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Año VIINúmero 350
03 MAYO 2024

Un delicado equilibrio: El arte de sostenerse cuando los lazos familiares se convierten en nudos de tensión

Imagen de una escena de la obra
Una experiencia teatral donde la dirección precisa, el afilado libreto y las brillantes interpretaciones del elenco convergen para explorar las complejidades de las relaciones humanas en un mundo lleno de incertidumbre y tensión, donde los personajes luchan por mantener Un delicado equilibrio mientras el mundo a su alrededor se desmorona

Si están buscando una experiencia teatral que desafíe intelectualmente y sumerja en las complejidades de la condición humana, el Teatro Fernán Gómez ofrece una propuesta sumamente interesante. En un mundo donde la estabilidad parece cada vez más frágil y las relaciones interpersonales son un campo minado de emociones, Un delicado equilibrio ofrece una mirada penetrante de la vida familiar y la amistad.

Escrito por Edward Albee, la obra presenta la historia de Agnes (Alicia Borrachero) y Tobías (Ben Temple), un matrimonio acomodado cuyo hogar se ve sacudido por la inesperada llegada de sus amigos Harry (Joan Bentallé) y Edna (Cristina de Inza), quienes afirman haber sido expulsados de su propia casa por un inexplicable sentimiento de miedo. Con ellos traen una tormenta de dudas y tensiones que desafían el supuesto equilibrio de la vida de ambos y del resto de su familia, Claire (Manuela Velasco), hermana de Agnes, y Julia (Anna Moliner), hija del matrimonio. A medida que la noche avanza, se recrudecen los vínculos familiares y de amistad, llevando a los personajes a confrontar sus propios miedos y arrepentimientos.

Este dramaturgo estadounidense, conocido por su aguda exploración de las relaciones sociales y su hábil uso del lenguaje para revelar las complejidades de la condición humana, nos regala una obra que trasciende el tiempo y resuena poderosamente en la audiencia actual. Estrenada por primera vez en 1966, es un ejemplo supremo del talento de Albee para crear diálogos que son a la vez incisivos y poéticos. A través de sus personajes y situaciones cargadas de tensión, nos invita a reflexionar sobre temas universales como el miedo, la soledad y la búsqueda de significado en un mundo caótico. En el centro de la obra se encuentra la idea del equilibrio, tanto en el sentido literal como metafórico. El título mismo sugiere la fragilidad de las interacciones humanas y la facilidad con la que pueden desmoronarse. Aunque inicialmente vago e indefinido, el miedo se convierte en una fuerza poderosa que impulsa las acciones y revela las vulnerabilidades más profundas. A medida que la trama avanza, se hace evidente que el terror no solo proviene de amenazas externas, sino también de los conflictos internos y las inseguridades personales. La soledad y la incomunicación son otro de los temas recurrentes. A pesar de estar rodeados de personas, muchos de los personajes experimentan una acusada sensación de aislamiento y alienación. La falta de conexión y la incapacidad para comunicar verdaderamente sus sentimientos contribuyen al sentido de desesperanza que permea la obra. Además, aborda otras cuestiones existenciales, en forma de digresiones, como el propósito de la vida, la búsqueda de la felicidad y la inevitabilidad de la muerte.

El libreto es un ejemplo magistral de la escritura teatral, destacando por sus diálogos afilados y su humor corrosivo. Edward Albee, Premio Pullitzer en 1967, maneja el lenguaje con maestría y crea un mundo lleno de tensiones y contradicciones donde cada palabra tiene un peso significativo y cada silencio es elocuente. Los diálogos son ágiles y matizados con un tono que oscila entre lo cómico y lo desgarrador en medio de una atmósfera inquietante. El humor ácido impregna cada interacción y añade ironía y sarcasmo incluso en los instantes más tensos para explorar temas difíciles y desafiar convenciones sociales, invitando al público a reflexionar mientras se divierte. Los personajes enfrentan sus miedos y frustraciones a través de conversaciones cargadas de subtexto, permitiendo múltiples interpretaciones. El único inconveniente es la excesiva duración, más de dos horas, la cual puede diluir la intensidad de ciertas escenas y dificultar la atención sostenida del respetable, especialmente en un contexto teatral donde la concentración es crucial. En este punto, adquiere relevancia el arduo trabajo de traducción y adaptación realizado por Alicia Borrachero y Ben Temple, que supongo han intentado acortar lo máximo posible. Ambos han logrado preservar la riqueza lingüística y la complejidad de los diálogos de Albee, su profundidad emocional y su sutileza, para que resuene con el público contemporáneo.

La dirección bajo la batuta de Nelson Valente es digna de elogio. Este actor, director y dramaturgo argentino consigue llevar a escena la filosofía del libreto con maestría. La dirección y la concepción de la obra, al no tener un conflicto excesivamente potente, descargan parte del peso dramático en la calidad artística del reparto. Valente opta por resaltar las polémicas iteraciones entre los roles y la atmósfera de tensión que se desarrolla en la obra. Esto permite que el elenco brille, que cada miembro encuentre la autenticidad y, de este modo, la calidad de sus interpretaciones sea el foco principal de la producción. Cabe destacar el considerable desafío actoral debido a la dificultad de los parlamentos, monólogos y soliloquios que componen el libreto. Cada actor y actriz se enfrenta a largos pasajes de diálogos repletos de significado y subtexto, que requieren un exhaustivo entendimiento de los personajes y sus motivaciones.

Alicia Borrachero asume el desafío de interpretar a Agnes con una profundidad y sensibilidad impresionantes. Su personaje es el pilar de la familia, la fuerza que sostiene el delicado equilibrio de la casa. Agnes se enfrenta a una serie de desafíos, desde lidiar con una hermana alcohólica hasta manejar las complicadas dinámicas familiares y la llegada de amigos con una situación inquietante. Esta archiconocida actriz de series televisivas capta magistralmente su lucha interna por mantenerse firme frente a las adversidades que enfrenta. A través de su interpretación, podemos sentir el peso del dolor y el vacío que lleva consigo, resultado de una tragedia familiar que nunca logró superar. A su lado, Ben Temple, como Tobías, complementa perfectamente a su compañera con una actuación sutil pero poderosa. Su capacidad para transmitir el conflicto interno de su personaje y su lucha por mantener el equilibrio en medio del caos es correcta. El también productor de origen estadounidense ofrece una interpretación matizada y emocionalmente resonante que añade enjundia y complejidad a la dinámica familiar y nos regala una muy buena escena final.

Manuela Velasco destaca notablemente como Claire, la hermana de Agnes. Aunque niega su adicción al alcohol, su lucha personal y los conflictos con su hermana y los demás personajes son constantes a lo largo de la obra. La multipremiada actriz de teatro, cine y series televisivas mantiene con soltura el carácter desafiante, incisivo y mordaz de su papel, marcado por una fluidez notable, disfrutando cada momento en escena y dotando a Claire de una gran movilidad y vitalidad en su interpretación. Por su parte, Anna Moliner da vida a Julia, la hija de casi cuarenta años del matrimonio protagonista. Julia regresa a casa después de su cuarto divorcio, representando el fracaso y la falta de habilidades para enfrentar la vida adulta sin depender de sus padres. Esta actriz, con destacados papeles en series televisivas y en teatro musical, logra proyectar la vulnerabilidad de Julia, ofreciendo una interpretación con matices que reflejan su lucha interna y sus anhelos frustrados. Es la encargada de dinamitar la acción y protagoniza un momento crítico con una interpretación sobresaliente.

Por último, Joan Bentallé y Cristina de Inza, en los roles de Harry y Edna, completan el elenco con actuaciones sólidas y convincentes. Su presencia en el escenario introduce el foco de conflicto, agrega una capa adicional de tensión y misterio a la obra y contribuyen al clima de intriga y suspense que impregna toda la producción.

La escenografía de Lua Quiroga Paul complementa a la perfección la acción, recreando un amplio salón que constituye el epicentro de la trama. Destaca especialmente la zona del bar, donde los personajes experimentan una pulsión por la bebida que se convierte en un acompañante más de esta velada cargada de tensiones y revelaciones. Por último, la iluminación intimista de Ion Aníbal López alumbra la escena de esta obscura y delicada familia.

Libreto: Edward Albee

Dirección: Nelson Valente

Traducción: Alicia Borrachero, Ben Temple

Reparto: Alicia Borrachero, Ben Temple, Manuela Velasco, Joan Bentallé, Cristina de Inza y Anna Moliner

Escenografía y vestuario: Lua Quiroga Paul

Iluminación: Ion Aníbal López

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