¿Están listos para traspasar las puertas del infierno? El Teatro Lara se transforma en el inframundo con un espectáculo atrevido y vibrante que redefine al villano más infame de la historia. Con humor, folclore y una chispa de irreverencia, este cabaret/vodevil nos lleva a un viaje fascinante a través del tiempo y la narrativa, desmantelando mitos y revelando la verdadera esencia de Luzbel.
Desde el momento en que pisamos la sala Lola Membrives somos conscientes de que no estamos asistiendo a una obra convencional. La puesta en escena es audaz e intimista, con una escenografía diseñada a cuatro manos que evoca tanto lo celestial como lo infernal, en un entorno grotesco y maravilloso. Los elementos visuales están cuidadosamente orquestados para apoyar la narrativa y mantener al público absorto en cada momento del espectáculo.
El monólogo inicial, cargado de sarcasmo y autoafirmación, sienta las bases para una experiencia teatral sustentada en la sátira y con profundidad filosófica. El protagonista, Luzbel, se presenta no como el maligno absoluto que todos conocemos, sino como un ser incomprendido, con multitud de nombres y apodos y vilipendiado por una historia escrita por los vencedores. Este ángulo ofrece una perspectiva fresca y provocativa, animando al público a cuestionar las narrativas establecidas y a considerar quién está detrás del personaje.
Uno de los aspectos más destacados de «Mi Turno» es el libreto de José Warletta, que equilibra hábilmente el humor con reflexiones profundas sobre el bien y el mal, el poder y la redención. Los diálogos están llenos de ingenio y referencias culturales que van desde la Biblia hasta el cine contemporáneo, creando una narrativa rica y multifacética. Si nos paramos a pensar, es curioso cómo todo lo bueno es atribuible a Dios, mientras que todo lo malo recae en el diablo. Esta dicotomía nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza dual de la moralidad humana. Las categorías de bien y mal no podrían existir sin tener un opuesto que las defina; así como la luz necesita de la oscuridad para ser percibida, la bondad requiere de la maldad para ser comprendida. Este equilibrio delicado y simbiótico resalta la complejidad de nuestras creencias y la manera en que interpretamos los roles de lo divino y lo diabólico en nuestras vidas. Por no hablar de la influencia del arte en la construcción del diablo, desde cola, cuernos y tridentes hasta posesiones en otros cuerpos. Las representaciones artísticas han jugado un papel crucial en darle forma a nuestra imagen del mal encarnado, haciendo que el diablo sea tan temido como fascinante. En definitiva, Warletta, autor y director de “Los tacones de papá”, actualmente en cartelera, nos invita a cuestionar las narrativas que han moldeado nuestra percepción del bien y del mal a lo largo de la historia.
La dirección de José Warletta es otra pieza clave de su éxito. La transición fluida entre escenas presentes y pasadas, saltos temporales, cambios de narración y la utilización creativa del espacio escénico mantienen un ritmo dinámico que nunca decae. La dirección musical y las coreografías también merecen una mención especial, al complementar perfectamente la narrativa y aportar un nivel adicional de entretenimiento. Si me hubieran contado desde pequeño que Luzbel tenía esa mente abierta, clase y gusto para la moda, quizá me hubiera pasado a la otra acera. Blasfemias aparte, asistimos a un recital de cabaret, de entretenimiento y mucho humor.
La fuerza del espectáculo reside en la interpretación de Miguel de Miguel, quien demuestra ser un verdadero todoterreno escénico con una combinación impecable de canto, baile y actuación, para mantener al público cautivado de principio a fin. Con una presencia magnética, este actor, quien de forma disimulada nos recuerda sus proyectos en Santas y perversas y Última planta, actualmente en este teatro, nos lleva a través de una montaña rusa de emociones, desafiando nuestras percepciones del diablo con su carisma, una cuidada y marcada gestualidad facial y corporal y talento multifacético. Miguel no solo interpreta a Luzbel, también rompe la cuarta pared. En un momento, se desliza con destreza en el papel del Ángel Caído, exudando autoridad y picardía; al siguiente, sale del personaje para compartir anécdotas y reflexiones como Miguel de Miguel, el actor, proporcionando una visión personal y única sobre su interpretación y el contenido de la obra.
Sus habilidades vocales se destacan en los números musicales, donde su voz potente y emotiva da vida a las canciones que oscilan entre baladas melancólicas y vibrantes ritmos de cabaret. Por otra parte, la capacidad de Miguel para cambiar sin esfuerzo entre la actuación dramática y los momentos de comedia es particularmente impresionante. Su timing cómico es impecable, arrancando risas genuinas del público mientras utiliza el humor para desmantelar mitos y provocar la reflexión. Esta dualidad subraya la complejidad de Luzbel, recordándonos que las acciones dependen únicamente de nosotros mismos por muchas tentaciones o voces internas que podamos tener a nuestro alrededor. Todo protagonista tiene su ayudante, que bien te presenta una actuación que se encarga de la iluminación. Ese el trabajo de la tentadora actriz, bailarina y coreógrafa, Dolores Cardona, quien demuestra gran versatilidad y entrega, pese a que su jefe sea el mismísimo satanás.
En definitiva, «Mi Turno» es una obra para desafiar las expectativas y ofrecer una visión innovadora y entretenida del personaje de Luzbel. Una celebración del derecho a la réplica y una invitación a reconsiderar lo que creemos saber sobre el «malo de los malos». Con su mezcla de humor, música y reflexión, esta propuesta unipersonal es una experiencia teatral única que no solo entretiene, también inspira a pensar de manera crítica sobre las historias que nos han contado. Si pecar es asistir a este espectáculo, me declaro pecador.
Autoría: José Warletta
Dirección: José Warletta
Reparto: Miguel de Miguel
Técnico y ayudante: Dolores Cardona
Producción: Warlettacreaciones
Foto y video: Daniel Rote
Escenografía: Manuel Ruiz, Cristina Valero, Miguel de Miguel y José Warletta
Vestuario: Milagros Warletta