¿En qué momento está Claudio Tolcachir?
Ah, buenísima pregunta. Un temazo. Está buena esa pregunta. Yo estoy reencontrado, te diría. Esa es la primera palabra que me viene. Estoy bastante reencontrado conmigo creativamente, porque más allá de los diferentes trabajos y que, por suerte, tengo el privilegio de poder elegir los trabajos y hacer cosas que me gustan mucho siempre. El año pasado, haciendo Rabia, fue volver a poner el cuerpo en el escenario, volver a armar un proyecto en grupo con Lautaro Perotti, volver a hacer esa gestación que yo suelo hacer en Timbre con mucho tiempo, buscando, investigando hasta encontrar lo que quiero contar. Este creo que fue un primer paso de reencuentro con quién era yo ahora, qué tenía ganas de hacer, de contar. Y ahora este estreno de Los de ahí, que vuelvo a escribir después de siete años y encontrarme con un texto mío y también el trabajo grupal, de escribir para los actores. Armar un grupo de trabajo para ensayar, para improvisar, para probar. Entonces, estos meses, estas semanas en las que tuve, tenía por la mañana los pensamientos de Los de ahí y por la tarde me iba a encontrar con Lora Herrera, Natalia Dicenta, a trabajar, que lo queríamos hacer con mucho tiempo también, el Camino a la Meca. La verdad es que me encontraba asistiendo de un lugar a otro pensando, qué bueno que todo lo que estoy haciendo me gusta y me representa, como palabra fuerte, que lo que haces te representa. Tiene que ver con vos, lo mismo las clases, en Timbre. Seguramente hubo muchos cambios, fui padre, me instalé aquí a vivir, cambiaron muchas cosas del mundo, del país, de mi vida, y creo que estoy pudiendo volcar en la creatividad algo de lo que esta instancia vital mía me conmueve o me cuestiona.
¿Qué diferencias notaste cuando viniste de Argentina aquí a España, sobre todo en la forma de hacer teatro? ¿Qué diferencia hay entre el teatro que se hace hoy en día en Argentina con el que se hace en España?
Mira, yo cuando vine, que será hace casi 20 años, la primera vez que vinimos con Veronese, primero como actor, y con La misión de la familia Coleman, yo creo que sí había un teatro quizás a mi gusto, más formal, con más trascendencia, digamos, y creo que es apabullante, como en este tiempo el teatro español se renovó de nombres, de propuestas, de mezclas, de actores y directores de distintas generaciones, porque yo jamás pensé que el valor esté en la juventud, todo lo contrario, me parece que el valor está en la mezcla. Yo nunca lo sentí para conmigo, como que tenía que venir a cambiar el teatro jamás. Yo siempre fui muy admirador de los que saben hacer las cosas, de lo que han hecho, aprender y luego tratar de ser genuino, de aportar mi propia identidad al trabajo. Pero yo amo mucho conocer un personaje como Lola, como Carmelo Gómez, como Carlos Hipólito o Norma Aleandro, allá, actores, directores que te transmiten una historia viva. Entonces yo creo que ahí el teatro, en España, vivió mucha revolución, mucho cambio, y creo que uno puede ver propuestas muy diferentes hoy, con mucha personalidad, con mucha búsqueda, en muchos teatros muy importantes de las distintas ciudades. Obviamente es maravilloso, es una envidia total, pensándolo desde Argentina, esta posibilidad que tienen aquí. Llevar una misma obra que se estrena en Madrid a recorrer todo el país es algo que hay que defender con uñas y dientes, que no se pierda, porque es realmente el sentido del teatro, que va a cada lugar, que el público de cualquier ciudad, cualquier pueblo, pueda ver la misma función, con la misma calidad en su estreno. Eso es lo que hablamos mucho nosotros en el armado de las producciones. En Argentina quizás lo que pasa ahora es que sigue existiendo la resistencia del teatro independiente, que es quizás lo que menos hay aquí, la figura del teatro independiente, que es de donde vengo yo, que es hacer teatro en una nave, en un sótano, en una casa, esto aquí no tiene demasiado desarrollo, pero sí me parece que hay muchos espacios en donde uno puede, de pronto, proponer o armar un proyecto. En Argentina hoy la producción de teatro está absolutamente debilitada porque hay una crisis económica muy grande y también hay un ataque muy directo hacia todo lo que puede llegar a ser la cultura, teatro, cine, danza, literatura, lo que fuera, está recibiendo un ataque intencional y muy directo.
Cuando llegas aquí a España, conoces un poco la escena española, qué se está moviendo en el mundo teatral en España. ¿Quién te llama poderosamente la atención? ¿Algún director, algún actor, alguna actriz?
Yo creo que acá los actores son descomunales. Yo he trabajado acá con actores con talento, es verdad que tuve mucha suerte, pero realmente si yo visito los elencos con los que pude trabajar, Carlos Hipólito, Gloria Muñoz, Alicia Borrachero, Daniel Grau, Carmelo Gómez, ahora Lola Herrera, es decir, he trabajado con actores alucinantes. Y después tuve la suerte en Timbre, en la escuela, poder hacer seminarios con actores, de conocerlos en el laboratorio, porque una cosa es ir a verlos a una obra de teatro y otra cosa es verlos, probar, ensayar, hacer ejercicios, y es hermoso. A mí me sirve mucho, por ejemplo, en este elenco, en Los de ahí, tres actores salieron del aula de Timbre y para mí es hermoso haberlos podido conocer ahí como actores. Lo mismo Natalia Dicenta que fue mi camino a Lola Herrera, también la pude conocer en el aula de Timbre. Es como un espacio que a mí me permitió conocer y descubrir una cantidad de actores que también sienten, creo que ellos sienten ahí un espacio de oxígeno de prueba, de revitalización que es muy bueno.
Después, muchos directores. Me encanta Sanzol, Miguel del Arco, Nao Albet y Marcel Borràs. Ellos me vuelven loco. Me encantan. Son mis favoritos. Me divierten mucho porque, la verdad, es que se van a un vuelo que me produce mucha admiración. Yo creo que lo que más me gusta, lo que más valoro, es lo genuino. Cuando siento que algo no es estratégico o no está pensado para vender o para bajar una línea. José Troncoso me parece que hace cosas que son interesantes. La Zaranda es un grupo que siempre he amado desde Argentina. Bueno, seguramente me olvido de muchos que me encantan. Son propuestas muy diferentes. Y eso es muy hermoso. Pero sí, yo creo que valoro lo genuino. Cuando sentís que alguien hace algo, es lo que necesita hacer, lo que tiene que ver con su búsqueda, y no la especulación.

Claudio, has pasado por el Teatro Bellas Artes de Madrid en tu doble faceta de actor y director. El espectáculo que protagonizaste se titula Rabia. ¿Qué nos cuenta Rabia?
Rabia nace de una novela de un autor argentino que se llama Sergio Vicio, que creo que es de las novelas más alucinantes que he conocido en mi vida. Desde que la leí, ya hace más de 15 años, siempre se transformó en una obsesión y en algún momento tuve como la revelación de que eso podía ser teatro, de que eso tenía que ser un monólogo. Después, un poco a la inducción de Juan Mayorga que me sugirió que yo además de adaptarla y de dirigirla que yo la actuara, me había conocido como actor en algunas obras, y la verdad que se volvió un proyecto muy desafiante porque era todo nuevo. Adaptar una novela que nunca lo había hecho, codirigir con Lautaro Perotti que nunca lo había hecho, estar solo en el escenario que nunca lo había hecho, y mucho menos aquí en España. Pero me daba mucha tranquilidad el hecho de que contar este cuento, contar esta historia, era algo que yo había hecho siempre. Cuando yo me encontraba con alguien que no había leído la novela, yo automáticamente me ponía a contársela y encontraba mucho placer en esa tarea. La novela es de una originalidad entre el thriller, que es algo muy difícil en el teatro, entre el thriller, la evolución existencial de un ser que, por motivo policíaco se esconde en una mansión en donde trabaja su pareja, en una mansión, y permanece escondido ahí para que no lo encuentren. Nadie sabe que está ahí, ni siquiera su pareja, y empieza a desarrollar su vida a escondidas, y eso a mí siempre me pareció súper interesante, cómo aprender a vivir a contraturno en la oscuridad. Pero ¿en qué te transforma eso de ser también un ser invisible? De comer sin que nadie lo sepa, de bañarte sin que nadie lo sepa. Pero también empezar a ver cómo sigue la vida cuando vos no la ves. ¿Qué hace tu pareja cuando ya no sabe nada de vos? Empieza a conocer otras personas. Toda esta mirada que se apoya en todos los sentidos, porque muchas veces no ve, pero escucha. Y a partir de lo que escucha, reacciona, acciona, interviene en la vida de los otros sin que los demás sepan que él está ahí en la casa haciendo muchas cosas. Tiene el atrape del thriller, porque casi siempre está por fracasar y busca soluciones, pero por otro lado tiene una evolución humana de este personaje, en el silencio también, y en el tiempo, porque por primera vez él trabajaba como obrero de la construcción. Por primera vez tiene tiempo para pensar. Él lo dice en un momento en una escena. Es la primera vez que se dio cuenta de que es la primera vez que tenía tiempo para pensar. Y eso abre una revolución para un personaje que no está acostumbrado a reflexionar, a pensar. En esa oscuridad y en ese silencio, también evoluciona muchísimo como persona, con su rabia, con su furia, con sus celos, con su amor, con su sentido existencial. Y tiene muchísimo humor, hasta mucha ternura, también, porque se va desplegando la novela en subtramas que son muy divertidas y muy conmovedoras. Se armó un proyecto escénicamente que me encanta, con Juan Gómez-Cornejo en las luces, Emilio Valenzuela en la escenografía, Sandra Vicente, que es una genia absoluta en el sonido. Cada milímetro de esta obra para mí es un orgullo profundo.
El Teatro Bellas Artes se convierte en tu casa, porque saltamos al mes de febrero y estrenas con Lola Herrera, Natalia Dicenta y Carlos Ochoa la obra Camino a la Meca. También te acompañas de Juan Gómez-Cornejo en la iluminación, ¿cómo ha sido el proceso de Camino a la Meca? Y sobre todo, ¿cómo es el trabajo con Lola Herrera?
Todos teníamos muchas ganas. Los ensayos oficiales empezaron en enero, pero desde septiembre estamos trabajando. Cómo se agradece tener tiempo, tener tiempo de no sentirse apresurado, tener tiempo de leer, de pensar, de charlar. Mira, te diría que el primer impacto que me encantaría contarte es que yo me enamoré. Yo cuando conocí a Lola, que tuvimos nuestras primeras reuniones a charlar, que ella muy generosamente me transmitió su deseo de trabajar conmigo, lo cual a mí me abrumó, me emocionó, me halagó, obviamente. Pero después, cuanto más yo la fui conociendo, diría que la palabra que más honestamente define mi encuentro con ella es fascinación, porque es una mujer de una inteligencia, de una sensibilidad, de una juventud en su pensamiento, de una honestidad, de una dignidad que es alucinante. Se trataba de buscar el material. Sabíamos que queríamos trabajar juntos, pero qué obra. Y entonces empezamos a buscar y a buscar, y por suerte apareció este Camino a la Meca que yo encontré el material, y es una obra maravillosa, porque en general los textos que encontrábamos que hablaban sobre la vejez, o tenían un personaje mayor, siempre eran muy duros con la vejez, como muy enfocados en la enfermedad, o en la oscuridad, o en la muerte, y el Camino a la Meca transita por todos los temas que me acuerdo en algunas reuniones, Lola decía, yo quiero hablar de que cuando sos viejo tenés ideas, y tenés para contar, y tenés para hacer, que no estás retirado, que no estás resignado. Y el Camino a la Meca es una historia que habla profundamente de la luz, del deseo de seguir creando, del deseo de seguir teniendo un destino, de seguir rompiendo prejuicios, de poder elegir, te diría. Creo que si de algo se trata es del derecho a poder seguir eligiendo tu destino y tu vida, sea la edad que sea. Y el personaje, que está basado en una historia real, una escultora que vivía en el desierto de África, que rompió con su sociedad, con su cultura, con la iglesia, y ella se puso a hacer esculturas, es un personaje maravilloso, porque lo que más desea en el mundo es seguir creando y seguir creando sus esculturas. Y la sociedad que la rodea le pide, bueno, ya está, vamos, a un geriátrico, a que te atiendan. Y dices, yo quiero seguir, quiero seguir. Pero de una forma que, cuando uno se encuentra con estos grandes textos que nos conmueven, nos juntamos a leer, a estudiar, y es tan conmovedor. Y tengo un gran elenco, realmente es un trío muy, muy bestial, que se aman también y disfrutan mucho trabajando. Es una gran alegría y como, a propósito, el personaje también me recuerda mucho a Lola y sus ganas de seguir, de hacer algo interesante, de hacer algo que valga, de seguir desafiándose, como ama actuar, como ama los proyectos, como ama a sus compañeros. También es una obra que me lleva mucho a mi madre, que vive en Argentina. Una mujer grande, pero de una enorme lucidez y de una enorme libertad. Como que uno creo que no se les permite a los viejos ser libres, libres de elegir, libres de tomar decisiones, como que tienen que acatar las leyes de lo que se puede o no hacer a cierta edad. Me parece que es una obra hermosa que habla sobre la libertad de la vejez, pero también la libertad de elegir y la libertad de ser quien querés ser. Estoy muy contento de contar esta historia también.

Claudio, tienes otra mujer de personalidad antagónica a Lola Herrera, que también es otro animal de escena, que es Natalia Dicenta. ¿Cómo ha sido el trabajo con ella? Últimamente no se prodigaba mucho por los escenarios.
Eso fue genial porque yo como extranjero que soy voy conociendo actores en la sala de Timbre, en la escuela, en los talleres, sin ningún prejuicio, como que no sé qué historia tienen. Y un día llegó Natalia y se puso a hacer trabajo y claro, me golpea. Después supe que era una actriz con una trayectoria enorme. Pero, y esta mujer, ¿de dónde salió? Porque yo le daba trabajos dificilísimos y se transformaban directamente en un ensayo, porque era agregar y agregar detalles y pedidos, y había una enorme conexión. Ella tiene una entrega, y unas ganas, y un talento maravilloso, y después nos hemos quedado amigos y con mucho deseo de generar un proyecto juntos. Así que esto también fue una celebración. Va a ser muy interesante, me va a encantar que la vean, porque es un personaje súper complejo el que tiene, y al que ella le está regalando mucho. Vos ves que ella se implica y se compromete muy personalmente con el trabajo.
¿Cómo llega el mundo del teatro a la vida de Claudio Tolcachir?
Creo que gracias a mis padres, que eran muy teatreros. Después mi padre, incluso, se dedicó a la actuación, pero empezó de grande, como a los 60 años recién empezó a actuar, hasta que falleció. Trabajó mucho porque resultó que era buenísimo, pero empezó de grande. Algo que en Argentina creo que es más común que acá, que alguien empieza a los 60 o a veces a los 70 a hacer teatro. Pero ellos me llevaban mucho al teatro. Yo era muy tímido, un nene tremendamente tímido, muy inadaptado al colegio. No por hacer lío, pero sí porque estaba en un rincón. De esos chicos que nadie se entera de que están en el mundo. Pero algo en mí quería ser actor, y por suerte mis padres escucharon este llamado y me llevaron a los lugares a los que les pareció que convenía que yo me empezara a desarrollar. Fui conociendo gente fascinante y me di cuenta de que estaba vivo cuando estaba en la clase de teatro. Estaba vivo, y además era grupal, y además era entre todos, y además sobre todas las cosas, así como yo sentía que el formato de la escuela intentaba unificar y que todos fuéramos iguales, y aprobar y desaprobar, descubrí en el teatro que las diferencias entre cada uno valían, que estaba bueno además que fuéramos todos diferentes, que se podía respetar esa individualidad, esa particularidad de cada uno, que mi imaginación un poco así volada en el colegio era un problema porque se transformaba en dispersión. En el teatro se valoraba, porque la capacidad creativa tenía un valor. Así que yo dije, bueno, este es mi lugar en el mundo, en donde me siento feliz. Y así fue siempre. También creo porque soy una persona grupal, entonces me gusta mucho conformar grupos, ser parte de un grupo, ser parte de un elenco, un equipo. Todo eso del teatro, el tiempo, el ensayo, el proyecto, porque también el teatro tiene algo muy particular, que tiene proyectos. Estrenamos Camino a la Meca, y esto nos organiza todo, porque todos tenemos esta dirección, esta energía, ese deseo, esa rutina, esa disciplina. Son proyectos realizables, que organizan la energía, porque los otros proyectos de la vida son muy grandes. Ser feliz, ser un buen profesional, ser un buen padre, no sé, uno verá cuándo los realizó o no, pero los del teatro son más cortos y más concretos. Así que sí, y tengo recuerdo de las clases, tengo recuerdo de la primera vez en el escenario, de escuchar risas y sentir esa droga tremenda de la adrenalina que es el escenario, y me quedé ahí para siempre.

Claudio, ahora que nadie nos oye, ¿con qué te emocionas?
Lo que me sale primero es la dignidad de las personas. Cuando ves a alguien con dificultades y seguir adelante, sobrevivir, esa dignidad de tratar de sobreponerse a la dificultad. El esfuerzo, me parece que a veces no somos conscientes del esfuerzo enorme que es vivir para todos, para los hombres, para las mujeres, para los chicos, para los viejos. El esfuerzo enorme, supongo, de todos es levantarse, tener ganas, hacer cosas, tratar de cuidar a los otros, tratar de ser mejores. En lo más pequeño y privado de cada humanidad hay un acto heroico de seguir adelante, de no renunciar. A mí me conmueve mucho ver en una acción pequeña, cotidiana de alguien, cómo se traduce toda su humanidad. Me conmueve mucho más eso que un gran discurso, pongámosle, o una imagen. Porque, por supuesto, una imagen violenta nos conmueve, pero de golpe ves una mujer arrastrando un bolso pesado de su trabajo y esperando el autobús. Uf, y ahí yo me puedo morir… O ver un nene que está empezando a caminar. Son pequeñas cosas que realmente a mí me atraviesan.
Claudio, ¿en qué te ha cambiado la paternidad, la reciente paternidad?
Bueno, obviamente en absolutamente todo. No dormir, primero. Pero soy un papá muy distinto al que yo me imaginaba. Eso siempre es llamativo, ¿no? Como que uno se imagina que va a ser de una manera… Y sobre todo te diría, me ha apasionado, me ha apasionado profundamente la paternidad, me parece una tarea que me deslumbra el descubrir quiénes son mis hijos, el descubrir cómo somos nosotros como padres, cómo van creciendo, me apasiona, me interesa las preguntas que van haciendo, como cada acción que vos vas teniendo, aunque sea en un desayuno cualquiera de un miércoles a la mañana, surge una pregunta o surge algo, y la forma en que vos gestiones esa situación es súper importante. Y me divierto mucho, muchísimo con ellos. Este lugar común que uno descubre un tipo de amor que no conocía, y que ese amor que parece absoluto sigue creciendo, lo vivo tal cual. Extrañarlos con locura, pero con alegría también. Por suerte no hubo nada, son hijos los que tengo muy compañeros, muy divertidos, que se adaptan, que se divierten, así que por suerte en estos siete años no hubo padecimiento, no sentí que tuve que resignar nada. Por supuesto hay días más complejos que otros, pero tal vez porque los tuve grande y los deseaba mucho, dedicarme… no sé, el martes yo me quedo con ellos y para mí es el mejor plan del mundo. Porque seguramente relacionado con tu pregunta anterior, yo los veo a ellos y veo toda la fragilidad humana de ellos mirando el mundo, encontrándose con los primeros dolores, con los primeros miedos, con las primeras vergüenzas. Y decís, uf, toda esta fragilidad sobre la que yo tengo la posibilidad de operar y de tratar de hacerlo lo mejor posible, de acompañar lo mejor posible y de descubrir, porque eso es lo más maravilloso, descubrir quiénes son tus hijos, porque no los formás vos, vos le das muchas cosas, pero descubrís quiénes son y por dónde piensa uno, por dónde piensa el otro. Yo estoy en estado de fascinación. Es verdad que se descubren miedos nuevos.

¿A qué tiene miedo Claudio Tolcachir?
Desde que nacieron mis hijos, los miedos cambiaron absolutamente de orden, porque uno de pronto, si bien todo te importa, un estreno, esto y eso, hay algo que es mucho más grande y mucho más importante. Cuando uno empieza a sentir que realmente le tiene que pasar algo a mí o a mi hijo, que me pase a mí, que todo me pase a mí, que no le pase nada a él, digamos eso es acceder a un tipo de amor y de miedo que es nuevo. ¿A qué le tengo miedo? Hay miedos más concretos, ¿no? Tengo mucho miedo a la locura del mundo, a la violencia del mundo. Siento que la naturalizamos. Me da miedo por mí, pero sobre todo también relacionado con mis hijos, trato de pensar qué mundo les va a tocar. ¿Con qué violencia se puede llegar a encontrar? ¿Hacia dónde irá el mundo? Me da mucho miedo sentir que hay una violencia creciente y naturalizada que me espanta, porque siento que el pasado se vuelve futuro de golpe muy fácilmente, y cosas que parecían superadas pueden volver. Y después, en lo más personal, casi siempre mis miedos están un poco ligados a la creatividad. Cómo yo, por alguna razón de mi personalidad, necesito estar enamorado del proyecto. Sea el proyecto que sea, necesito estar en estado de enamoramiento, de fascinación, de obsesión. Entonces siempre me da un poco de miedo no encontrar, no estar a la altura, o poder encontrar la inspiración necesaria que pide cada proyecto. Esto todo, yo lo siento eso cuando estoy escribiendo, cuando dirijo una obra mía, cuando dirijo un texto de otro, y cuando entro a dar clase, que entro con un nudo en la panza, pues a ver si hoy realmente me doy cuenta de lo que tengo que hacer y que hay algo de mi tarea que siempre es construir de cero. Me encanta y también es muy agotador porque la posibilidad del fracaso no es que está a la vuelta de la esquina, está ahí y convivís permanentemente con él. El fracaso no lo digo como que te vaya bien o mal de gente, sino el fracaso personal de haber encontrado o no lo que querías. Porque a esta altura la relación con el éxito o el fracaso es más personal que pública. La tranquilidad de uno con su conciencia de haberse encontrado. Es más interesante que cuando uno está pendiente de la reacción exterior. Pero sí, soy mucho más miedoso de lo que se parece o de lo que se supone.
Claudio, estás viviendo últimamente, sobre todo profesionalmente, también personalmente, con la reciente paternidad, con bastante intensidad. ¿Tú crees que vamos llegando a conclusiones conforme vamos avanzando?
Yo creo que sí, algunas. Sobre todo en el sentido de despojarse de algunas cosas que por ahí a cierta edad te preocupaban, de la opinión de algunas personas, o de cómo te va a ir, o de ocupar ciertos lugares. Yo creo que lo mejor que uno va viviendo con el tiempo es como el despojamiento, y son tus hijos, y es tu vocación, y es tu propia ética, que para mí es muy importante, hacer las cosas que para mí me parece que están bien, no sentirme arrepentido de nada de lo que he hecho, no hacer daño a nadie, tomar la decisión que quiero tomar, y en eso me siento bastante libre. Creo que soy una persona libre de decidir, no estoy donde no quiero, no hago lo que no quiero, trato de no amargarle la vida a nadie, estando donde no quiero, que uno a veces acepta estar en lugares que no quiere y termina arruinando la vida de los demás. Yo prefiero no estar, me voy yo. Y la verdad es que si te dijera conclusiones, es eso. Creo que tratar de estar más cerca de quién uno es, de no comprar ansiedades o nervios ajenos, ¿no? O de un sistema. A mí me pasa a veces que me proponen puestos o roles, o proyectos que por lógica me tendrían que encantar, porque son un puesto de poder o son un puesto… Y la verdad es que si yo no me veo, si yo no siento que sea mi lugar… Yo estoy feliz entrando al aula, trabajando con mis alumnos, ensayando una obra, trabajando con mi grupo, y creo que eso también es la libertad, de poder tratar de estar donde más querés sin tanta ansiedad. Eso no me quita el miedo, pero creo que sí tal vez hay muchas cosas que me importan menos y que me alegra que me importen menos.

¿De qué proyecto te sientes más orgulloso hoy en día, o está por llegar?
Creo que el proyecto más importante de mi vida, más por fuera de mi familia, obviamente, es el proyecto de mi vida ahora, el proyecto es Timbre, Timbre 4, porque Timbre 4 es un proyecto grupal muy maravilloso, tanto el de Buenos Aires como el de aquí. Es un proyecto que empezó hace casi 25 años o más, casi 30 años. Y empezó como una red. Empezó en mi casa, en mi casa literal. Yo puse mi casa para que hagamos la escuela o para que hagamos un teatro. Pero entonces ahí Lautaro Perotti me ayudó, empezó a pensar la organización de la escuela. Yo armo el espacio para que vos construyas tu obra. Yo quiero escribir, entonces el otro me ayuda, el otro va a aprender a dar clases, yo le enseño y después él me dirige. Es un proyecto muy grupal, es un espacio que está hecho para que todo el mundo pueda desarrollarse, no es para mí, no tiene mi nombre, no es la escuela, claro, Tolcachir, porque me moriría del pudor y no es. Es Timbre 4 y es un espacio donde yo puedo hacer lo que yo quiero, aventurarme, escribir, dirigir, enseñar, pero donde también está pensado para que todos puedan volcar ahí su deseo de probar y de hacer cosas. Me da mucho orgullo que lo hayamos creado, pero sobre todo que hayamos podido, a lo largo casi de 30 años, como te digo, y muchos, muchos estamos desde el comienzo, haber aprendido a crecer y respetarnos y cuidarnos y volver a elegirnos. Me parece que es un proyecto que nos ha enseñado sobre el arte, sobre el teatro, sobre la vida, sobre el ego, sobre el amor. Y es, sin duda, el proyecto del que más me siento orgulloso.
¿Algún día la vuelta a Argentina o sólo para ir de gira?
Uh, ni idea. No, ni idea que va a ser de mí. Pero es difícil porque yo ya tengo el corazón absolutamente partido. Tengo mi casa en los dos lados, tengo Timbre 4 en los dos lados, tengo familia aquí, familia allá, mis amigos aquí y allá. Así que más vale que bajen el precio de los billetes de avión, porque estoy destinado a ir y venir. Pero me parece que es hermoso haber abierto puertas y abrir familias y abrir terrenos, y creo que de alguna manera se puede seguir pensando en esa dirección, como abrir, más que nada a experiencias diferentes, lugares diferentes, culturas diferentes, aún más lejos. A veces creo que todavía me toca vivir alguna experiencia en una cultura muy diversa, en un idioma muy diverso, me encantaría también eso, veremos. Pero por ahora el estar aquí a mí me está permitiendo hacer proyectos que amo, poder cuidar a mi familia, poder ayudar también a los proyectos de Argentina para que en este momento tan duro podamos subsistir. No me desconecto de ninguna de mis bases y trato de estar atento al cuidado de todo. Pero no puedo tener más palabras de agradecimiento con España porque, imagínate, todos estos años siempre me han tratado con un respeto y con un cariño inmenso y hace tres años que me instalé y ya pude hacer Tercer Cuerpo, que era un texto mío, La guerra de los antepasados con Carmelo Gómez. Rabia, un proyecto absolutamente personal, Los de ahí, texto mío, trabajar ahora con Camino a la Meca, abrir la escuela. ¿Qué más se puede pedir de generosidad para que me hagan un lugar y me propongan proyectos tan hermosos? Estoy muy agradecido.

Para finalizar esta conversación, ¿qué le pedirías al mundo del teatro ahora mismo? ¿Qué le pides al mundo de las artes escénicas?
Qué buenas preguntas hacés, me hacés pensar. Yo creo que honestidad, honestidad. Creo que el teatro, que está libre de tanta cosa tecnológica y no por lo tecnológico en sí, porque las luces, el sonido, la proyección, todo esto es maravilloso, te lo digo, está libre de las redes sociales, el teatro es un hecho vivo, estamos todos juntos ahí, todo puede pasar, todo puede salir bien, todo puede salir mal. Es un hecho vivo de los pocos que quedan, de reunión social. Me parece que, tal vez porque vengo de un país donde el teatro se gestó como un hecho cultural, de la inmigración. No sabes que en Argentina los españoles, los italianos, los rusos, los judíos, los alemanes, cada uno construyó su teatro y en esos teatros ponías su cultura y su música y su idioma. Y yo creo que por esto el teatro en Argentina se transformó en un encuentro social muy identitario. Y a mí me gusta que sea, si quiera, el teatro, una rebelión, sea una vibración, una necesidad que nos remueva, que nos enganche, que nos transforme. Entonces me parece que cada obra intentar que nos dejemos la piel ahí y nuestro sentido y nuestra ideología, nuestra humanidad. Nuestra humanidad sobre todo puesta en el trabajo, como un hecho esencial, el teatro como un hecho esencial. Nada, me pediría y nos pediría a todos que nos pongamos la piel ahí en lo que hacemos.