Rey Esteban con un toque cómico cercano a la caricatura, reflejando su vulnerabilidad en los conflictos que enfrenta.
En el ámbito eclesiástico, Abel García interpreta a Waleran Bigod, un clérigo cruel y despiadado cuya voz grave resalta la maldad y arrogancia del personaje y aumenta la tensión y la intriga en la trama. Frente a esta crueldad, Gustavo Rodríguez continúa una temporada más como el prior Philip, cuya bondad y resiliencia lo convierten en un personaje adorable y un contrapunto moral en medio de las luchas de poder. Por último, no puedo dejar de mencionar a Noelia Cano, soberbia en el papel de Matilde, la emperatriz, con potencia vocal y una impresionante fuerza escénica.
Una escenografía imponente e inmersiva capaz de sumergir al público en otra época
La puesta en escena es una auténtica proeza teatral, capaz de sumergir al espectador en la Inglaterra del siglo XII como ningún otro espectáculo ha logrado. Catedrales en construcción, interiores de castillos, mercados medievales y efectos sorpresivos se integran en el diseño inmersivo de Ricardo S. Cuerda, que combina alturas, plataformas y videoproyecciones con gran impacto visual. Los planos secuencia mantienen la acción continua y aportan un aire casi cinematográfico. Esta temporada, el sonido ha recibido un cuidado especial, corrigiendo problemas previos y garantizando que las actuaciones se escuchen con claridad. La iluminación de Felipe Ramos refuerza la intensidad dramática, alternando calidez y claroscuros según la escena, mientras la caracterización de Aarón Domínguez y el vestuario de Marietta Calderón reproducen con exactitud la moda medieval.
“Los pilares de la Tierra” se consolida como una de las producciones más ambiciosas del teatro español reciente. La fuerza del reparto, la solidez musical y una puesta en escena que destaca por su ingenio y espectacularidad sostienen un montaje pensado para impresionar y emocionar. Sale uno del teatro con la sensación de haber asistido a algo grande, creado con convicción y sin miedo a soñar a lo alto.
Dario Regattieri: Productor ejecutivo
Iván Macías: Compositor y productor artístico
Félix Amador: Libreto y letras
Federico Barrios Fierro: Director y coreógrafo
Reparto: Alba Cuartero, Jana Gómez, Rodrigo Blanco, Noemí Mazoy, Julio Morales, Abel García, Alex Forriols, Gustavo Rodríguez, Noelia Cano, Angels Jiménez, Joseán Moreno, Guillermo de Quinto, Alberto Vázquez, Ruth Ge, Álvaro Romero, Aleix María, Aurora Frías, Franc de Luna, Miguel Ángel Belotto, Ernesto Santos, Carmen Yagüe, Camila Puelma, Guillermo Pareja, Juanfran Toboso, Clara Lanzani y Vanesa Fernández
Ignasi Vidal: Dirección de actores
María José Santos: Directora vocal y supervisora artística
Laurence Aliganga: Director Musical
Marietta Calderón: Directora de vestuario
Ricardo S. Cuerda: Escenógrafo
Felipe Ramos: Diseñador de iluminación
Pablo Santos: Director técnico
Aarón Domínguez: Diseñador de caracterización y peluquería
