En la actualidad, el monólogo humorístico ha alcanzado una madurez en la que el sarcasmo y la ironía no solo sirven para provocar la risa, también para cuestionar la realidad. En este contexto, «Si la vida es un despropósito, nosotras también», el nuevo espectáculo de Ger ubicado en el Teatro Fígaro, emerge como una propuesta irreverente, aguda y necesaria en el panorama del stand-up contemporáneo.
Desde su irrupción en las redes sociales en 2020, Ger ha construido un universo humorístico propio, enmarcado en lo que él mismo denomina «mamarrachismo». Este estilo, con una mezcla de absurdo con una observación implacable de la realidad, es el hilo conductor de un show que consigue sostenerse sobre un equilibrio perfecto entre lo hilarante y lo reflexivo. El actor y presentador de “Milenal, the show” y “La noche del año” no es solo un cómico, es un fenómeno cultural surgido de la inmediatez de las redes sociales. Su humor nace del caos de la modernidad, de los dilemas existenciales del millennial tardío y de una observación punzante de la cultura pop. En su espectáculo, estas referencias se convierten en monólogos vertiginosos donde el espectador se ve reflejado en situaciones tan absurdas como reales: la precariedad laboral disfrazada de freelance, la dificultad de encontrar una vivienda digna, el peso de las expectativas familiares, la glorificación del fracaso amoroso o el despropósito inherente de la vida adulta.
No es lo mismo grabar un video de dos minutos en Instagram que subirse a un escenario ante cientos de personas. Sin embargo, Ger se desenvuelve con la misma naturalidad en ambos formatos. Su expresividad sigue siendo igual de dramática, intensa y extrovertida, demostrando que el escenario no le impone, sino que lo potencia. Lo que le distingue de otros cómicos es su capacidad para tejer un discurso hilvanado con anécdotas hilarantes y una gestualidad precisa, que potencia cada remate cómico con un lenguaje corporal de gran expresividad. Su ritmo es ágil, su cadencia adictiva, y su capacidad de improvisación lo convierte en un maestro del punchline inesperado. En definitiva, sigue siendo él mismo: auténtico, espontáneo y con un carisma que atrapa desde el primer instante.
Si algo caracteriza el humor del también periodista y comunicador audiovisual es su capacidad para convertir lo cotidiano en un espectáculo sin filtros, sin concesiones y, sobre todo, sin tema que se le resista. Su monólogo “Si la vida es un despropósito, nosotras también” es un repaso salvaje, irónico y deliciosamente exagerado de la vida moderna donde la única regla es que todo se puede cuestionar si se hace con gracia y desparpajo. Desde el primer minuto deja claro que no ha venido a ser políticamente correcto ni a regalar frases de autoayuda, su humor es afilado, egocéntrico y profundamente honesto, lo que genera una complicidad inmediata con el público, no hay indulgencia ni falsa modestia, se quiere, se lo dice y nos lo hace saber porque, al final, si uno no se cree su propio encanto, ¿cómo va a convencer al resto?
El madrileño no deja títere con cabeza, los niños, el dinero, la belleza, la fama y la hipocresía social son solo algunos de los pilares sobre los que construye su monólogo, abordándolos con un descaro que desarma y una lógica interna que, por absurda que parezca, acaba teniendo todo el sentido del mundo. La infancia no es su devoción y lo deja claro, desmontando la idea de que todos debemos emocionarnos ante la presencia de un menor, ¿serán el futuro?, tal vez, pero el presente es lo que le preocupa. Luego está el culto a la belleza porque ser guapo no es fácil, pero alguien tiene que hacerlo y Ger lo asume con orgullo y un nivel de autoafirmación digno de enmarcar; ser guapo ayuda, compensa y facilita la vida, y quien diga lo contrario probablemente no ha vivido esa experiencia. Tampoco todas las verdades necesitan ser compartidas, hay pensamientos que, por el bien de la humanidad, es mejor mantener en la cabeza y Ger defiende la falsedad funcional como un mecanismo de supervivencia social, porque no se trata de engañar sino de saber cuándo callar. Y luego está el dinero, porque sí, con unos ceros más en la cuenta bancaria la vida se vive de otra manera, uno se acostumbra a la escasez, pero cuando el dinero llega hay que gestionarlo con la misma naturalidad que las desgracias. Y claro, la fama, no todo es tan maravilloso como lo pintan, aunque el actor de “Yo siempre sere yo a pesar de ti” parece disfrutarla con bastante comodidad, desmontando los mitos del reconocimiento público con una naturalidad pasmosa y dejando claro que, en el fondo, nació para este juego y no piensa renunciar a él.
Y si hay algo de lo que no tiene miedo de hablar es de sexo, sin tapujos ni falsas prudencias, tanto el homosexual como el heterosexual, porque aquí no hay temas prohibidos ni verdades a medias, Ger habla de la salud sexual, pero la de verdad, no la de la charla del colegio, sino la que importa, la del día a día, la de aprender, cuidarse y disfrutar sin remordimientos ni vergüenzas, porque en su universo, la comedia también sirve para derribar tabúes y recordar que reírse de todo es, en el fondo, otra forma de vivir mejor.
Su desparpajo, su forma de exponer los sinsabores de la notoriedad y su capacidad para reírse de las situaciones más absurdas lo confirman, este es su hábitat natural y lo domina, pero cuando parece que el espectáculo sigue el camino tradicional de cualquier monólogo, Ger rompe con todo y transforma los últimos minutos en una auténtica llamada a la acción, nace la «Gerocracia», una nueva manera de ver la vida, una forma de gobernar desde la comedia, el descaro y la lucidez más irreverente, lo que comienza como una broma se convierte en un discurso delirante pero extrañamente inspirador donde toma el control y nos invita a hacer lo mismo con nuestra propia vida y, ya de paso, con el país, porque sí, si la vida es un despropósito, quizás es momento de que nosotras también lo seamos pero con estilo, con gracia y con un poco de cinismo bien aplicado.
En definitiva, “Si la vida es un despropósito, nosotras también” es más que un monólogo, es una filosofía de vida, con un humor afilado y una personalidad arrolladora, Ger logra convertir un show de comedia en una experiencia casi catártica, no solo nos hace reír sino que nos obliga a replantearnos ciertas verdades incómodas y, sobre todo, a aceptar que en el fondo todos somos un poco mamarrachos en este gran teatro del absurdo.