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Año VIIINúmero 377
06 NOVIEMBRE 2024

Hechos y Faltas: Una crónica teatral tras la búsqueda de la verdad

Cuando pisamos por primera vez la Facultad de Ciencias de la Información aspiramos a ser Ryszard Kapuscinski para contar “la verdad”. Como si fuera un objeto que podemos palpar y transmitir su contenido. Con el tiempo nos vamos dando cuenta de que el concepto de verdad, entendido como la  realidad de los hechos, es múltiple y, en ocasiones, equívoco. Esto implica que la búsqueda de la verdad requiere de un proceso de reflexión y análisis constante. Por supuesto que este es solo un enfoque constructivista, aunque desde mi punto de vista el objetivo debe ser aproximarnos asintóticamente a ella. Dicho lo cual, si desean profundizar sobre este y otros conceptos en un ambiente agradable deben acudir al Teatro Pavón.

El libreto de Jeremy Kareken, David Murrell y Gordon Farrel nos sitúa en la redacción de una prestigiosa revista neoyorquina. En ella el reputado autor John D’Agata (Antonio Dechent) ha escrito una crónica sobre la tasa de suicidios en Las Vegas. Emily (Ángeles Martín), su redactora jefa, encarga al becario, Jim Fingal (Juan Grandinetti) la verificación de hechos. En este trabajo, el joven redactor va dándose cuenta de que gran parte de estos sucesos se los ha inventado. Lo que comienza siendo una mera tarea de corrección, terminará convirtiéndose en una hilarante historia sobre los límites que separan la libertad narrativa de la ficción.

Tan solo con leer la breve sinopsis y el título de la representación, invita a conocer más del texto y de sus personajes. Por tópico que parezca, no se me ocurre nadie mejor para versionar esta obra que Bernabé Rico, a mi juicio uno de los adaptadores y directores más lúcidos del panorama teatral actual. Como en casi todas sus producciones, encontramos los ingredientes para convertirlas en todo un éxito: emoción, intriga, reflexión, suspense y un final abierto e inesperado. Como nos tiene acostumbrados (La Culpa, Muñeca de Porcelana, Razas u Oleanna), y este trabajo no es una excepción, disecciona con inteligencia y atino la obra original para trasponerla de un modo claro. En Hechos y Faltas no solo presenta una trama intrigante, sino que también plantea preguntas profundas sobre la veracidad, la realidad y la interpretación, cuestiones que resuenan en el mundo de la comunicación en cualquier parte del mundo. Con diálogos inteligentes, ágiles, llenos de ingenio y agudeza y repletos de observaciones perspicaces sobre el sentido ontológico de la verdad y la naturaleza de la narración, la obra logra equilibrar hábilmente momentos cómicos con reflexiones profundas sobre la ética periodística y el negocio de la comunicación, así como la dictadura de las redes sociales y la autocensura. Con un libreto que plantea preguntas provocadoras y una dirección que mantiene un equilibrio perfecto entre el humor y la seriedad, esta producción ofrece una experiencia teatral enriquecedora y conmovedora.

En una primera lectura Hechos y Faltas nos recuerda que la línea la línea divisoria entre la verdad y la ficción puede ser más tenue de lo que imaginamos, y que la búsqueda de la verdad a menudo implica enfrentar nuestras propias «faltas» en el proceso. Sin embargo, también podemos extraer una lectura más profunda de esta versión de Rico sobre la exploración de las relaciones humanas y las diversas maneras en que enfrentamos los desafíos presentes en nuestras vidas. En su núcleo, la obra se convierte en un estudio de personajes que representa dos enfoques opuestos ante la existencia de un hecho: uno el de aferrarse a la literalidad y otro el de abrazar la flexibilidad para lograr un propósito.

La dirección del propio Bernabé Rico continúa siendo una fortaleza en esta producción, guiando hábilmente a los actores para que exploren la complejidad emocional de sus personajes. La química en el escenario es palpable y agrega profundidad y autenticidad a la narrativa. La puesta en escena se asemeja a una partida de ajedrez o un duelo de esgrima, donde cada movimiento y cada gesto de los actores se convierten en lances dialécticos intensos y estratégicos. El también actor de cine y nominado al Premio Goya a la Mejor Dirección Novel y Mejor Cortometraje Documental construye una coreografía emocional que refleja la lucha intelectual entre los personajes principales. En los setenta y cinco minutos de duración sabe cuándo acelerar el ritmo, como en un rápido intercambio de golpes de esgrima, y cuándo permitir que se desarrolle una conversación pausada y reflexiva, como un juego de ajedrez donde se planean estrategias complejas. Su dirección permite que los actores saquen lo mejor de sus personajes, dando lugar a momentos de tensión y emoción que mantienen al público en vilo hasta el último movimiento. Además, logra tejer una narrativa visual y auditiva envolvente que enriquece la experiencia teatral. Cada gesto, cada mirada y cada pausa son cuidadosamente orquestados para resaltar las complejidades de la trama y de los personajes.

Los encargados de materializar todo lo descrito son tres actores entregados a la causa escénica. Ángeles Martín se adueña del escenario con una presencia magnética que equilibra hábilmente la imagen de Emily, una mujer trabajadora y exigente aunque con vulnerabilidades y dilemas internos que la hacen un personaje aún más fascinante. Su habilidad para interpretar un personaje complejo y multifacético demuestra su talento y versatilidad como actriz. Como árbitro de los otros dos personajes principales, Martín –participante en más de una treintena de obras teatral y otras tantas series televisivas–es el eje en torno al cual gira la trama y su actuación agrega profundidad y dimensión a la historia.

La actuación de Antonio Dechent como John D’Agata es un tour de force que capta con maestría la incontinencia verbal del personaje, su tono condescendiente y su aparente superioridad moral. Este archiconocido actor – participante en algunas de las películas más representativas del cine español y, en especial, del cine andaluz de los últimos años – irradia aires de grandeza a medida que su personaje desafía las normas y se aferra a su visión artística con pasión y determinación. Sin embargo, lo que hace que la actuación sea aún más fascinante es la habilidad de Dechent para mostrar la vulnerabilidad oculta detrás de la fachada de reputado cronista, expresada con violencia y agresividad. Como un globo que se pincha y desinfla, el actor revela los momentos de fragilidad y duda del personaje, añadiendo profundidad a su interpretación.

Juan Grandinetti da vida a Jim Fingal, el becario encargado de comprobar la crónica del escritor. Con gran habilidad, este joven actor argentino personifica el idealismo y la búsqueda inquebrantable de la verdad que caracterizan a su personaje. La actuación de Grandinetti captura la determinación y el sentido del deber de Fingal de manera convincente, haciendo que el público se sienta conectado con su lucha por la verdad. Además, su capacidad para evolucionar y adaptarse a las complejidades de la trama – desde sus primeras apariciones inocentes hasta su transformación en una pieza indispensable en el tablero, convirtiéndose en una especie de pesadilla para los otros personajes – es un testimonio de su destreza actoral.

El diseño de escenografía, a cargo de Leticia Gañán y Curt Allen Wilmer se destaca por su estilo frío y despejado, con una estructura polivalente de aspecto metálico acompañada de escasos elementos. La inclusión de un reloj digital en algunos instantes de la función, no solo simboliza la urgencia del trabajo que deben realizar los personajes, sino que también crea una sensación de claustrofobia emocional. Esta representación visual del tiempo que se agota contribuye de manera efectiva a la atmósfera de suspense y urgencia que impregna la obra, manteniendo al público en vilo y enfocándolo en el creciente dilema ético desarrollado en escena. En última instancia, el reloj se convierte en un elemento simbólico reforzador de la narrativa y tensión dramática. Este diseño minimalista es coherente con el enfoque de Bernabé Rico en sus producciones y enfatiza el clima de tensión de manera efectiva. Este particular ambiente me evocó al de una sala de autopsias, y la similitud es particularmente evocadora, ya que la historia misma se centra en una especie de «autopsia» de la realidad, donde se desentrañan y examinan los hechos y la verdad con precisión quirúrgica. La iluminación fría, de José Manuel Guerra, contribuye a esta sensación de examen meticuloso y despiadado de la realidad.

 

Hechos y Faltas es una obra teatral magistral con una dirección inteligente y aguda y un talentoso reparto sobre los límites que separan la libertad narrativa de la ficción o realidad de la autenticidad

Autores: Jeremy Kareken, David Murrell y Gordon Farrel

Versión y dirección: Bernabé Rico

Reparto: Ángeles Martín, Antonio Dechent y Juan Grandinetti

Diseño de escenografía: Leticia Gañán y Curt Allen Wilmer (AAPEE)

Diseño de vestuario: Pier Paolo Álvaro

Iluminación: José Manuel Guerra

Ayudante de dirección: Vera Conde

Fotografía: Sergio Parra

Dirección de producción: Marisa Pino

Producción ejecutiva: Bernabé Rico

Una producción de TALYCUAL y MEJOR TEATRO

 

 

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