El XV Festival Internacional de Magia de Madrid ha convertido, una vez más, al Teatro Circo Price en el epicentro del ilusionismo mundial. Con una cartelera repleta de talentos internacionales y propuestas que van desde la gran espectacularidad hasta la intimidad de la magia de cerca, esta edición ha consolidado su prestigio como una de las citas ineludibles del panorama mágico.
Este evento, por el que han pasado más de un centenar de magos, no es solo un encuentro de ilusionistas, es una reivindicación de la magia como una de las grandes artes escénicas. En un mundo saturado de pantallas, donde la sorpresa parece depender de los efectos digitales, este festival nos recuerda que el asombro más genuino se vive en directo, en la atmósfera envolvente de un teatro. La magia no debería limitarse a pequeños espacios o a formatos televisivos: merece ocupar grandes escenarios, con la misma legitimidad que la danza, la ópera o el teatro. Este éxito es atribuible, en gran medida, a la visión de Jorge Blass, uno de los magos más influyentes de nuestro tiempo. No solo ha sabido reunir a los mejores talentos internacionales, también ha asumido el papel de maestro de ceremonias con una maestría digna de un gran narrador.
En su decimoquinta edición, el hilo conductor gira en torno a dos conceptos esenciales para cualquier ilusionista: el espacio y el tiempo. A través de su puesta en escena, el mejor mago de escena del mundo en 2024 nos hace reflexionar sobre las realidades tridimensionales que habitamos y cómo la magia es, en esencia, un acto de fe: un instante fugaz en el que todo parece posible y que, sin embargo, permanece en nuestra memoria como una experiencia imborrable. Como estudiábamos en el colegio, “la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma…». Pero, ¿y la ilusión? Blass nos deja con esta incógnita, una frase incompleta que solo quienes asistan al festival podrán descubrir. Un guiño para reforzar la idea de que la magia no solo se observa, sino que se vive y consigue transformarnos. Y, como no podía ser de otro modo, también nos deleita con varias ilusiones, entre ellas uno de sus números más emblemáticos: los aros voladores. Un acto en el que la ingravidez se vuelve real y donde la frontera entre lo posible y lo imposible se desdibuja ante nuestros ojos. Es en momentos como este cuando la magia demuestra su verdadero poder: transformar la realidad, aunque solo sea por un instante, y recordarnos que aún hay espacio para el asombro.
Como su propio nombre indica, el Festival Internacional de Magia de Madrid reúne a los mejores magos del mundo, convirtiéndose en una pasarela de talento, creatividad y técnica. En la Gala Internacional de Escena, tenemos la oportunidad de presenciar una de las formas más extremas y emocionantes del ilusionismo: las grandes ilusiones, llevadas al límite por el canadiense Darcy Oake. Su actuación es una auténtica prueba de resistencia y precisión, con números de altísimo riesgo que desafiaron las leyes de la lógica y ponen a prueba su propia vida. Entre desapariciones imposibles, espectaculares efectos de escapismo y un acto de inmersión en directo, Oake mantiene a la audiencia al borde de sus butacas, jugando con el suspense y la adrenalina como solo los grandes ilusionistas saben hacer. Su espectáculo, además de impactante a nivel visual, encapsula la esencia de la magia de gran formato, donde la espectacularidad y el asombro van de la mano con la tensión dramática.
Si hay un número en esta edición del Festival que desafía no solo la lógica sino también las leyes de la física, ese es el de Diego y Elena. Esta pareja de artistas españoles lleva la magia a un nivel completamente nuevo al fusionar la espectacularidad de las acrobacias aéreas con la disciplina del Quick Change, una técnica que consiste en cambiarse de vestuario en cuestión de fracciones de segundo, ante los ojos del público. Lo que hace que su número sea único en el mundo es la combinación de estos dos elementos unidos con elegancia y misticismo: mientras ejecutan impresionantes figuras suspendidos en el aire, los cambios de vestuario se suceden con una fluidez casi irreal.
En un festival donde la innovación es clave, Adrian Kill aporta un enfoque completamente original, demostrando que la magia puede expandirse a territorios inesperados. Campeón de Francia de Magia y titulado en gastronomía, ha creado un concepto revolucionario que fusiona el arte del ilusionismo con la coctelería de alta gama. En su actuación, convierte la barra en un escenario de asombro, donde los cócteles no solo se preparan, también desaparecen y aparecen como si el tiempo y la materia fueran manipulables. Acompañado por un equipo de mixólogos y artistas, crea una experiencia multisensorial que lleva la magia más allá de los trucos visuales, ofreciendo un espectáculo que combina técnica, sutileza y elegancia.
Más allá de la espectacularidad, Voronin nos recuerda que la magia también puede ser puro teatro. ¿Ilusionista? ¿Mimo? ¿Comediante? Todo eso y más. Con una gestualidad hipnótica y una presencia escénica arrolladora, este artista ucraniano se convierte en uno de los grandes referentes de la magia cómica. Su número es un viaje surrealista donde el absurdo y la sorpresa van de la mano. Voronin juega con la percepción del público, manipulando objetos, tiempos y situaciones con una precisión quirúrgica, pero siempre con un guiño de humor que rompe cualquier expectativa. Su estilo recuerda al de los grandes maestros del cine mudo: sin necesidad de palabras, logra con cada gesto contar una historia e intercalar en cada número un gag tan brillante como desconcertante.
La magia es, en esencia, un juego con la percepción del tiempo y la realidad. Hun Lee, uno de los grandes exponentes de la brillante nueva generación de magos coreanos, lleva este concepto al extremo, desafiando nuestra lógica con una precisión que parece casi inhumana. En su actuación, Lee demuestra su maestría en la manipulación de cartas, ejecutando movimientos tan rápidos y perfectos que la vista simplemente no puede seguirlos. Pero su verdadero sello personal radica en los saltos temporales que introduce en su espectáculo: pasados que vuelven, futuros que se adelantan y momentos que desaparecen en un parpadeo, creando la sensación de estar atrapados en un bucle de magia imposible.
El Festival Internacional de Magia de Madrid también demuestra que la magia más impactante ocurre a pocos centímetros de nuestros ojos. En la Magia de Cerca en la Sala Parish, Isaac Jurado fusiona humor y destreza, John Steiner transforma objetos cotidianos en enigmas, y José Que Soy Yo desafía la lógica, dejando a todos atónitos. Además, Diálogos Mágicos se convierte en un espacio de reflexión, desde la emotiva celebración de la magia solidaria con Pasión Vega y Pablo Carbonell, hasta la fascinante charla sobre los engaños mentales entre Jordi Camí y Jorge Blass.
En su decimoquinta edición, el Festival Internacional de Magia de Madrid no solo ha cumplido, sino que ha superado todas las expectativas. Con una programación audaz y diversa, ha mostrado que la magia sigue siendo un arte en constante evolución, capaz de combinar el asombro con la reflexión y de sorprender y emocionar en cada momento. Con esta edición, el Festival Internacional de Magia de Madrid reafirma su posición como uno de los eventos más importantes de su tipo a nivel mundial, donde la magia, como arte escénica, tiene un lugar indiscutible en los grandes teatros y debe ir más allá de las pantallas. Un festival que sigue evolucionando, innovando y asombrando, y que sin duda se ha consolidado como un referente imprescindible para los amantes de la magia en su forma más pura y fascinante.