Si existe un musical que encapsule la esencia del teatro estadounidense, ese es “Gypsy”. Estrenado en Broadway en 1959, con libreto de Arthur Laurents, música de Jule Styne y letras de Stephen Sondheim, esta obra se ha convertido en un estándar del género, un icono de la Edad de Oro de Broadway. Ahora, bajo la dirección de Antonio Banderas, la producción española de “Gypsy” llega al Teatro Apolo con una puesta en escena que busca equilibrar respeto por la tradición y una visión fresca y audaz.
Basado en las memorias de la legendaria artista de burlesque Gypsy Rose Lee, el libreto es un retrato fascinante del mundo del vodevil en los años 20 y 30, pero sobre todo, es la historia de Rose (Marta Ribera), una madre ambiciosa y posesiva que sueña con convertir a sus hijas en estrellas del espectáculo a cualquier precio. Esta viaja de ciudad en ciudad con sus dos hijas, June (Laia Prats) y Louise (Lydia Fairén), empujándolas al escenario y exigiendo lo mejor de ellas. Mientras June, la niña prodigio, parece destinada al estrellato, Louise, más tímida y sin el talento arrollador de su hermana, queda siempre en la sombra. Sin embargo, cuando June abandona el grupo para buscar su propio camino, Rose traslada toda su obsesión por la fama a Louise, sin prever que esta, con el tiempo, se transformará en la gran e inigualable Gypsy Rose Lee.
Un libreto profundo que desentraña décadas de cambios culturales y personales
El libreto escrito por Arthur Laurents, es una de las piezas fundamentales en la historia del teatro musical. Su estructura dramática presenta una narrativa extensa, llena de matices y evolución de personajes. Estamos ante una historia que se desarrolla a lo largo de varios años y recorre el declive del vodevil y el auge del burlesque, un contexto engarzado en la transformación de sus protagonistas. La mayor fortaleza, reflejada con gran acierto con la traducción de María Ruiz, radica en la construcción de Rose, una madre inquebrantable que proyecta sus frustraciones en sus hijas. Sin embargo, “Gypsy” no es solo su historia; es un relato coral donde cada personaje tiene un arco de desarrollo significativo. A su lado, Louise pasa de ser una niña invisible para convertirse en la sofisticada Gypsy Rose Lee, una transformación que da sentido a toda la obra.
El libreto de Laurents es largo y ambicioso. A diferencia de otros musicales más compactos, aquí se nos presenta una historia con múltiples fases. En algunos momentos, especialmente en el primer acto, la insistencia en los ensayos y giras de las hermanas puede alargar la acción, ralentizando el avance dramático. También hay pasajes que se detienen en exceso en ciertos conflictos internos de los personajes, lo que, si bien aporta profundidad, puede resultar reiterativo. Aun así, este riesgo es inherente a la grandeza de la obra. “Gypsy” no busca ser un musical de mero entretenimiento, su objetivo es sumergirnos en la psique de sus personajes y en la transformación de un mundo en decadencia. En este sentido, el texto logra encapsular con gran fidelidad la esencia del vodevil y su declive, el ambiente de las compañías ambulantes y la transición hacia un espectáculo más comercial y sexualizado como el burlesque.

Una dirección precisa que explora la vulnerabilidad de sus personajes
La dirección de Antonio Banderas destaca por su enfoque detallado y personal, equilibrando la fidelidad a la esencia original del musical con una visión fresca y renovada. Desde su llegada al teatro musical (“A Chorus Line”, “Company”), Banderas ha demostrado un sólido conocimiento del género y un talento especial para manejar las complejidades emocionales de sus personajes. En “Gypsy”, esta habilidad se refleja en la construcción cuidadosa de cada escena y en el manejo de un elenco que abarca tanto a jóvenes promesas como a actores con más trayectoria. Uno de los grandes logros del director malagueño es la forma en que ha diseñado el desarrollo de los personajes, especialmente el de Rose. Su batuta permite que cada fase del personaje se despliegue de manera orgánica, haciendo de su transición de madre dominante a figura vulnerable como un proceso natural y profundo. La relación entre Rose y sus hijas, especialmente con Louise, se va desarrollando en capas, intensificando la tensión emocional del relato.
La música como catalizador esencial para intensificar la evolución emocional de la trama
La partitura de “Gypsy”, con música de Jule Styne y letras de Stephen Sondheim, es una de las más brillantes del teatro musical. Su genialidad reside en cómo se adapta a la acción, alternando entre distintos estilos según el momento narrativo. Uno de sus mayores aciertos, potenciados gracias a la minuciosa atención de Banderas, es la fusión de música diegética y extradiegética. Canciones como “Baby June y sus repartidores de periódicos” o “Voy a entreteneros” forman parte del propio espectáculo dentro de la historia, mientras que “No te librarás de mí” o “Se abre un camino de rosas” emergen de los sentimientos de los personajes, intensificando su desarrollo emocional. En el primer acto, predominan los números de vodevil, con ritmos pegadizos y estructuras repetitivas que reflejan la insistencia de Rose en moldear a sus hijas como estrellas infantiles. Sin embargo, en la segunda mitad, cuando Louise toma el protagonismo y se convierte en Gypsy Rose Lee, el sonido se vuelve más sofisticado y sensual, con arreglos de jazz en temas como “Voy a entreteneros”. Finalmente, “El turno de Rose”, el gran monólogo musical de Rose, adopta un tono casi operático, con una orquestación intensa y dramática que marca su caída emocional. La dirección musical de Arturo Díez Boscovich aporta una lectura vibrante y precisa de la partitura. Bajo su batuta, la orquesta Larios Pop del Soho equilibra la grandiosidad del vodevil con la intimidad de los momentos más introspectivos. Su enfoque logra que cada número fluya con la acción, potenciando la narrativa sin perder la espectacularidad musical.

Coreografías que narran más que una simple exhibición de talento
Otro de los grandes aciertos de esta producción es el trabajo coreográfico. Las coreografías originales de Jerome Robbins, adaptadas con precisión por Borja Rueda, mantienen su impacto y se integran de forma natural en la obra. Banderas supervisa su ejecución, asegurando que sean impecables tanto técnica como narrativamente. Más que simples exhibiciones de talento, los números coreográficos reflejan la evolución de los personajes. En “Sólo me falta la chica”, Tulsa (Aaron Cobos) expresa su ambición de independencia con una coreografía vibrante. “Voy a entreteneros” marca la transformación de Louise en Gypsy Rose Lee con gestos medidos al detalle, mientras que “Invéntate un toque” aporta humor y dinamismo con el impecable trabajo del trío de strippers. El cuerpo de baile, por su parte, brilla con movimientos vistosos y perfectamente sincronizados, reforzando la energía del espectáculo.
Un elenco sobresaliente que logra conectar emocionalmente con el público
El éxito de esta producción recae en gran parte en su elenco, con brillantes interpretaciones que van más allá de la mera ejecución técnica, logrando una conexión emocional con los presentes. Marta Ribera asume el titánico papel de Rose, uno de los personajes más complejos del teatro musical. Su interpretación combina una energía arrolladora con una vulnerabilidad latente, logrando que el público oscile entre la admiración y la compasión. Su gran momento llega en “El turno de Rose”, donde despliega una fuerza vocal e interpretativa impresionante. Sin duda alguna, es una de las mejores actrices del teatro musical actual. Lydia Fairén ofrece una Louise/Gypsy de evolución impecable. Desde la inseguridad inicial hasta la sofisticación de Gypsy Rose Lee, su transformación es totalmente creíble y matizada. Su interpretación de “Voy a entreteneros” es un punto de inflexión que muestra su cambio definitivo de niña tímida a estrella con dominio del escenario.
Por su parte, Carlos Seguí, en el papel de Herbie, aporta una gran calidez, bonhomía y humanidad. Su química con Ribera es fundamental para equilibrar la agresividad de Rose con un contrapunto tierno y comprensivo. Laia Prats, como June, refleja con gran energía el carácter de la hija prodigio que se resiste a ser una marioneta de su madre. Su interpretación de “Si mami se casa” es fresca y llena de carisma. Mención especial merece Aaron Cobos como Tulsa, quien en “Sólo me falta la chica” deslumbra con una coreografía impecable y un carisma arrollador. El resto del elenco, desde las experimentadas strippers hasta el dinámico ensamble, completa un reparto sólido y entregado. La conjunción de estas interpretaciones refuerza la intensidad emocional del musical, asegurando que Gypsy brille, además de por su puesta en escena, por la calidad de sus actores.
La construcción escenográfica, diseñada por Alejandro Andújar, apuesta por la eficacia y el simbolismo a través del uso predominante de telas, que evocan tanto los bastidores de un teatro ambulante como el velo entre la realidad y el espectáculo. Estas telas no solo sirven como elementos decorativos, funcionan como transiciones narrativas, desplegándose y reconfigurándose para reflejar la evolución de los personajes y del propio mundo del vodevil al burlesque. La integración con la videoescena de Joan Rodón y Emilio Valenzuela y las creaciones visuales pictóricas de José Luis Puche añade una capa de profundidad al montaje. Imágenes proyectadas sobre los telones refuerzan la atmósfera nostálgica y teatral de la obra, creando una fusión entre lo tangible y lo ilusorio. Este juego visual permite que la escenografía, sin recurrir a grandes estructuras, sea dinámica y altamente evocadora, contribuyendo a la inmersión del espectador sin distraer de la esencia del relato.

Dirección: Antonio Banderas
Dirección Musical: Arturo Díez Boscovich
Libreto: Arthur Laurents
Música: Jule Styne
Letras: Stephen Sondheim
Coreografía: Borja Rueda / Jerome Robbins
Traducción del libreto: María Ruiz
Traducción de letras: Roser Batalla
Reparto: Marta Ribera, Lydia Fairén, Carlos Seguí, Laia Prats, Aaron Cobos, Carmen Conesa, Marta Valverde, Sonia Gascón, Lorena Calero, Chemari Bello, Paco Morales, Hugo Ruiz, Marina Albaiceta, Andrea Buret, Óscar Bustos, Paula Díaz, Marina Espíldora, Bella Exum, María Gago, Jesús González, Javier Manente, Marcos Olano, Begoña Álvarez, Rita Barber, Andrés Navarro, Germán Torres, Diana Bonafau, Andreu Mauri, Ana Domínguez, Olivia la Perraca.
Diseño de escenografía: Alejandro Andújar
Diseño de vestuario: Antonio Belart / Rafael Garrigós
Diseño de iluminación: Juan Gómez-Cornejo / Carlos Torrijos
Diseño de sonido: Jordi Ballbé
Diseño de vídeo y videoescena: Joan Rodón / Emilio Valenzuela
Creaciones visuales pictóricas: José Luis Puche
Diseño de caracterización: Laura Rodríguez
Coreografía de claqué: Maria Bossy
Dirección de casting: Marc Montserrat-Drukker