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Año IXNúmero 430
13 NOVIEMBRE 2025

El libro y la inteligencia artificial

El día del libro del 2025 es un poco diferente de los anteriores. En el último año ha florecido una herramienta, la inteligencia artificial, que antes sólo usábamos unos pocos en las universidades. Hoy cualquiera puede preguntar aquello que quiera saber y recibir al momento una respuesta. Estos programas aún cometen muchos errores y caen en alucinaciones, pero se ve que esto va rápido. Es como ver a un niño que empieza a andar torpe, pero que apunta maneras. En otros pocos meses la IA no sólo será fiable, sino probablemente más fina que muchos de los más afilados analistas.

Esto está cambiando ya el mundo del libro. Veamos el caso de la novela. Amazon ha tenido que limitar el número de libros que uno puede autopublicarse al día (a tres) porque hoy, para escribir, diseñar la cubierta, y maquetar decentemente un libro, no hace falta más que un buen ordenador. Los libros que se pueden producir así son de los llamados «de género», no literatura, pero es que la mayoría de lo que se publica y se lee en el campo de la ficción cae dentro de esa categoría. Son esos libros los que —con excepciones— nutren las listas de los más vendidos, los que dan beneficios a las editoriales, de los que habla la gente y de los que sacan series y películas.

Esos libros no tienen intención estética, cultural ni artística. Buscan proporcionar entretenimiento y siguen fórmulas narrativas reconocibles por el lector. Los libros de género son, sobre todo, trama y acción, cualquiera que sea el tema y por mucho que se trufen de algo un poco más interesante. J.K. Rowling, Agatha Christie, Stephen King  o Isaac Asimov lo bordan en sus respectivos géneros, y sus lectores lo saben y les buscan. Pero su uniformidad y lo previsible de su forma resulta ser su némesis.

Estos libros siguen convenciones particulares del género, las consabidas recetas de «cómo escribir una novela», y no se pueden salir demasiado de las expectativas que la propia categoría ha creado en el lector. Esto es muy fácil de simular con una IA. Se dirá que también hace falta imaginación para inventar tramas, perfilar personajes, construir ambientes y crear suspense, pero lo siento, porque la IA ya está ahí. No son meros juntaletras. Cualquiera de esos modelos de lenguaje puede seguir las recetas de cocina de la escritura y producir tramas indistinguibles de las que crearía un escritor de ese tipo de libros, con personajes que —siendo género— sólo pueden ser de molde, y con ambientes con una riqueza sensorial comparable a sus referentes humanos.

Una buena IA puede crear ya hoy una novela de doscientas páginas en una hora. Con el pulido de un buen editor de mesa, queda una obra bastante digna. ¿Se trata de una buena novela? Bueno, se trata de una novela decente, asimilable a algunas de las que están entre las diez más vendidas del año pasado. Pero es que ya se puede decir que, en unos pocos años, la IA lo hará mejor, sin los errores que cometen algunos de esos autores, como esos diálogos de gente sin estudios en un tugurio escritos no obstante con el léxico de un catedrático de lenguas romances que estuviera declamando a Sófocles.

La literatura es otra cosa. Ninguno de los libros de los autores que he citado antes se puede comparar con algo como el Alfanhuí de Ferlosio, o con Mortal y Rosa de Umbral, libros que crean sus propias normas y universos, sin copiar los de otros; que reflejan la cultura humana de una época; que dan cuenta de en qué consiste la vida; que ofrecen una mirada única; y que, lamentablemente, hoy sólo aprecia una minoría ilustrada que es cada vez más pequeña. Pero eso no es culpa de la IA, sino de los que perpetúan un modelo de negocio que, con las IA, creo que tiene los días contados. Nadie va a pagar por una novela de género si la puede conseguir casi gratis para leerla en una tableta. La gente dispuesta a pagar lo hará por un libro de literatura, da igual el soporte en el que venga.

¿Está cerca el día en que una IA escriba literatura? No, no creo. De hecho, creo que no lo podrá hacer jamás, porque la literatura es una actividad íntimamente nuestra. Trata, de hecho, sobre la condición humana. Si acaso, una IA podrá escribir literatura para otros programas como ella, lo cual no dejará de ser inútil, porque una IA, al contrario que los humanos, no tiene necesidad de literatura. Sólo tiene necesidad de corriente eléctrica. Las máquinas no nacen, sino que se construyen. No son el resultado más o menos imperfecto de la evolución de las especies, sino herramientas y, como tales, se deben a la voluntad de su creador. Nosotros no hemos sido creados. Las máquinas, sí.

Sobre Francisco J. Tapiador

Francisco Javier Tapiador (firma como Francisco J. Tapiador) es escritor y catedrático de formación dual en ciencias y letras. Nacido en 1973 en Valladolid, se licenció en Filosofía y Letras (Geografía e Historia, especialidad Geografía) en la Universidad de Valladolid y posteriormente se doctoró en Ciencias Físicas, especializándose en el estudio de la precipitación y de las nubes utilizando satélites y modelos. Fue decano de la Facultad de Ciencias Ambientales y Bioquímica de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y, en la actualidad, es catedrático de la Universidad de Castilla-La Mancha. Ha publicado cuatro novelas, cuatro ensayos y tres libros de poesía como único autor. Es editor asociado de la revista internacional Atmospheric Research. Dirige la colección ‘Ciencia y Divulgación’ en la editorial Renacimiento.

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