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Año VIINúmero 352
17 MAYO 2024

Bailo Bailo: Explosión musical de libertad a ritmo de la Carrà

En una época no tan lejana de nuestro país, donde las faldas se medían con reglas, la figura del censor estaba asumida y donde cualquier muestra de afecto en público era tomada como una afrenta a los valores morales de algunos sectores, hubo quien intentó desafiar al sistema y abrir un camino de libertad. Para quienes deseen no solo presenciar, sino experimentar de cerca esta vibrante historia de provocación y resiliencia, y tener la posibilidad de vibrar y entonar las icónicas canciones de Carrà, el Teatro Capitol es el escenario perfecto.

Bailo Bailo parte de una adaptación libre y magistral de la película «Explota Explota», dirigida por Nacho Álvarez en 2020, llevada a cabo con maestría por Federico Bellone. Este espectáculo musical, cuyos cimientos reposan en la creatividad de varios autores, se distingue por la combinación experta de música y letras, con un libreto hábilmente concebido por Federico Bellone y Nacho Álvarez. La dirección del propio Bellone, fusionada con la coreografía de Gillian Bruce, confiere una armonía visual y auditiva única a la producción. Por si les surge la duda, Raffaella Carrà pudo visionar el largometraje antes de su fallecimiento dando su aprobación al proyecto.

La trama nos invita a viajar a los inicios de la década de 1970 en España –una época marcada por la rigidez y la censura, especialmente en los medios de comunicación– de la mano de María, una joven bailarina seductora y ávida de libertad, quien se embarca en un viaje de autodescubrimiento en medio de un entorno social restrictivo. La trama se teje con los destinos entrelazados de seis protagonistas en busca de sí mismos, sus caminos personales y el anhelado éxito. La narrativa transcurre en escenarios emblemáticos como Madrid, Roma y un aeropuerto, donde las vidas de María (Lydia Fairén), Carmen (Pepa Lucas), Pedro (Gonzalo Ramos) y Rosabella (Natalia Millán / María Reina) convergen. Tras abandonar a su pareja, la protagonista parte hacia un futuro incierto con una maleta, desencadenando una travesía que fusiona el drama, la pasión y la música inolvidable de Raffaella Carrà.

Con anterioridad, ya se habían creado proyectos entorno a la cantante italiana, pero ninguno tan ambicioso como este. El libreto a dos manos de Federico Bellone y Nacho Álvarez es perfecto en contenido y duración. La narrativa se desenvuelve con fluidez, explorando la lucha por la emancipación individual y la expresión auténtica en un período histórico donde la censura imperaba. Me gustó especialmente que el grueso de la trama transcurriera en un plató de televisión porque su vida profesional se desarrolló en las parrillas desde finales de los años sesenta en Italia: RAI, España: TVE y Latinoamérica, siendo apodada como “La reina de la televisión italiana”. Bailo Bailo logra no solo entretener, sino transmitir con profundidad el mensaje de la obra, llevando al público a un viaje emocional que resuena con los valores de libertad y autenticidad. El único inconveniente, desde mi óptica, se encuentra en la forma abrupta en que concluye la trama de las protagonistas, después de haber dedicado un considerable tiempo a su presentación.

La dirección musical de Giovanni Lori guía hábilmente la interpretación de las inolvidables canciones de la artista italiana y brinda a los espectadores la oportunidad de sumergirse plenamente en todos sus éxitos. La integración magistral de estas canciones en la trama es un logro notable, al entrelazarse de manera orgánica con la narrativa, potenciando cada momento con la emotividad de sus letras y la energía contagiosa de su música. Lori logra mantener un equilibrio perfecto entre la fidelidad a la esencia original de las canciones y la adaptación creativa para encajarlas perfectamente en la historia. De esta manera, la dirección musical pasa a ser un elemento esencial que además de resaltar la brillantez de la cantautora italiana, también enriquece esta producción.

Como no podía ser de otra manera, la ejecución en directo de los temas, dirigidos por Dan Vidal, añade un nivel de inmersión que cautiva al público. La sonoridad y el perfecto acoplamiento con las voces resultan sensacionales, creando una atmósfera que resalta la destreza técnica y la pasión de los músicos. Me gustó especialmente el empleo astuto de la parte instrumental en diversos instantes, ya sea como un anticipo evocador o como una prolongación emotiva de las canciones. Este recurso supone una adición ingeniosa y gustosa de escuchar, intensificando la conexión emocional con la música de Raffaella. Algo similar ocurre con las fascinantes y distintivas coreografías de Gillian Bruce, capaces de impactar con su destreza artística al diseñar secuencias de baile, con una meticulosa atención al detalle, que deslumbran por su vistosidad y destacan por su complejidad y exigencia física. Bajo la supervisión atenta de Sergio Lapino, estas coreografías no solo se convierten en un complemento estético, sino que también se integran de manera orgánica con la narrativa, potencian los momentos emocionales de la historia y constituyen un lenguaje propio a prueba de censura.

La dirección de Federico Bellone emerge como el hilo conductor que teje la trama narrativa, la emotiva música en directo y las coreografías cautivadoras en una experiencia teatral unificada y excepcional. Su visión creativa y perspicacia para la puesta en escena se manifiestan en la habilidad para aunar todos los elementos mencionados, logrando una cohesión que eleva la producción a nuevas alturas. Bellone dirige el elenco de manera magistral e imprime un sello distintivo al espectáculo, resaltando la esencia de Raffaella Carrà con respeto y autenticidad. Su dirección se convierte, así, en el catalizador que fusiona los diversos elementos artísticos, brindando al público una obra que no solo celebra la vida y carrera de la cantante, sino que también se erige como un testimonio vibrante de resistencia, libertad y autenticidad.

El elenco brilla con un nivel excepcional tanto en lo actoral como en lo vocal. El relato sitúa a Lydia Fairén como la joven protagonista deseosa de derribar el muro de la censura. Su actuación se erige como un verdadero tour de forcé al captar la esencia del personaje con una interpretación que va desde la vulnerabilidad y la delicadeza hasta la explosividad y el destape, creando una conexión palpable con la audiencia. Un momento particularmente impactante ocurre con el tema «No se vivir sin ti», donde su actuación coincide con un punto de inflexión en la trama, desatando merecidos aplausos entre los presentes. A su lado, le acompaña Pepa Lucas en el papel de Carmen, la amiga inseparable. Como nos tiene acostumbrados, combina como nadie su vis cómica y su portentosa voz regalándonos un solo impresionante en la segunda parte.

En el terreno masculino, Naím Thomas encarna a Jordi, el animado productor del programa ‘Fiesta’, quien aporta una dosis de humor y energía contagiosa. Su interpretación es simplemente divertidísima, destacando de manera memorable en el número de baile al ritmo de ‘Tuca Tuca’, uno de los momentos estrella de todo el espectáculo. Por su parte, Gonzalo Ramos da vida a Pedro. Su buena interpretación captura a la perfección la evolución de su personaje, que al principio adopta una actitud más reservada debido a las exigencias del libreto. Sin embargo, a medida que avanza la trama, este actor televisivo va adquiriendo protagonismo de manera gradual, creando una dinámica cautivadora con Lydia Fairén. De hecho, me hubiera gustado ver más dúos entre ambos. También cabe destacar el papel del actor y director Chete Guzmán, como el censor del régimen y padre del anterior, por su gracia y desenvoltura, y de María Reina, en sustitución de Natalia Millán, por su fortaleza, presencia escénica y dominio del baile.

La escenografía creada por Clara Abbruzzese y Federico Bellone destaca por su excepcional versatilidad y funcionalidad. De entre todos los elementos, cabe mencionar la plataforma giratoria central que no solo agrega dinamismo a la acción, sino que también crea una experiencia visual envolvente. La maestría en la integración de elementos como cubos, espejos y luces revela un diseño escenográfico meticuloso que potencia cada momento de la obra. La versatilidad de la escenografía permite transiciones suaves entre distintos escenarios, enriqueciendo la narrativa y manteniendo la atención del espectador. Por último, no debemos olvidar el diseño de vestuario a cargo de Antonio Belart, que además de transportar al espectador a la época retratada, también cumple un papel fundamental al ser usado como medio de expresión para romper las barreras de la censura. Impecablemente adaptado a la estética de los años setenta, el vestuario de Belart destaca por su diversidad, ofreciendo una gama de modelos que se ajustan de manera brillante a cada tema abordado en la obra.

 

Bailo Bailo emerge como una explosión de vitalidad y libertad, donde la música de Carrà se convierte en un himno de resistencia, mientras un elenco excepcional, un vestuario deslumbrante y una escenografía ingeniosa danzan juntos para crear una experiencia teatral inolvidable. ¡Bravo, Raffaella!

 

Dirección Musical: Giovanni Lori

Director: Federico Bellone

Dramaturgos: Federico Bellone y Nacho Alvarez

Coreografía: Gillian Bruce bajo la supervisión de Sergio Lapino

Producción: Dream Catcher Entertainment y Valeria Arzenton & Db con la amistosa participación especial de Sergio Iapino

Reparto: Lydia Fairén, Natalia Millán, Naím Thomas, Pepa Lucas y María Reina

Ensamble y swings: Patricia Sanchez, Bella Exum, Anabel Pomar, Fani Ruiz, Carla Fernandez, Elisa Diaz, Alba Dusmet, Dorival Junco, Alejandro Fernandez, Javier Vachiano, Enrique Monje, Giovanni Ernani, Mario Parra, Nestor Navarro, Alberto Berrocal, Tatiana Monells, Miguel Mateos y Toni Leyva

Dirección musical: Dan Vidal

Músicos: Dan Vidal, Pedro Chalkho, Carlos Sánchez, Sergio Bernabé, Javier Arévalo, Guillermo Báez, Davide Colletto

Vestuario: Antonio Belart

Gráfico: Michele Pantano

Producción Ejecutiva: Mariana Gómez Cora y Mariano Pagani

 

 

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