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Año VIIINúmero 401
27 ABRIL 2025

Madama Butterfly: Pasión, engaño y redención para reinventar el clásico de Puccini

Imagen promocional de la ópera
Imagen promocional de la ópera
Una “Madama Butterfly” que deslumbra por su sensibilidad y fuerza dramática, donde cada elemento, desde la dirección musical hasta la puesta en escena, contribuye a una interpretación conmovedora y profundamente impactante, reafirmando la vigencia y el poder emocional de la obra maestra de Puccini.

La “Madama Butterfly” de Giacomo Puccini sigue siendo una de las piezas más sobresalientes del repertorio operístico y la versión presentada recientemente en el Teatro Coliseum de Madrid rinde homenaje a la obra original y la reinventa con una estética y un enfoque frescos y cautivadores. En esta producción, la tragedia de Cio-Cio San cobra una nueva vida gracias a una dirección artística y musical que conjuga la tradición japonesa con una interpretación de los años veinte, creando una experiencia visual y emocionalmente rica.

La sinopsis sigue siendo la misma: la desgarradora historia de Cio-Cio San, una joven geisha japonesa que se casa con el oficial estadounidense Pinkerton. Aunque él le promete amor eterno, Pinkerton regresa a su país, dejándola sola y embarazada. Años después, al enterarse de que tiene un hijo suyo, regresa, pero su actitud fría y desinteresada despierta en Cio-Cio San la devastadora verdad de que nunca fue más que un capricho pasajero para él. En su desesperación, Cio-Cio San, atrapada en un destino que no puede cambiar, toma una decisión trágica que cierra la obra con una profunda carga emocional.

Situada en el cruce de dos culturas, “Madama Butterfly” es una tragedia que refleja las tensiones entre Oriente y Occidente, explorando temas universales como el amor no correspondido, el sacrificio, la traición y la devastación emocional. La obra expone el contraste entre el amor puro de Cio-Cio San y la indiferencia de Pinkerton, quien representa la arrogancia imperialista y la fugacidad de las relaciones humanas, ofreciendo una reflexión profunda sobre las desigualdades de poder y los choques culturales. Aunque estrenada a principios del siglo XX, esta ópera mantiene su relevancia al mostrar no solo la vulnerabilidad emocional de una mujer, sino también la crueldad con que las culturas dominantes despojan de identidad y dignidad a los más débiles. En este contexto, Cio-Cio San emerge como un símbolo de sacrificio y resistencia, cuyo sufrimiento refleja las injusticias de un tiempo no tan pasado con reflejos en la actualidad. Esta obra, en definitiva, no se limita a conmover por su tragedia personal, actúa como un espejo de los conflictos culturales y humanos más amplios, invitando a una reflexión sobre las tensiones entre lo tradicional y lo globalizado, lo local y lo extranjero.

Bajo la dirección musical de Adolf Gassol, la partitura brilla con una lectura cuidada y profundamente expresiva. El también director artístico y violinista de la Orquesta Barroca de Barcelona demuestra un dominio absoluto de la partitura de Puccini, consiguiendo que la Orquesta NovAria Filharmonia despliegue una interpretación de gran precisión y sensibilidad. Cada matiz, rubato e indicación de Puccini se traduce en una ejecución pulida, en la que el equilibrio entre la voz y la instrumentación se mantiene con maestría. La orquesta, formada por jóvenes talentos de las principales escuelas superiores, se muestra extremadamente atenta y receptiva, logrando captar los colores orquestales característicos de esta obra. Desde el refinamiento etéreo de la introducción hasta la intensidad dramática del clímax final, la batuta de Gassol guía a los músicos con una claridad impecable, permitiendo que cada sección brille sin perder la cohesión del conjunto.

Uno de los aspectos más destacables de su dirección es la capacidad para sostener la tensión dramática a lo largo de toda la obra. Puccini exige una orquesta que no solo acompañe, sino que dialogue activamente con los cantantes, y aquí la respuesta de la NovAria Filharmonia es sobresaliente. La flexibilidad con la que se adaptan a los tempos y respiraciones de los solistas es prueba del excelente trabajo de concertación realizado por su director, quien consigue que cada crescendo y cada pausa estén al servicio del drama. Especial mención merece la forma en que la orquesta, situada en el fondo escénico, resalta el carácter cinematográfico de la partitura, con cambios súbitos de color y dinámicas que refuerzan la narrativa. La fusión de las sonoridades japonesas con el lirismo italiano se logra con un balance preciso, sin caer en el exotismo superficial. El resultado es una interpretación que respeta la esencia de “Madama Butterfly” y, al mismo tiempo, le imprime un sello de autenticidad y emoción renovada.

La dirección artística de Sergi Giménez y la dirección escénica de Mar Lorca convergen para ofrecer una propuesta que, sin renunciar al dramatismo inherente a la obra, aporta una lectura renovada y visualmente impactante. El también tenor apuesta por una producción donde la estética y la emoción van de la mano. Conscientes de las limitaciones de un espacio sin decorado tradicional, la propuesta se apoya en un vestuario y caracterización de Roger Griño meticulosamente documentados y en una iluminación que dibuja los diferentes estados emocionales de la protagonista. La decisión de ambientar la obra en los años veinte, cuando Japón comenzaba a occidentalizarse, refuerza el choque cultural que define la historia. Esta actualización de época, sin alterar la esencia de la trama, añade matices interesantes a la narrativa: Cio-Cio San no es solo una geisha abandonada, sino una mujer atrapada entre dos mundos en transformación.

Por su parte, Mar Lorca, en la dirección escénica, construye un relato donde la gestualidad y el movimiento cobran un protagonismo absoluto. En ausencia de una escenografía convencional, la disposición de los cuerpos en escena, la interacción entre los personajes y la expresividad de cada intérprete se convierten en los principales vehículos del drama. Lorca consigue que cada gesto, mirada y pausa estén cargados de significado, potenciando la psicología de los personajes. Uno de los logros más destacados de la dirección conjunta es la capacidad de mantener la tensión dramática sin necesidad de grandes artificios. La relación entre los personajes se desarrolla con una precisión casi cinematográfica, como ya hice mención en el apartado musical, aprovechando al máximo los silencios y las pausas para transmitir el dolor latente en la historia. El coro de la Asociación Manchega de Amigos de la Ópera (AMAO), dirigido por Javier Benito, aporta solidez y emotividad a la producción. Su interpretación, precisa y expresiva, refuerza la carga dramática de la obra, integrándose a la perfección con la orquesta y realzando los momentos clave del relato.

El peso emocional recae en la pareja protagonista, interpretada por Sarah Zhai (Cio-Cio San) y Andrés Sánchez-Joglar (Pinkerton). La soprano china despliega una actuación de una profundidad conmovedora, llevando a su personaje desde la ingenuidad esperanzada hasta la más absoluta desesperación con una progresión impecable. Su «Un bel dì vedremo» es el corazón de la ópera, donde su voz, rica en matices y cargada de emoción contenida, captura con precisión la frágil ilusión de la joven geisha. Por su parte, Sánchez-Joglar encarna con solvencia la arrogancia y superficialidad de Pinkerton, dotándolo de un carisma engañoso que hace aún más trágica su indiferencia inicial. Su dúo en la primera noche de bodas desprende una química intensa, logrando que la pasión de Cio-Cio San y la actitud condescendiente de Pinkerton se contrasten de manera desgarradora. En el reencuentro final, la interpretación de ambos eleva la tensión dramática hasta su punto culminante, con un Pinkerton incapaz de sostener la mirada y una Butterfly devastada por la traición.

Acompañando a la protagonista en su trágico destino, Ana Molina brilla como Suzuki, su fiel sirvienta y única aliada. Con un registro mezzosoprano cálido y envolvente, su interpretación es un ancla emocional en la obra, proyectando con gran sensibilidad el dolor silencioso y la impotencia ante el destino de su señora. Destaca en su dúo con Zhai, donde ambas logran transmitir la intimidad y complicidad que las une, haciendo aún más doloroso el desenlace. Por otro lado, Antonio Torres encarna a un Sharpless lleno de humanidad y contención. Con una voz de barítono firme y matizada, construye a un cónsul desgarrado entre el deber y la compasión. Su interacción con Sánchez-Joglar es clave para evidenciar la falta de escrúpulos de Pinkerton, mientras que en sus escenas con Zhai logra proyectar una sincera empatía, haciendo de su personaje el único occidental que realmente comprende la magnitud de la tragedia.

El reparto se completa con interpretaciones que aportan solidez al desarrollo dramático. José Ignacio Palacios, como Goro, dota al casamentero de un dinamismo ágil, astuto y con gran dominio de la mímica, convirtiéndolo en un personaje casi maquiavélico en su insistente manipulación. Tomás Castro, con su imponente presencia escénica y un registro de bajo-barítono profundo, encarna un Bonzo intimidante, reforzando el choque cultural con su feroz desaprobación. Guillermo González, en el breve pero significativo papel del Comisario Imperial, imprime la solemnidad requerida en su intervención, mientras que Yasmin Forastiero, como Kate, esposa de Pinkerton, ofrece una actuación contenida pero efectiva en los últimos compases, encarnando el choque de realidades que desencadena el desenlace.

Esta “Madama Butterfly” destaca por su excelencia musical y vocal y por la intensidad dramática con la que se ha construido cada elemento de la producción. La combinación de una orquesta atenta a cada matiz, una dirección escénica que enfatiza el choque entre tradición y modernidad, y un elenco comprometido con la profundidad emocional de sus personajes, da como resultado una versión conmovedora y de gran impacto visual. La historia de Cio-Cio San sigue resonando con una actualidad desgarradora, y esta interpretación lo refuerza con una sensibilidad que atrapa al espectador desde el primer compás hasta el trágico desenlace. Un montaje que, sin duda, deja huella en el público y revalida la vigencia de esta obra maestra de Puccini.

Orquesta: NovAria Filharmonia

Dirección musical: Adolf Gassol

Dirección de coro: Marta Finestres

Dirección artística: Sergi Giménez

Reparto: Zhai, Andrés Sánchez-Joglar, Antonio Torres, Ana Molina, José Ignacio Palacios, Tomás Castro, Guillermo González, Yasmin Forastiero

Dirección ejecutiva internacional: Sarah Zhai

Montaje escénico: NovAria

Producción y comunicación: Ben Aisit

Coreografía: Núria Serra

Jefe de regidoría: Álvaro Duran

Iluminación: Imesde

Diseño de vestuario: Montse Miralles

Caracterización: Roger Griñó

Coro y ballet: Coro NovAria / Ballet NovAria

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