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Año VIIINúmero 374
14 OCTUBRE 2024

Antonio Castro Jiménez: «El movimiento de espacios teatrales refleja el dinamismo del mundo teatral, o más bien su inestabilidad y su inseguridad»

TZ Marina 2024 1024x250

Hace unos días se publicaba la última obra de Antonio Castro Jiménez, nombrado Cronista Oficial de la Villa de Madrid en 2007 por el Ayuntamiento de la capital. Son numerosos los trabajos que Castro ha publicado sobre los coliseos que han inhundado el centro neurálgico y cultural de nuestra capital. Pero en esta ocasión se ha centrado en lo perdido. En aquellos teatros que han desaparecido en la ciudad de Madrid durante los siglos XX y XXI. Pero no sólo le presta atención a esas grandes salas escénicas, también los pequeños espacios escénicos más alternativos son protagonistas de su obra. 

La obra, con más de cuatrocientas páginas, recoge, resumidas, las historias de setenta teatros de todos los tamaños, que han echado el telón en los últimos 120 años. Aparecen recintos históricos, como el Apolo de la calle de Alcalá, el Madrid de la plaza del Carmen, el Goya en la calle del mismo nombre, o las decenas de pequeñas salas que han tenido una existencia efímera en lo que llevamos de siglo.

No se ha limitado el autor a reseñar estos espacios, sino que también ofrece una serie de costumbres o tradiciones, que han desaparecido de la vida teatral, como el apuntador o la clá. Igualmente, se hace eco de algunos proyectos de construcción de teatros, que no llegaron a realizarse y finaliza con una relación de los teatros y sus localizaciones.

 

¿Cómo surge la idea de plantear una obra que nos acerca a los teatros y salas cerrados en los siglos XX y XXI en Madrid?

Pues porque en los últimos 20 años, el primer libro lo saqué en 2003 justamente, he ido analizando historias de teatros individuales, de movimientos, de aperturas, y en 2005 saqué otro libro que se titula Teatros nuevos y recuperados en Madrid, en el cual me hacía un poco eco del resurgir de los espacios escénicos tanto en la capital como en la comunidad de Madrid. Ahora he podido comprobar, desgraciadamente, que algunas de las salas que yo citaba hace 20 años como nuevas, pues hoy las tengo que citar como desaparecidas.

Hay un movimiento imparable de reducción de espacios, de aperturas, de cierres, que no sé si reflejan el dinamismo del mundo teatral o más bien su inestabilidad y su inseguridad. Puesto a recopilar teatros, empecé con los que tenía una noticia directa de sus desapariciones, de su existencia y su desaparición, y claro, empecé a ver que la lista era bastante considerable, hasta el punto de que en este libro recojo 70 espacios que han desaparecido en estos 123 años. Me refiero tanto a grandes teatros tipo el Apolo de la Calle Alcalá o el Fontalba de la Gran Vía, a pequeñas salas que se fueron abriendo, sobre todo ya en el siglo XXI.

 

Lo que sí he podido comprobar en esta publicación es que es muy sorprendente, muy llamativo, ver cómo algunas salas o algunos teatros grandes sólo han alcanzado los nueve o diez años de vida.

Sí, efectivamente. Básicamente porque tampoco eran espacios dedicados originalmente al teatro. Me estoy acordando, por ejemplo, del Barceló que siempre fue un cine, aunque se pretendió recuperarlo como teatro, y la aventura teatral duró muy pocos años. Es el mismo caso del Avenida, que en sus comienzos alternó el cine y el teatro, pero la escena ocupó muy poco tiempo y después, en el siglo XXI, comienzo del XXI, también tuvo poco recorrido escénico.

Yo creo que eran aventuras, intentos empresariales que realmente no cuajaron. Seguramente porque no eran espacios que originalmente estuvieran pensados para el teatro, aunque también es cierto que otros que sí lo estaban, como es el caso del Teatro Madrid, de La Vaguada, están cerrados actualmente.

 

Efectivamente, son 39 grandes teatros cerrados en Madrid, 28 salas de exhibición, frente a los actuales teatros que quedan en activo hoy en la capital. No sé si el balance es muy positivo.

Hombre, hoy yo creo que hay más teatros de los que había al principio del siglo, y al hablar de teatros, siempre me refiero tanto a grandes espacios como a salas pequeñas, porque ya el concepto de teatro de 800, 1.000 localidades, creo que nos podemos ir olvidando de ellos, por lo menos en la empresa privada. Pero haciendo un balance, porque ahora precisamente he estado haciendo un trabajo sobre los aforos de teatros, tanto en Madrid ciudad como en la Comunidad de Madrid, y realmente la oferta de entradas es espectacular.

Yo creo que en este momento entre unos y otros son como 60 u 80 locales los que hay abiertos cada día en la Ciudad de Madrid. Luego en la Comunidad de Madrid hay también una red estupenda de grandes teatros, sobre todo en poblaciones a partir de 10.000 habitantes, pero la actividad de estas salas pues se reduce muchas veces al sábado, a viernes y sábado, sábado y domingo. Pero en la capital, en Madrid ciudad, yo creo que a pesar de todo, a pesar de estas desapariciones, yo creo que hay una oferta francamente potente.

 

Si tuviera que preguntarle cuál es la temperatura actual de las salas en Madrid hoy en día, ¿qué me respondería?

Te respondería que caldeada. La temperatura templada surge, como sabes, de mezclar la muy caliente y la muy fría. Entonces, por un lado, esa temperatura muy caliente nos la proporcionan hoy el circuito de grandes musicales que realmente consiguen unas entradas espectaculares, aunque no funcionen todos, pero el conjunto de entradas vendidas a lo largo de un mes está, está beneficiado por las entradas de grandes musicales. Por otro lado, también en este, en este lado caliente, estarían los teatros públicos que ofrecen una programación ya cerrada, es decir, no sujeta a los gustos del público o al éxito en taquilla. Y la zona más, más fría estaría en las pequeñas salas que realmente tienen una viabilidad económica francamente escasa cuando no nula. Estamos hablando de espacios que tienen 30, 40, 50 localidades en los que yo obviamente no entiendo si hay un negocio económico o simplemente es un deseo vocacional de hacer teatro. Mezclando esos dos aspectos, pues bueno, creo que sí que estaríamos, estaríamos entendiendo la temperatura templada en el teatro, en teatro respecto a la economía. Respecto a la creatividad, pues eso ya sería otro tema a tratar. Yo creo que hay una sobreabundancia de oferta, lo que impide que el público pueda disfrutar de algunos espectáculos. Cuando un espectáculo se programa cuatro días en una ciudad de casi cuatro millones de habitantes, es evidente que el público no les interesa demasiado.

 

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Ahora que saca a colación eso, hay teatros en la capital que tienen una multiprogramación. Los martes programan una cosa, los miércoles otra, los jueves otra, los viernes dos, los sábados tres y los domingos si nos descuidamos programan cuatro, incluido el matinal. ¿Es la forma de programar hoy en día?, ¿es como funcionan las salas hoy en día?

Yo creo que es la única manera que tienen los teatros privados, puesto que los públicos tienen una gran rotación de espectáculos, pero no tienen esa multiplicidad de oferta. Pero los teatros privados, que son grandes edificios que están en el centro de la ciudad, en unos locales, en unas ubicaciones privilegiadas y muchas veces sin posibilidad de tocarlos, porque tienen que dedicarse exclusivamente a esa actividad, deben competir con una oferta domiciliaria que nunca ha existido. El teatro se enfrentó primero, a finales del siglo XIX y principios XX, se enfrentó al cine, pero al cine había que salir de casa también para ir a verlo. Después llegó a mediados del siglo XX, llegó la televisión que ya metió en casa a muchos espectadores que preferían estar en su sofá viendo un estudio uno o viendo una serie de televisión. Luego llegaría el DVD, pero es que ahora con las plataformas digitales que se unen al cine, a la televisión, a los DVDs, a internet, la oferta es absolutamente feroz para el teatro, que sigue siendo un espectáculo único. El espectáculo en vivo es irrepetible, pero desde el punto de vista de la rentabilidad, yo entiendo que los empresarios tengan que recurrir a ofertar varias cosas distintas para intentar conseguir público de todos los lados. Es evidente que el público que va a ver en La Latina, por ejemplo, Los Chicos del Coro, no va a ir por la noche a ver un monologuista. Y seguramente los que van a las once de la noche a ver un monologuista, tampoco van a ir a ver Los Chicos del Coro. El negocio empresarial está en ofrecer posibilidades para ambos sectores de público.

 

Casi me lo ha contestado ya. El ocio ha cambiado. Con lo que ha enumerado en la pregunta anterior, ¿las salas están condenadas a la desaparición o por el contrario se están fortaleciendo más?

Yo sinceramente creo que no, que no están condenadas a la desaparición, los grandes teatros. Seguramente los pequeños sí que pueden desaparecer o pueden ir simplemente rotando, abriendo y cerrándose por esta inviabilidad económica que te digo. Pero teatros como el Reina Victoria, como el Marquina, como el Lara, el Maravillas, ahora el Pavón, que está otra vez de nuevo, no creo que tengan peligro de desaparecer por falta de público. Porque sigue habiendo un interés. En estas últimas semanas he visto, y afortunadamente con sorpresa, pues que los dos teatros de La Comedia, los dos teatros del Español, más alguna sala del Canal, han estado registrando constantemente el cartel de no hay localidades. Eso significa que sigue habiendo un público que quiere ir, primero que quiere salir de casa y socializar un poco, y después que quiere la emoción del espectáculo en vivo. Eso no va a desaparecer. Podrá reducirse quizá la oferta, pero no creo que corra un peligro de desaparición.

 

Otro de los apartados que me ha llamado la atención de su publicación es esos teatros que han desaparecido pasto de las llamas. Teniendo en cuenta que la electricidad llega mucho más tarde, relativamente han sido pocos los teatros que han desaparecido por un incendio.

Sí, los que han sufrido incendios han sido muchos, como relato también. Lo que pasa es que algunos se reconstruyeron y otros desaparecieron para siempre. En el caso de los que han sufrido incendios, han sufrido fuegos devastadores que casi se acaban con ellos. Podríamos  citar el Teatro de la Zarzuela y el Teatro de la Comedia. Ambos a principios del siglo XX sufrieron un fuego tremendo y sin embargo se reconstruyeron y ahí siguen funcionando después de ciento y pico años que tiene cada uno. Hubo otros que seguramente se aprovechó el fuego para decir que aquí se acababa el negocio. Sobre todo porque en el caso del gran teatro, que era un local espectacular, que estaba en el centro, ese es un teatro que yo creo que fue el primero o el segundo que desapareció en el siglo XX. Era una empresa que había sido una ruina desde el momento en que se abrió. Entonces el fuego vino a acabar con un negocio que estaba acabado de cualquier manera. Otros como El dorado de la bolsa, pues ese era un teatro de verano desmontable hecho prácticamente de metal, de madera, de materiales combustibles y tampoco creo que le interesara mucho al empresario reconstruirlo, sobre todo porque era una actividad limitada a los meses de calor, dos o tres meses de buen tiempo. Entonces efectivamente yo creo que no han sido tantos los que desaparecieron por culpa del fuego. Citando, siempre, en el siglo XX y XXI. En el siglo XIX también desaparecieron algunos como el Teatro del Circo, que sufrió un incendio pavoroso. Estaba en la Plaza del Rey. Sobre el solar del Teatro del Circo se levantaría en 1880 el primer Circo Price. Pero el fuego siempre ha sido un gran enemigo. No hasta la llegada de la electricidad, porque la llegada de la electricidad también provocaba fuego. Porque las primeras instalaciones, los primeros generadores eléctricos, pues debían producir chispas o calentamientos, cualquier tipo de cosa. Se instalaba una tecnología nueva y por tanto el fuego muchas veces también vino por culpa de la electricidad. Sí que es cierto que se fue avanzando en la utilización de materiales y ignífugos, en la eliminación de la madera, en el telón de acero. Se fueron incorporando muchos sistemas de seguridad que han permitido que los teatros hoy tengan menos peligro del fuego. Aunque, aún así, ahí tenemos más reciente, o no tan lejano, el caso del Gran Teatro Liceu de Barcelona, que fue pasto de las llamas y fue recientemente. El fuego sigue siendo un enemigo del teatro. Por eso está prohibido hacer fuego en el escenario, encender velas…

 

Antonio, hay otro apartado del libro que también me resulta interesante y es cómo ha recogido los proyectos que nunca disfrutamos ni vimos…

Yo creo que el caso más gordo de proyectos teóricamente avanzados y no realizados fue el del Coliseo de las Tres Culturas, el que iba a levantar José Luis Moreno en las inmediaciones de IFEMA. Y efectivamente se hizo una presentación por todo lo alto, en la que estuvieron presentes Monserrat Caballé, el tenor José Cura, el entonces alcalde de Madrid. En fin, fue un acto de una gran solemnidad y con grandes apoyos lo que en principio hacía pensar que estábamos ante una iniciativa realmente solvente. Pero sorprendentemente, tan pronto como se presentó, empezó a dejar de hablarse de ese proyecto hasta el punto de que el  ayuntamiento acabó por recuperar el terreno que había cedido por 75 años para el teatro ante la carencia absoluta del comienzo de las obras.

Luego hubo otros que se hablaba en prensa, algún empresario comentaba, daba títulos, pero algo tan avanzado como el Teatro de las Tres Culturas creo que no. Quizás el proyecto del Teatro Nacional de Ópera, mediado del siglo XX, que también hubo un gran proyecto ganador después de un concurso internacional que se iba a hacer prácticamente junto a lo que entonces estaba, más o menos, el edificio Windsor. Y ahí también se presentó la maqueta, incluso se hizo una gran exposición con las maquetas de todos los proyectos internacionales y nacionales que se habían presentado al concurso convocado por la Fundación March. Pero después que se dio el resultado ganador, que se ofreció la imagen de la maqueta, que se pagó el premio, obviamente, aquello sobre aquel teatro de ópera moderno, pues cayó en el más absoluto silencio.

 

PORTADA DESAPARECIDOS

 

Antonio, efectivamente me comentaba antes que uno de los apartados más llamativos y pintorescos de la publicación es el de esas tradiciones ya olvidadas. ¿Cuáles ha recuperado en la obra?

Yo recuerdo que han desaparecido, como tú dices, la clá, esos aplaudidores casi profesionales.  Desapareció la censura, que la censura ha existido en el teatro desde el siglo XVI hasta 1978. En 1978 desapareció absolutamente, por lo menos la censura legal o la censura gubernamental. Ahora estamos en otro capítulo de eso. Pero luego, cosas que eran tan cotidianas como los grandes estrenos que se hacían a las 10 y media, a las 11 de la noche, cualquier día de la semana. Íbamos al estreno un martes a las 11 menos cuarto de la noche y salíamos a la una y media de la madrugada del teatro. Eso es impensable, o sea, hoy no hay un estreno que se produzca más allá de las ocho, las ocho y media de la tarde. Y por supuesto otra de las cosas que han desaparecido, para beneficio de los actores, es la doble función. Hasta muy avanzado el siglo XX los teatros hacían 14 funciones a la semana, o sea, dos cada día de la semana. Luego consiguieron el día de descanso, con lo cual pasaron a hacer 12. Después ya se consiguió la función única, salvo los fines de semana que suelen doblar, es decir, que de las 14 funciones semanales que se hacían, digamos, a principios de los años 70, ahora se hacen siete, ocho, como mucho durante una semana, es decir, que prácticamente se ha reducido a la mitad el número de representaciones de cada espectáculo.

La desaparición de la concha con el apuntador es una consecuencia, primero, de que las compañías ya no tienen repertorio, ya no cambian de obra cada semana, o incluso cada día, es decir, si el estreno había sido un fracaso, lo que obligaba a los actores al estudio constante de obras de teatro y su memoria, por buena que la tuvieran, era imposible, entonces el apuntador era el instrumento necesario, imprescindible para poner en marcha una nueva función. Después, al desaparecer eso, si ensayas una función y estás con esa función tres meses, seis meses, si no te lo has aprendido, pues tienes un problema. Pero bueno, ahora en el caso de que tengas ese problema, pues apareció un invento que conocemos como pinganillo, que permite al actor, sin tener que estar pendiente de lo que le dice un señor escondido ahí al pie del escenario, pues directamente le dicen el texto a la oreja. Hay trabajos, hay oficios dentro de la escena que han desaparecido, simplemente, por los avances técnicos. Antes de que llegara la electricidad, pues había en los teatros un alumbrador, que era un señor que se encargaba de prender los quinqués o las velas o los sistemas que hubiera de iluminación. Cuando ya se establece la iluminación eléctrica, que con un interruptor das luz a todo el teatro, pues el alumbrador dejó de ser necesario. Son evoluciones. Pero pasa en todas las profesiones. Cada profesión tiene sus propios avances y por el camino se van quedando cosas que ya son obsoletas e innecesarias.

 

¿Qué sala cree que nació con una muerte anunciada?

Yo creo que el Teatro Madrid de La Vaguada. A pesar de ser un teatro público, su ubicación muy distante… El Teatro Madrid nació de un deseo de lo que se llamó siempre, y se sigue llamando, descentralizar la cultura. Yo creo que no funcionó nunca. Tuvo una interesante programación, sobre todo los años que estuvo dedicado casi en exclusiva a la danza, pero era muy complicado de llegar, las comunicaciones no son especialmente fluidas con aquella sala y yo creo que desde el primer momento aquel tuvo una viabilidad muy difícil. De hecho, se mantuvo abierto porque el ayuntamiento aportaba dinero a los empresarios para que pudieran mantener la programación. Si hubiera dependido de un empresario privado,

solamente de su capital, hubiera cerrado muchísimo antes.

 

Antonio, para cerrar esta conversación, me gustaría preguntarle, como autor, qué sala de las desaparecidas, y que cita en el libro, ha lamentado más su pérdida

A nivel personal te diría que el Teatro Arenal, porque es un proyecto que lo conocí desde que compraron el cine cerrado, el antiguo Cine Player, que estaba ya varios años cerrado. Desde que lo compraron hasta que se inauguró, es un proyecto que yo he seguido paso a paso, y verlo desaparecer y convertido en un gimnasio a mí particularmente me duele.

Como espectador teatral, en general, y como lesivo dañino para el ambiente teatral de Madrid, yo creo que sobre todo los teatros Fontalba de la Gran Vía y el Apolo del comienzo de la calle Alcalá, yo creo que fueron las pérdidas más lamentables, por un lado porque eran locales de una gran capacidad y por otro porque eran unos edificios auténticamente monumentales. Eran unos teatros hermosísimos que se perdieron para siempre, o sea un teatro como el Fontalba, en medio entre la Plaza de Callao y la red de San Luis, un teatro de 1200 localidades, allí sería un bombazo hoy en día.

 

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