El teatro, como espejo de la sociedad, tiene la capacidad de subvertir los mitos que durante generaciones han definido nuestra concepción del mundo. “No me toques el cuento” se atreve a hacer precisamente eso: desmitificar los relatos idílicos de las princesas Disney para revelar las grietas ocultas tras su aparente perfección. Bajo la dramaturgia y dirección de Olivia Lara y la producción de la compañía Teatroz, la obra se plantea como una comedia irreverente que, con frescura y desparpajo, revisa los arquetipos femeninos impuestos por el cine infantil.
Las princesas que crecimos admirando han decidido contar su propia versión de la historia. Ya no hay finales felices garantizados ni príncipes que salven el día. En esta comedia, el clásico “vivieron felices y comieron perdices” se pone en duda cuando descubrimos qué ocurrió después de los créditos finales de sus películas. Para ello, el texto propone una premisa potente: ¿qué ocurre después del «felices para siempre»? La respuesta se nos presenta a través de cuatro princesas icónicas: Bella (Olivia Lara), Blancanieves (Carmen Calle), Cenicienta (Isabel Morán) y Aurora (Masi Rodríguez). Estas versiones desencantadas de los cuentos clásicos nos interpelan con una comicidad ácida, donde la sátira es el vehículo para hablar de feminidad, amor romántico y presión social.
La dramaturgia de Olivia Lara se construye sobre una estructura ágil, basada en escenas que combinan diálogos mordaces, momentos de humor absurdo y canciones originales que refuerzan el tono de la obra. La irreverencia es su sello y el lenguaje fresco y directo conecta rápidamente con el público, apelando a la complicidad de una generación que ya no cree en príncipes azules ni finales predestinados. Sin embargo, aunque la obra tiene una premisa potente y una ejecución ingeniosa, su desarrollo a veces peca de dispersión. El texto avanza con un ritmo dinámico, pero la construcción de su narrativa por momentos se siente episódica, con escenas que funcionan de manera individual pero no siempre encajan en un arco dramático sólido. La comedia se impone sobre la profundidad, y aunque se introducen reflexiones sobre la presión social, la salud mental y el amor romántico, estas no terminan de calar con la contundencia que podrían. El mensaje feminista es evidente, pero en algunos puntos se desliza hacia el panfleto, prefiriendo el chiste de impacto antes que el desarrollo de un discurso más elaborado. No obstante, el libreto logra su propósito principal: desafiar la imagen edulcorada de las princesas clásicas y trasladarlas a un contexto donde las mujeres ya no aceptan roles impuestos.
La puesta en escena es un reflejo de su espíritu gamberro y dinámico. La escenografía y el vestuario juegan con la iconografía clásica de los cuentos de hadas, pero la retuercen con ingenio para trasladarnos a una versión más desencantada y contemporánea de estas princesas. El espacio escénico se adapta a la fluidez del guion, permitiendo transiciones rápidas entre escenas sin perder el ritmo vertiginoso que la obra exige. Uno de los grandes aciertos del montaje es la integración de la música, que lejos de ser un simple adorno, se convierte en un elemento narrativo fundamental. Las composiciones originales de Shadday López, Olivia Lara e Isabel Morán son uno de los puntos más sólidos de la propuesta, aportando no solo frescura y entretenimiento, sino también momentos que elevan la historia y el desarrollo de los personajes. A esto se suma el impecable trabajo de producción musical y arreglos a cargo de Gerard Rodríguez y Carlos Clerencia, quienes consiguen un sonido cuidado y profesional que potencia el espectáculo. Las canciones sirven para reforzar el tono paródico y lograr momentos memorables gracias a su humor afilado y a letras que encapsulan la esencia de cada personaje.
El reparto brilla por su entrega y complicidad en escena. Las actrices, además de demostrar una gran vis cómica, también exhiben una calidad vocal sobresaliente, aportando carisma y matices a cada personaje. La química entre ellas es evidente y resulta clave para que la obra fluya con naturalidad, manteniendo al público enganchado tanto en los diálogos como en los números musicales.
Olivia Lara (Bella), prisionera de su propia imagen y de la exigencia de la perfección, logra una interpretación equilibrada entre la seguridad superficial y la fragilidad interna de su personaje. Su humor mordaz y su control escénico la convierten en uno de los pilares del montaje, mientras que su destreza vocal añade una capa extra de profundidad a la protagonista. Seguidamente, Carmen Calle (Blancanieves), víctima de la bipolaridad y la farmacodependencia, se luce con una actuación vibrante y sin miedo al exceso. Su interpretación de una princesa caótica y descontrolada es una de las más explosivas del reparto, combinando comicidad y desparpajo con una energía contagiosa que arranca carcajadas.
Isabel Morán (Cenicienta), harta de los zapatos de cristal y de su destino de doncella resignada, aporta un gran sentido del ritmo cómico. El personaje transita entre el pragmatismo y el empoderamiento, ofreciendo una interpretación carismática y con gran presencia escénica. Su número musical es excelente, dotando a su “Ceni” de una fuerza y determinación que contrastan con el arquetipo clásico. Por último, Masi Rodríguez (Aurora), quien, lejos de su encanto de bella durmiente, padece narcolepsia y se confunde entre sueño y vigilia, juega con un humor absurdo que funciona muy bien en escena. La capacidad para oscilar entre la confusión y la lucidez da a su personaje un aire único dentro del grupo, logrando algunos de los momentos más originales y surrealistas de la obra.
Con un elenco entregado, una puesta en escena vibrante y un apartado musical sobresaliente, este espectáculo se erige como una divertida bofetada a los cuentos de hadas, demostrando que, en el siglo XXI, las princesas ya no esperan a ser rescatadas… se salvan solas y, además, lo hacen cantando. Y si te ha fascinado esta reinvención, no puedes perderte su contraparte, “Ya me has tocado el cuento”, que pone el foco en los príncipes, explorando sus propias crisis y cuestionando los mitos que también los han definido.
Dramaturgia y dirección: Olivia Lara
Reparto: Carmen Calle, Isabel Morán, Olivia Lara y Masi Rodríguez/Colette Casas
Ayudante de dirección: Isabel Morán
Técnico sonido e iluminación: Juan Barahona
Composición musical: Shadday López, Olivia Lara e Isabel Morán
Producción musical y arreglos: Gerard Rodríguez y Carlos Clerencia
Locuciones: Olivia Lara y Juanma Lara
Vestuario: @Officialdesantiago
Diseño cartel: Juan Barahona
Fotografía: Lalodeho
Producción y distribución: Teatroz
Distribución y producción gira: MPC Management