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Año VIINúmero 350
29 ABRIL 2024

Juan José: Ópera y realismo social en el Madrid de Sorozábal

Imagen de una ensayo de "Juan José"
En la desgarradora odisea de Juan José donde la oscuridad de la desesperanza y la injusticia social parecen envolverlo todo, la brillantez de la dirección, el poder del libreto, la fuerza de la música y la intensidad de las actuaciones se alzan como destellos de esperanza en medio de la penumbra, iluminando con crudeza y profundidad las sombras de la condición humana

En una velada donde la realidad social de una época y la música se entrelazan en un abrazo triste y sincero, el Teatro de la Zarzuela ha rescatado del olvido una obra largamente postergada: Juan José, la última incursión operística de Pablo Sorozábal. Este título, que durante décadas languideció en los confines del desdén y la incomprensión, finalmente emerge triunfante en el escenario, desafiando las adversidades y reclamando su lugar en el panteón de la lírica española.

El libreto, basado en la obra teatral de Joaquín Dicenta, nos sitúa en el Madrid de finales del siglo XIX y sigue la historia del protagonista homónimo. A través de sus experiencias, nos sumerge en un mundo marcado por la pobreza, la desesperanza y la lucha constante por la dignidad humana. La trama se centra en los desafíos que enfrenta Juan José mientras intenta superar las dificultades de su entorno. Desde su relación con Rosa –una joven que busca escapar de su encierro– hasta sus conflictos con Paco –un personaje que representa la opresión y coacción–, el protagonista se embarca en una batalla encarnizada por retener el amor de su amada, enfrentándose a los obstáculos y desafíos que se interponen en su camino.

La obra de este escritor y poeta se erige como un reflejo crudo y desgarrador de la realidad social en las postrimerías del siglo XIX. En ella, Dicenta logra plasmar de manera brillante la temática de la lucha contra la marginación y el desaliento de los desposeídos, creando un retrato vívido y penetrante de la miseria humana. En este entorno desolado, la sociedad está dividida por una injusticia social palpable, donde algunos poseen mientras que otros carecen incluso de lo más básico para sobrevivir. Como bien refleja José Carlos Plaza, director de escena, los personajes, desprovistos de toda moralidad y ética, se ven reducidos a una existencia animal, absorbidos por las circunstancias adversas que los rodean. Incapaces de discernir entre el bien y el mal, se aferran agónicamente a cualquier esperanza de redención, por mínima que sea. Como el hombre-masa descrito por Ortega y Gasset, estos individuos son seres humanos primarios, burdos y ásperos, carentes de educación y cultura. Juan José, junto con otros personajes como Rosa, Paco, Isidra y Toñuela, se encuentran atrapados en un ciclo interminable de sufrimiento y resignación, donde la dignidad humana es sacrificada en aras de la supervivencia.

Resulta pertinente destacar cómo Pablo Sorozábal, conocido por sus célebres zarzuelas como La tabernera del puerto o La del manojo de rosas, se sumergió en la creación de esta ópera con una dedicación obsesiva que abarcó once años de su vida. En sus propias palabras, Juan José fue su principal labor, marcada por desafíos y desalientos, pero también por una convicción inquebrantable en la calidad de su obra. La travesía hacia la luz de los escenarios estuvo plagada de obstáculos. El músico donostiarra luchó incansablemente por el estreno de esta ópera, que no pudo presenciar, enfrentando la incomprensión de las autoridades culturales de la época y la indiferencia del público hacia la música española. La terminó en 1968 y tuvo un conato de estreno en 1979 que resultó fallido. El 21 de febrero de 2009 se presenta finalmente en San Sebastián, pero en versión de concierto, y no es hasta siete años después cuando se estrena la versión escénica en este teatro. Ahora tenemos la oportunidad de presenciarla de nuevo gracias a la primera reposición.

La música de Sorozábal es una amalgama de emociones profundas y expresiones musicales eclécticas que complementan magistralmente la intensidad de la trama y la crudeza de los personajes. A lo largo de la obra, el maestro y compositor logra capturar la esencia del Madrid de finales del siglo XIX a través de su partitura, creando una atmósfera sonora que refleja fielmente el contexto social y emocional de los protagonistas. Con una paleta musical diversa, Sorozábal fusiona elementos del género lírico con influencias del verismo, dotando a la música de una autenticidad emocional que resuena en cada acorde. Desde las melodías melancólicas para acompañar los momentos de aflicción hasta los pasajes más enérgicos con la lucha y la determinación de los personajes, la música se convierte en un componente vital de la narrativa, enriqueciendo cada escena con su poder evocador.

A través de su composición, el autor de Katiuska o Entre Sevilla y Triana logra transmitir la complejidad de los personajes y las emociones que los impulsan, creando una conexión íntima entre la música y la trama. Sus arreglos orquestales cuidadosamente elaborados y sus arias emotivas dan vida a los conflictos internos y las pasiones desenfrenadas. En cada número musical, Sorozábal dosifica cuidadosamente los golpes de efecto para captar la atención del espectador, manteniendo un equilibrio perfecto entre la emoción y la narrativa. Además, utiliza una red de motivos conductores o leitmotivs que estructuran la acción de manera clara y coherente, guiando al público a través de la trama de la obra. Por su parte, la dirección musical de Miguel Ángel Gómez Martínez y la dirección escénica de José Carlos Plaza se entrelazan con maestría para recrear el ambiente sombrío y opresivo. Con la orquesta de la Comunidad de Madrid entregada y una puesta en escena que captura la esencia del Madrid decimonónico, esta producción de Juan José es un tributo merecido a la obra de un compositor visionario.

El reparto compagina magistralmente el talento vocal con la habilidad interpretativa. Cada miembro del elenco se sumerge en su papel con una entrega y pasión que cautiva al público desde el primer momento hasta las ovaciones finales. A la cabeza está Luis Cansino en el papel principal de Juan José. Con una voz notablemente poderosa y una presencia escénica convincente, el barítono madrileño encarna a la perfección al albañil de corazón noble atrapado en las injusticias de su entorno. La principal dificultad, resuelta con acierto, reside en equilibrar la agresividad de su personaje con la amargura y desconsuelo de ver cómo va perdiendo a su amada.

Rosa, interpretada por Carmen Solís, es retratada con una autenticidad impactante, capturando fielmente la complejidad y el carisma de su personaje, descrito por Dicenta como «bella y graciosa hasta el descaro, de libres costumbres y equívoca conducta». La soprano brilla con una interpretación conmovedora y llena de matices. Su voz de calidad y su expresividad emocional hacen que el sufrimiento y la lucha de su personaje sean palpables para el público. Completando el triángulo protagonista está Francesco Pio Galasso como Paco. A pesar de ser una presencia sorprendente en una ópera española, el tenor italiano Galasso demuestra su destreza, calidez vocal y su habilidad actoral al dar vida al antagonista de la historia con una mezcla de arrogancia y falsa humildad.

Por su importancia en el relato, cabe destacar a Belem Rodríguez Mora como Isidra, descrita por Dicenta como alguien «agarrada a su avaricia, a su codicia y a su falta total de humanidad». La mezzosoprano mexicana captura fielmente estas características. Con una actuación llena de matices, logra transmitir la mezcla de mezquindad y chantaje que define a su papel. Toñuela, interpretada en esta ocasión por Alba Chantar, es un personaje que encarna la fragilidad y la ingenuidad en medio de un entorno despiadado. La actuación de esta soprano refleja magistralmente esta dualidad, mostrando la vulnerabilidad y la inocencia de manera conmovedora. Simón Orfila como Andrés, amigo del protagonista, expresa la melancolía y el desaliento que caracterizan a un personaje machista. Además, el bajo-barítono infunde un sentido de dignidad y orgullo herido, revelando capas adicionales de su personalidad y motivaciones. En el último acto, destaca Luis López Navarro en el papel de Cano, un presidiario reflejo del escepticismo, el cinismo y el materialismo que imperan en el entorno desolado de la obra. El también bajo-barítono , destaca su papel como observador distante en el drama humano que se desarrolla a su alrededor.

La construcción escenográfica de Paco Leal, con su atención al detalle y su cuidado por la autenticidad histórica, recrea de manera magistral los espacios urbanos y los interiores domésticos de la época. Desde la concurrida taberna hasta las humildes viviendas de los personajes, cada escenario está meticulosamente diseñado para reflejar las condiciones paupérrimas de vida de la clase trabajadora de la época. La luminotecnia, por su parte, juega un papel crucial en la creación de la atmósfera y el tono de la obra. Leal utiliza la luz de manera creativa para resaltar los momentos clave de la narrativa, enfatizar las emociones de los personajes y crear contrastes visuales que refuerzan la temática de la obra. Ya sea mediante la creación de sombras evocadoras o la aplicación dramática de determinadas escenas, la iluminación añade profundidad y textura a la producción. Quizá sea el único rayo de esperanza en este dramático relato teatral.

Música de Pablo Sorozábal

Libreto basado en la obra de Joaquín Dicenta

Dirección musical: Miguel Ángel Gómez-Martínez

Dirección de escena: José Carlos Plaza

Escenografía e iluminación: Paco Leal

Vestuario: Pedro Moreno

Movimiento escénico: Denise Perdikidis

Dirección de reposición: Jorge Torres

Reparto: Juan Jesús Rodríguez / Luis Cansino, Saioa Hernández / Carmen Solís, Vanessa Goikoetxea / Alba Chantar, María Luisa Corbacho / Belem Rodríguez Mora, Alejandro del Cerro / Francesco Pio Galasso, Simón Orfila, Luis López, Igor Peral, Santiago Vidal, Ricardo Muñiz, Raquel del Pino, Paula Sánchez Valverde, José Manuel Guinot, Jesús Álvarez Carrión

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