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Año VIIINúmero 373
08 OCTUBRE 2024

La profesora: Una lección teatral inolvidable entre tizas y risas

Imagen de escena de la obra
Imagen de escena de la obra
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La educación, en todas sus formas y manifestaciones, se erige como uno de los pilares más cruciales de cualquier sociedad civilizada. Va más allá de las paredes de las aulas y se convierte en el forjador de mentes, el cultivador de valores y el cimiento sobre el cual se construye un futuro sostenible. En un mundo cada vez más complejo y diverso, la educación no solo es el vehículo para adquirir conocimiento, sino también el faro que guía a las generaciones venideras hacia la comprensión, la tolerancia y el progreso y hace consciente a las generaciones presentes de la importancia de cultivar y mantener los valores señalados. Si desean profundizar en estas y otras reflexiones pueden asistir al Teatro Bellas Artes.

La Profesora es una cautivadora comedia dramática que nos sumerge en el fascinante y a veces complicado mundo de la educación y las relaciones humanas. La trama sigue a Carlos Ortiz (Marcial Álvarez), un pescadero de unos cincuenta años, que se encuentra desesperado por resolver los problemas de su hija Daniela en el instituto. Para abordar estos desafíos educativos, se encuentra con América Alcalá (Isabel Ordaz), una tutora de casi sesenta y cinco años que se niega a jubilarse debido a su miedo a la soledad. Lo que comienza como un encuentro tenso y confrontativo entre dos personajes aparentemente opuestos se convierte en un viaje de autodescubrimiento y comprensión mutua.

El libreto de Eduardo Galán se destaca como un logro brillante en el mundo de la comedia dramática y no solo nos presenta una historia conmovedora, sino que también nos sumerge en un océano de reflexiones sobre el vasto y complejo concepto de educación; desde la formación de valores, el conocimiento intelectual y el desarrollo personal y emocional hasta el siempre presente debate entre la educación en el hogar y la educación reglada El también guionista, novelista y ensayista nos invita a contemplar la verdadera vocación detrás de aquellos que dedican su tiempo a educar a los demás. A través de los personajes de Carlos Ortiz y América Alcalá, la obra destaca cómo la enseñanza implica mucho más que simplemente transmitir información; lleva consigo una profunda carga de empatía y una escucha activa que puede transformar vidas. La empatía, ese acto de ponerse en el lugar del otro y comprender sus experiencias, se convierte en un hilo conductor de la trama. A medida que los personajes se enfrentan a sus propios desafíos y prejuicios, nos instan a cuestionar nuestras propias creencias y a practicar una escucha más profunda en nuestras vidas diarias. En un mundo que sigue luchando contra la soledad, una pandemia silenciosa que afecta a tantas personas, el libreto enfrenta este tema con sensibilidad y sinceridad, mostrando cómo la conexión humana puede aliviar el dolor del aislamiento. A su vez, en las interacciones entre los personajes, vemos cómo la enseñanza y el aprendizaje pueden transformar a las personas, ayudándolas a descubrir nuevas facetas de sí mismas y a superar las barreras que limitan su potencial.

En el corazón de «La Profesora», la habilidad de Eduardo Galán para equilibrar la comedia y el drama crea una experiencia teatral genuina y compleja. Este equilibrio magistral entre los momentos de hilaridad y los instantes de emoción intensa confiere a la obra una autenticidad que resuena con la realidad de la vida misma. Sin embargo, este cautivador equilibrio también nos deja con un anhelo persistente por conocer más a fondo a los personajes. A medida que los vemos enfrentarse a las complejidades de la educación, la aceptación de identidades y la soledad, deseamos una mayor profundidad en sus historias individuales. Este inconveniente, aunque no invalida la fuerza de la narrativa, representa una oportunidad perdida para crear una conexión más profunda entre los personajes y el público.

La emergente creadora Carla Nyman, quien se enfrenta a su primer gran montaje fuera del Off, se destaca con una destreza notable, ofreciendo una dirección que fusiona la delicadeza, la inteligencia y la convicción en cada escena. Nos sumerge en los lances dialécticos de los personajes con una autenticidad palpable, a menudo evocando la imagen de un combate de esgrima, pero sin estrategia preconcebida, sino con la verdad cruda de cada personaje. Es una danza apasionada entre las palabras y las emociones, donde la sinceridad se convierte en el arma más poderosa en el arsenal actoral. Lo que hace que la dirección de Nyman (Quiero ver cómo la gente sin cuerpos hace el amor, Cántico, 2023) sea especialmente impactante es su capacidad para capturar la esencia de la verdad humana. Los actores, bajo su dirección, logran transmitir no solo las palabras escritas en el libreto, sino también las emociones subyacentes y las complejidades de sus personajes. Esta autenticidad impregna cada escena, creando una experiencia teatral que se siente increíblemente real y conmovedora. Otro de los aspectos más esenciales de la dirección de Nyman es su habilidad para jugar con las distancias entre los personajes. Al principio de la obra, estas distancias están marcadas, simbolizando las barreras en la relación entre ellos. Sin embargo, a medida que la trama se desarrolla, estas barreras se desvanecen gradualmente, permitiendo a los actores invadir el espacio del otro de manera natural y significativa. Este juego de proximidad física refleja la evolución emocional de los personajes, mostrando su crecimiento y conexión a medida que se desarrolla la historia.

Disfrutar de los lances dialécticos entre los protagonistas se convierte en un deleite teatral sin igual. La brillantez y agudeza de los diálogos cobra vida gracias al ingenio y la maestría de los actores principales, Marcial Álvarez e Isabel Ordaz, un dúo que, bajo la hábil dirección de actores de Francisco Vidal, crea un espectáculo lleno de humor inteligente y autenticidad emocional ofreciendo al público risas garantizadas y una experiencia teatral inolvidable.

La interpretación de Isabel Ordaz como América Alcalá es un tour de force actoral que mantiene intacto los noventa minutos de duración. Desde el inicio, su personaje se presenta como una incógnita, con una historia oculta detrás de su fachada de maestra. Esta archiconocida actriz de teatro y series televisivas infunde vida en América Alcalá tejiendo una compleja red de misterio y profundidad emocional y capturando hábilmente la ambigüedad y el misterio que rodean a su personaje. Ordaz brilla con una luz especial en los momentos cómicos.  Su capacidad para transformar los errores lingüísticos de su contrario en momentos de humor brillante es verdaderamente magistral. Cada gesto, cada inflexión de voz – prácticamente innata en su manera de actuar – está cuidadosamente calculado para arrancar risas genuinas del público. Su habilidad para equilibrar la mística del personaje con la comedia vibrante es un testimonio de su destreza actoral. Sin embargo, a medida que el personaje de América Alcalá se desvía hacia una deriva en la trama hace que pierda un poco de credibilidad y peso dramático. Este giro no es culpa de la actriz, sino una consecuencia del desarrollo del texto. A pesar de este desafío, Ordaz continúa entregando una actuación convincente, mostrando su versatilidad como actriz al adaptarse a las complejidades cambiantes de su personaje.

En el papel de Carlos Ortiz, Marcial Álvarez nos ofrece una interpretación asombrosa, dándole vida a un personaje que es diametralmente opuesto a la profesora. Ortiz es rudo, sin pretensiones y lejos de ser sofisticado, pero debajo de esa fachada se encuentra un hombre con una fuente inagotable de lucha y amor hacia su hija Daniela. La habilidad de Álvarez para llevar a cabo la transformación de este personaje es genuinamente conmovedora, permitiendo que la audiencia sienta cada una de las emociones crudas y reales que atraviesa su personaje. Lo que destaca principalmente en la interpretación de este actor – con más de una treintena de obras a sus espaldas, destacando su brillante papel en El curioso incidente del perro a medianoche –  es el buen corazón que brilla a través de la tosquedad de Ortiz. A pesar de su apariencia y actitud, Álvarez logra transmitir la ternura y el cariño profundo que su personaje siente por su hija. Cada gesto, cada mirada y cada palabra están imbuidos de una autenticidad palpablemente conmovedora.

El trabajo escénico, el atrezzo y el vestuario son esenciales para comprender en su totalidad la esencia de la obra. La visión y habilidad creativa de Mónica Teijeiro para incorporar un simbolismo sutil y poderoso a la puesta en escena se destaca especialmente a través del juego semiótico de los espacios. Al principio, el despacho de la profesora se presenta como un terreno hostil para los personajes, una arena de conflictos y desencuentros. En contraste, la intimidad de sus hogares se convierte en refugio, donde encuentran consuelo y alivio. Sin embargo, a medida que avanzan las escenas, las cuatro paredes del despacho se transforman en un terreno neutral para ambos, un reflejo visual del cambio en su dinámica relacional. La magia de la ambientación reside en la sutilidad y el cuidado con los que Teijeiro maneja los elementos escénicos. La simplicidad se convierte en su herramienta más poderosa; su enfoque de «menos es más» se traduce en una riqueza interpretativa que captura la esencia de los personajes y su evolución emocional. Cada detalle, desde el mobiliario hasta los objetos cuidadosamente seleccionados, contribuye a la construcción del mundo interno de los protagonistas y su relación con el entorno.

El diseño de iluminación a cargo de José Manuel Guerra y la música original junto con el espacio sonoro creado por Julio Awad se entrelazan para tejer un tapiz sensorial que eleva la experiencia teatral a nuevas alturas. El primero, con su maestría en el diseño de iluminación, dota a cada escena de una atmósfera única, utilizando luces que hablan un lenguaje propio. Su habilidad para jugar con sombras y resplandores, iluminando los momentos más íntimos y oscureciendo las tensiones más palpables, añade una capa adicional de profundidad emocional a la obra. Por último, el maestro Awad, nos lleva en un viaje sonoro que es tanto un acompañante como un narrador silencioso de la historia proporcionando notas musicales que guían al público a través de las complejidades del argumento.

 

La Profesora deslumbra con su complejidad emocional, humor inteligente y simbolismo visual, ofreciendo una experiencia teatral cautivadora que desafía la mente y conmueve el corazón, gracias a la brillante dirección, actuaciones conmovedoras y una cuidada artesanía escénica y sonora

 

Autor: Eduardo Galán

Dirección: Carla Nyman

Reparto: Isabel Ordaz y  Marcial Álvarez

Asesor dirección actores: Francisco Vidal

Ayudante de dirección: David Huertas

Espacio escénico, atrezzo y vestuario: Mónica Teijeiro

Diseño de iluminación: José Manuel Guerra

Música original y espacio sonoro: Julio Awad

Dirección de producción: Luis Galán y Javier Ortiz

Coordinación técnica: Luis García Sánchez

Comunicación y producción: Beatriz Tovar y Borja Galán

Producción ejecutiva: Secuencia 3

Una producción de Secuencia 3, El Terrat, Saga Producciones, Hawork Studios, Avant Events, Agente Kaplan y Magasaz Gestoría.

 

 

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