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Año VIIINúmero 377
06 NOVIEMBRE 2024

Shakespeare en 97 minutos: Irresistible travesía cómica entre risas y sonetos

Imagen de una escena de la obra
Imagen de una escena de la obra

En el fascinante mundo del teatro, la innovación y la originalidad son cualidades que siempre se reciben con brazos abiertos. En una época en la que las representaciones de las obras de William Shakespeare suelen ser extensas y llenas de diálogos, esta obra sorprende y deleita al público al condensar la esencia de los textos más icónicos en un ágil y emocionante viaje en el Teatro Marquina. Si eres un amante de Shakespeare, te encantará descubrir cómo se despliegan sus obras de manera inesperada y cómica. Pero, incluso si no eres fanático, prepárate para ser conquistado por el encanto y el ingenio en 97 minutos.

Esta producción de beon. Entertainment en colaboración con Summum Music es una obra teatral hilarante creada por los talentosos miembros fundadores de la Reduced Shakespeare Company: Adam Long, Daniel Singer y Jess Winfield. El proyecto comenzó como una versión reducida de Hamlet en California en la década de 1980, y luego se expandió para incluir otros textos de Shakespeare. Después de su éxito en el Festival Fringe de Edimburgo, la obra se presentó en el Criterion Theatre de Londres durante nueve años consecutivos, ganándose el reconocimiento como una de las comedias teatrales más ingeniosas y duraderas. Los espectadores son invitados a un viaje frenético y cómico a través del vasto legado teatral del poeta de Stratford. La trama sigue a tres intrépidos actores que se embarcan en una misión aparentemente imposible: representar 37 obras de Shakespeare en tan solo 97 minutos. Lo que sigue es un torbellino de parodias, chistes y situaciones absurdas mientras los actores se sumergen en las obras más icónicas del bardo.

Antes de sumergirnos en la valoración de la representación, es fundamental reconocer el ingenio, la pasión y la innovación de Dario Regattieri, CEO de beon. Entertainment, y una mente maestra detrás de algunos de los musicales más elogiados en el teatro actual como El médico, El tiempo entre costuras o La historia interminable. En esta ocasión, nos sorprende alejándose de los deslumbrantes decorados y los efectos especiales, para apreciar el poder puro de la comedia y la conexión humana en el escenario. Este cambio de rumbo demuestra una comprensión profunda del arte teatral y una valentía para desafiar las convenciones, presentando una experiencia escénica que se enfoca en el corazón de la actuación: la habilidad para hacer reír. La audacia de esta elección merece aplausos, ya que demuestra la versatilidad y la creatividad inagotable de Regattieri como creador teatral. Con estas bases sólidas y una visión innovadora, nos encontramos ante la promesa de una experiencia teatral única y auténtica. Con el telón levantado para Shakespeare en 97 Minutos, estamos listos para presenciar el resultado de esta audaz aventura.

Una de las esencias es su capacidad para desmitificar a Shakespeare, llevándolo de vuelta a las masas de una manera que es accesible y, sobre todo, hilarante. La obra logra despedir la solemnidad que a menudo rodea al escritor, permitiendo que los espectadores se sumerjan en su legado sin sentirse abrumados por su grandeza. Un divertido, juguetón y respetuoso homenaje al dramaturgo inglés, destinado tanto a los devotos admiradores como a aquellos que no están familiarizados con su obra. Como bien indica el propio Regattieri: “Esta es una muestra más de que el teatro puede ser educativo y divertido al mismo tiempo, así como versátil y accesible”. El libreto nos presenta una lectura enrevesada y confusa de los diálogos, combinados con situaciones que rayan en lo absurdo y el ingenio puro. Desde parodias con el formato de programas de cocina hasta recitaciones al revés, cada momento es una sorpresa cómica que mantiene al público riendo a carcajadas.

La dirección recae en Sebastián Prada, un director escénico, productor, actor y docente argentino con largo recorrido internacional de más de 23 años. Sin embargo, a pesar de su vasta experiencia, la obra presenta un desafío complejo: mantener el tono cómico de principio a fin. La premisa de hacer que los actores se rían de sus propios papeles y de la obra misma es audaz, pero, en este caso, el resultado puede ser un arma de doble filo. Por un lado, resulta hilarante y entretenido ver cómo los actores entran y salen de sus personajes, pero por otro la falta de equilibrio entre la comedia genuina y la autoparodia me resultó excesiva alargándose innecesariamente.

Otro de los retos a los que se enfrenta este director, actualmente parte de beon. Entertainment, es transformar el caos escénico en una experiencia teatral cuidadosamente orquestada. Prada demuestra una precisión asombrosa en los tiempos cómicos, un profundo estudio de los elementos teatrales utilizados y una coordinación y organización excepcionales en medio de la aparente locura. La capacidad para guiar a los actores a través de una obra tan dinámica y rápida, donde los personajes y las escenas se suceden vertiginosamente, revela una comprensión profunda del arte teatral y un dominio técnico impresionante. Cada movimiento, cada línea y cada gesto parecen estar meticulosamente coreografiados, lo que indica una planificación minuciosa y un trabajo arduo detrás del escenario. Es esta atención al detalle y la capacidad para mantener el control en medio del caos lo que permite que la obra funcione tan bien. La habilidad para equilibrar la extravagancia cómica con una precisión técnica impecable es una hazaña digna de elogio y, sin duda, contribuye significativamente a esta memorable experiencia teatral.

La destreza actoral es palpable en cada escena, con los actores llevando a cabo cambios rápidos de personajes y obras con una facilidad asombrosa. La química entre ellos es innegable, creando un flujo perfecto de comedia que hace que cada línea, por enrevesada que sea, se entregue con precisión y humor contagioso. Diego Molero, Héctor Carballo y Martín Gervasoni no solo dan vida a una miríada de personajes, sino que lo hacen con una versatilidad actoral impresionante. Su habilidad para cambiar rápidamente de roles, adaptando sus voces, gestos y expresiones a cada personaje, es verdaderamente notable.

La exigencia física de este espectáculo, que implica una sucesión frenética de escenas y cambios de personajes, pone a prueba su resistencia y habilidad, y sin embargo, demuestran una desenvoltura asombrosa en cada momento. Son ellos quienes crean la comedia, infundiendo cada personaje con un humor distintivo y llevando a la audiencia en un viaje cómico inolvidable. En esta travesía por las obras de Shakespeare, las contribuciones visuales son esenciales para enriquecer la experiencia teatral. Las transiciones de video, cuidadosamente diseñadas por Iván Vergara, se convierten en un elemento fundamental para situar al público en la acción, al igual que el diseño de iluminación a cargo de Sebastián Prada y Manuel Chávez.

Además de su desenvoltura escénica, Molero, Carballo y Gervasoni, gracias a la cuidada caracterización de Sara Fernández, también se destacan por su habilidad para entrar y salir de sus personajes con facilidad, lo que añade una capa adicional de profundidad a sus interpretaciones. Dicho de otro modo, la magia reside en la habilidad de estos actores para equilibrar la escasez de recursos con ingenio y creatividad. Estos actores no solo encuentran humor en las dificultades, riéndose de las limitaciones y desafíos, sino que también lo utilizan como una oportunidad para desplegar su creatividad al máximo. Los monólogos y soliloquios se convierten en momentos destacados, donde las frases complejas se pronuncian con una elocuencia impresionante, capturando la esencia del legado shakesperiano. Su interacción con el público es igualmente impresionante, logrando una conexión auténtica y juguetona que eleva la experiencia teatral a un nivel superior. En definitiva, son la destreza, la energía contagiosa y la habilidad para crear momentos cómicos genuinos lo que hace que la actuación de este trío sea simplemente brillante.

 

Una experiencia teatral fascinante que captura la esencia del bardo y reinventa lo clásico con un humor fresco, audaz e inigualable gracias a la versatilidad y genialidad de los actores, a una inteligente dirección y a una sensacional producción. Todo con Shakespeare en 97 minutos

 

Una obra de Adam Long, Daniel Singer y Jess Winfield

Producción ejecutiva: Dario Regattieri

Dirección: Sebas Prada

Reparto: Martín Gervasoni, Diego Molero y Héctor Carballo

Regidor: Juanjo Sánchez

Vídeo: Iván Vergara

Utilería: Marcos Olivares

Diseño de vestuario: Pier Paolo Álvaro

Caracterización: Sara Fernández

Iluminación: Sebastián Prada y Manuel Chávez

Sonido: Ricardo Márquez

Ayudante de sonido: John Edward Quintero

 

 

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