“Mi desgracia no es consecuencia de mi manera de pensar, sino de la de los demás”, sentenció el Marqués de Sade más de tres siglos atrás, y vuelve a sentenciarlo mientras el público ingresa a la sala de “El umbral de Primavera”. Relata compulsivamente fragmentos de su literatura y verbaliza sus pensamientos mientras recibe a cada espectador. Las paredes están escritas, la iluminación es tenue y se pronuncia entre la sensualidad y el suspenso. La puerta se cierra y el Marqués se dirige a sus invitados, los desafía, los provoca elegantemente. Un espectador entregado a la desconfianza, al vértigo del riesgo: está encerrado en una sala con alguien que ilumina los rincones más oscuros de su cabeza. Algo sucede, ya no sabemos si sentir miedo o intriga… la noche no volverá a su curso natural…. El espacio no volverá a ser el mismo, no lo será el marqués… no lo será ningún testigo de “Sade, una velada incómoda”