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Año VIIINúmero 377
10 NOVIEMBRE 2024

Las asambleístas (Las que tropiezan): Asalto al escenario. Feminismo, farsa y comedia

Imagen de una escena de la obra estrenada en Mérida
Imagen de una escena de la obra estrenada en Mérida
“Las asambleístas (Las que tropiezan)” es una obra que, bajo una potente dramaturgia, una dirección dinámica y un reparto excepcional, logra combinar humor y profundidad para ofrecer una reflexión imprescindible sobre el feminismo, la lucha y la reivindicación de los derechos de las mujeres, demostrando que el teatro puede ser a la vez un espacio de risa y una herramienta de cambio social.

El Teatro La Latina acoge una nueva y vibrante propuesta teatral con una revisión contemporánea de la obra clásica de Aristófanes. Esta pieza, producida por el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida junto al Terrat, mezcla humor, crítica social y un poderoso mensaje feminista para desafiar al público a través de la risa y la reflexión. Con un elenco brillante y una puesta en escena dinámica, Troncoso toma como inspiración el texto griego para crear un espectáculo lleno de mordacidad y actualidad, que invita a replantearse las estructuras de poder y género desde una perspectiva innovadora.

La trama sigue a cinco mujeres que, hechizadas por la diosa Némesis, deciden disfrazarse de hombres para infiltrarse en una asamblea donde buscan cambiar las leyes que perpetúan la desigualdad. Para lograrlo, deberán atravesar un bosque lleno de peligros simbólicos durante una única noche. En este recorrido nocturno, las protagonistas se enfrentan a sus propios miedos y traumas, representando cada una un arquetipo de las violencias machistas: desde la dependencia emocional hasta la tiranía doméstica o el acoso sexual.

La dirección y dramaturgia de José Troncoso ofrece una revisión contemporánea y feminista de la célebre comedia de Aristófanes, Las asambleístas (Ecclesiazousai). En el original, escrito en el año 392 a.C., el dramaturgo griego a través del humor y la parodia criticaba los excesos y defectos de la democracia de su tiempo, la ineficacia del sistema político y, aunque de manera ambigua, también introducía una mirada disruptiva sobre el rol de la mujer en la sociedad. Sin embargo, Troncoso toma esta obra clásica simplemente como un punto de partida, más que como un marco narrativo a seguir al pie de la letra. Si bien la inspiración aristofánica es clara, el también actor y Licenciado en Bellas Artes por la Facultad de Sevilla expande la base original para crear una propuesta mucho más aguda y radical, centrada en la lucha feminista y las injusticias que las mujeres continúan enfrentando en el siglo XXI. Su enfoque no se limita a la crítica política o democrática que hacía Aristófanes; más bien, toma las estructuras patriarcales de fondo y las convierte en el núcleo de su denuncia, trayendo al escenario temas como la violencia de género, la opresión doméstica, la sexualización de los cuerpos femeninos y la brecha laboral.

En lugar de proponer una utopía política como en la obra de Aristófanes, Troncoso sitúa a sus personajes en un recorrido simbólico y emocional. El bosque que las mujeres deben atravesar es una metáfora del camino hacia la conciencia feminista, lleno de obstáculos y miedos no solo provenientes de la sociedad externa, sino también de sus propias creencias y limitaciones internalizadas. Así, el dramaturgo toma prestados elementos de la tradición del teatro griego, como el uso de disfraces, la inversión de roles de género y el espacio público como lugar de acción política, pero los adapta a las necesidades y urgencias del presente.

El libreto de José Troncoso destaca por su mezcla hábil de comedia popular con un mensaje contundente. El autor y director de “Las Princesas del Pacífico”, “Lo Nunca Visto” o “La noria invisible” emplea el lenguaje de la farsa, con gags y juegos verbales, para disolver las barreras entre lo trágico y lo cómico, mientras obliga a la audiencia a confrontar temas dolorosos como la violencia de género y las normas patriarcales. A pesar del tono festivo y ligero, la obra no evita los golpes directos a la conciencia, logrando un equilibrio entre la risa y la incomodidad. Es en esta dicotomía donde reside la genialidad del texto: cada chiste lleva consigo una carga crítica, y cada carcajada, una reflexión. El diálogo mordaz, sin eufemismos, hace que el público sea cómplice de la protesta que lideran las asambleístas.

En cuanto a la dirección, Troncoso apuesta por una puesta en escena que potencia lo simbólico del recorrido a la asamblea, transformando el escenario en un espacio liminal, lleno de sombras y reflejos que representan los miedos internos de las protagonistas. El uso de la luz y el movimiento refuerzan esta idea, creando un ambiente casi onírico al contrastar con la crudeza de los temas tratados. El director convierte al público en esa asamblea final soberana que decidirá el destino de las leyes, subrayando así la idea de que el cambio social depende de la implicación activa de todos. Troncoso dirige con precisión, manejando los tiempos cómicos con destreza y sacando el máximo partido del talento de sus actrices. Cabe destacar varios momentos musicales donde las protagonistas, a través de frases a modo de consignas, oxigenan la representación y aportan pausas líricas para contrarrestar el ritmo frenético de la comedia. Estos instantes, casi rituales, ofrecen respiros cargados de significado, donde las voces femeninas se unen en una suerte de coro que evoca tanto la tradición del teatro griego como el poder de la palabra colectiva. Estas intervenciones musicales, cuidadosamente intercaladas, no solo aportan un aire de solemnidad, refuerzan el carácter reivindicativo y poético de la obra, recordando que, en medio del caos y la lucha, siempre hay espacio para la reflexión y la esperanza.

Cada una de las intérpretes encarna a un arquetipo de mujer oprimida por una sociedad patriarcal, y lo hace con una entrega total; pues, en manos menos hábiles, podrían haberse quedado en simples estereotipos. Lacia, interpretada por Pepa Zaragoza con una mezcla de fragilidad y resistencia, encarna a la mujer atrapada en una relación tóxica. Su actuación logra que el público empatice con la complejidad de su dependencia emocional, sin caer en la victimización. Lanzada en manos de Maite Sandoval, en cambio, aporta energía y vitalidad a la obra, reivindicando con su actuación el derecho a la libertad corporal y a la sexualidad sin temor al juicio o la agresión. Es un personaje rebosante de vida, y su interpretación invita a la reflexión sobre los derechos fundamentales. Por otro lado, Serviciala, la sumisa ama de casa, interpretada por Rocío Marín, se enfrenta a la opresión cotidiana y doméstica con una interpretación contenida y dolorosa que contrasta con la comicidad del personaje. Su transformación durante el recorrido nocturno es de las más conmovedoras, revelando la profundidad emocional detrás de su aparente conformidad.

Gabriela Flores al frente de Geométrica, con su rígido apego a las normas sociales y religiosas, aporta momentos de humor ácido y reflexión crítica sobre el peso de la tradición en la perpetuación de la opresión. Su interpretación, cargada de tensiones internas, añade una dimensión filosófica a la obra. Finalmente, Praxágora, la líder del grupo, es interpretada por Silvia Abril con autoridad y carisma, transmitiendo tanto la determinación como la vulnerabilidad de una mujer que ha decidido cambiar las reglas del juego. Su liderazgo no solo se refleja en sus acciones, sino en su habilidad para unir a las demás, y su actuación se convierte en el corazón de la obra. Comparte protagonismo con Maribel Salas, quien brilla en el papel de la diosa Némesis, encarnando con fuerza y carisma a la deidad de la justicia retributiva. Su interpretación aporta un tono irónico y sagaz, cargado de autoridad, mientras guía y provoca a las protagonistas para que tomen el control de sus vidas y se enfrenten a las injusticias que las oprimen. Salas dota a Némesis de una presencia magnética, combinando humor y gravedad en sus intervenciones, convirtiéndose en el motor catalizador de la trama y recordando al público que la lucha por la igualdad es tanto divina como humana.

El diseño de escenografía de Alessio Meloni crea un escenario cargado de simbolismo, donde el bosque que deben atravesar las protagonistas se convierte en un espacio ambiguo y transformador, lleno de sombras y claroscuros representante de los miedos y desafíos internos de las mujeres. Meloni juega con la geometría, la profundidad y la verticalidad para evocar tanto el peligro como la posibilidad de superación. El diseño de iluminación de Juan Gómez Cornejo juega un papel crucial en la atmósfera de la obra, marcando el paso del tiempo y creando ambientes que van desde lo onírico hasta lo amenazante. La luz actúa como un personaje más, guiando a las protagonistas a través de su viaje y reflejando sus estados emocionales con una precisión casi cinematográfica. Por último, la música de Mariano Marín, envolvente y cuidadosamente integrada en la narrativa, complementa cada escena con un tono que refuerza tanto los momentos cómicos como los dramáticos. Sus composiciones logran una conexión emocional con el público, dotando de ritmo y dinamismo a los pasajes más intensos de la obra.

Dramaturgia y dirección: José Troncoso

Ayudante de dirección: Jesús Lavi

Reparto: Sílvia Abril, Gabriela Flores, Rocío Marín, Maite Sandoval, Maribel Salas y Pepa Zaragoza

Diseño de escenografía: Alessio Meloni

Diseño de vestuario: Pier Paolo Alvaro

Diseño de Iluminación: Juan Gómez Cornejo

Música: Mariano Marín

Coreografía: Nuria Legarda

Diseño de maquillaje y peluquería: Chema Noci

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Amaranta Osorio