El Teatro Reina Victoria vuelve a apostar por la comedia con «El favor», una obra de risas, tensión y un toque de reflexión sobre las relaciones humanas. Bajo la dirección de Xavier Ricart, con un texto firmado por Susanna Garachana y con un elenco de primera línea, esta producción se adentra en los entresijos de la amistad, la paternidad y los dilemas morales surgidos cuando se pide más de lo que se puede dar.
Martín, un hombre de cuarenta y tantos, quiere ser padre. Hace años que él y Clara, su mujer, lo están intentando sin éxito, así que decide reunir a sus mejores amigos en una cena para pedirles un favor especial. Ellos cuatro se conocen desde siempre, se quieren y han compartido una vida de bromas e ironías, pero la petición de Martín los obliga a una sinceridad brutal. A lo largo de la noche, la confianza, la amistad y la idea misma de la paternidad se pondrán en jaque, revelando secretos y poniendo a prueba los límites de su relación. Lo que parecía ser una velada cualquiera se convierte en una noche que ninguno olvidará jamás.
La premisa inicial no destaca por su novedad: un grupo de amigos se reúne para cenar y, a medida que avanza la velada, se van destapando secretos, conflictos y tensiones ocultas. Es un punto de partida que el teatro y el cine han explorado con frecuencia, desde obras clásicas hasta éxitos recientes como “El nombre”, “La piel fina” o “Perfectos desconocidos”. Sin embargo, lo que distingue al texto de Susanna Garachana es la manera de transformar esta situación cotidiana en un campo de batalla emocional, donde la comedia sirve de envoltorio para abordar temas de gran calado con una frescura y una agudeza poco comunes. Desde el inicio, el espectador cree estar ante una historia reconocible. Pero la dramaturga introduce, con una naturalidad milimétrica, un detonante inesperado: la petición de Martín. No se trata solo de un deseo personal, sino de un favor que interpela directamente a los asistentes y pone en jaque los límites de su amistad. Es en este punto donde la obra comienza a diferenciarse, explorando cómo una solicitud que en teoría debería estar cargada de afecto puede convertirse en una fuente de incomodidad, reproches y revelaciones inesperadas.
El gran acierto del libreto es la fluidez con la que evoluciona la conversación. Esta actriz y dramaturga mataronesa juega con la ironía, la complicidad y el humor para enmascarar, al menos en un primer momento, la verdadera carga emocional de la historia. Los diálogos son ágiles, inteligentes y profundamente naturales, donde el espectador se sienta como un invitado más en la mesa, testigo de un cruce de palabras que, aunque chispeante y divertido, esconde un trasfondo cada vez más tenso. Además, hay un juego muy inteligente con los subtextos: lo que se dice nunca es lo único que se quiere decir. Los diálogos están impregnados de dobles significados, de emociones contenidas percibidas en los silencios, en las miradas y en la manera en que los personajes esquivan o enfatizan ciertas palabras. Este manejo del lenguaje hace de esta obra además de divertida profundamente auténtica. La estructura del texto es notablemente efectiva: cada réplica parece inofensiva, cada broma distiende el ambiente, pero poco a poco se van filtrando pequeñas fisuras que anuncian la tormenta.
«El favor» se adentra en temas universales con una frescura que desarma. La obra plantea una pregunta esencial: ¿qué estamos dispuestos a hacer por aquellos a quienes queremos? A partir de este dilema, la historia explora la paternidad desde múltiples ángulos, no solo como un deseo o una responsabilidad, sino como un concepto que trasciende la biología y se convierte en un espejo de nuestras propias inseguridades y anhelos. Pero más allá del deseo de Martín por ser padre, la obra pone a prueba los pilares de la amistad. ¿Cuánto sabemos realmente de las personas con las que compartimos nuestra vida? A medida que los personajes se ven obligados a ser brutalmente sinceros, caen las caretas, emergen secretos y conflictos que obligan al espectador a cuestionarse hasta qué punto la confianza es inquebrantable. Entre risas y momentos de tensión, «El favor» nos recuerda que la lealtad tiene matices, la amistad no siempre es un refugio seguro y que, a veces, las peticiones más sencillas pueden desatar las verdades más incómodas. De hecho, no hay más que acudir al refranero popular para saber que “Donde hay confianza, da asco”.
Bajo la batuta de Xavier Ricart, la representación encuentra el equilibrio perfecto entre la agilidad de la comedia y la profundidad de su conflicto central. Ricart, con una trayectoria consolidada en el teatro, demuestra un dominio absoluto del tempo escénico, consiguiendo que el humor surja de manera natural sin restarle verdad al drama subyacente. Su dirección evita la tentación de la caricatura y apuesta por la autenticidad de las relaciones humanas, permitiendo que los personajes evolucionen orgánicamente a lo largo de la función. Uno de los mayores aciertos de su puesta en escena es la naturalidad con la que los diálogos fluyen entre los personajes. El también actor de más de una treintena de obras convierte la cena en un campo de batalla emocional donde cada mirada, pausa e interrupción dicen tanto como las palabras.
La clave del éxito de esta comedia, con gran aceptación tras su paso por el Teatre Goya, radica en la impecable química entre sus protagonistas. El elenco logra un ritmo vertiginoso, con diálogos que fluyen de manera natural y un manejo preciso de la comedia y el drama. Su interpretación grupal dota a la obra de una energía vibrante, convirtiendo cada réplica en un juego de espejos donde las emociones se amplifican. Martín, interpretado por Antonio Hortelano, es el motor de la trama. A lo largo de la obra, su desesperación por cumplir su sueño de ser padre lo lleva a hacer una petición desconcertante y cargada de emoción a sus amigos. Este actor, con una evolución fascinante, logra transmitir la ansiedad de un hombre atrapado entre el amor por su mujer y la incomodidad de tener que pedir un favor tan íntimo, haciendo de su personaje un centro emocional en la historia.
César Camino interpreta a Santi, un editor culto y refinado, que parece estar siempre un paso por delante de sus amigos, especialmente en cuanto a su conocimiento de la literatura y la cultura se refieren. El contraste entre su intelectualidad y la cotidianidad de sus amigos crea situaciones cómicas, pero también invita a reflexionar sobre las distancias que podemos poner entre nosotros y los demás. Jorge Kent da vida a Edu, el hermano mayor de Santi, un personaje irreverente, bromista y pragmático propenso a aportar chascarrillos en medio de situaciones complejas. Aunque Edu parece tener una actitud despreocupada hacia los temas serios, Kent muestra con sutileza cómo su comportamiento burlesco oculta una vulnerabilidad y un miedo a enfrentarse a temas profundamente personales, como la paternidad. Por último, Paco Déniz, como Iván, el arquitecto exitoso y separado, es un personaje que, aunque tiene una fachada de hombre triunfador, esconde conflictos internos y una incapacidad para enfrentarse a sus propios problemas. Su muletilla «¡no puedo ver, no puedo ver!» se convierte en un elemento cómico que refleja su tendencia a evadir las dificultades emocionales y de relación. Déniz construye a Iván con humor, pero también le da una profundidad conmovedora, especialmente en los momentos en que su defensa de la frivolidad comienza a resquebrajarse ante la intensidad de la petición de Martín.
La construcción escenográfica, diseñada por Anna Tantull, juega un papel clave en la atmósfera de la obra. La casa de Martín, donde transcurre la acción, no solo es el escenario físico, es un reflejo del estado emocional de los personajes. Con un mobiliario sencillo pero significativo, el espacio va cambiando a medida que aumentan las tensiones, creando una sensación de cercanía y claustrofobia. La disposición se vuelve más incómoda conforme se desvelan secretos, intensificando la naturaleza emocional de la obra. La iluminación, a cargo de Jaume Ventura, refuerza esta atmósfera al jugar con contrastes de luz cálida y fría. Durante los momentos de calma, la luz suave refleja la familiaridad entre los amigos, mientras que cuando las tensiones aumentan, la luz se vuelve más dura y fría, subrayando la incomodidad.
Autoría: Susanna Garachana
Dirección: Xavier Ricart
Reparto: Antonio Hortelano, César Camino, Jorge Kent y Paco Déniz
Voz en off: Victoria Luengo
Escenografía: Anna Tantull
Vestuario y caracterización: Núria Llunell
Iluminación: Jaume Ventura
Espacio sonoro: Joan Camprodon
Dirección de producción: Maite Pijuan
Producción ejecutiva: Rafa Romero de Ávila y Àlvar Rovira