Comenzaste tu carrera en la Gran Vía madrileña con “Hoy No Me Puedo Levantar”. ¿Cómo recuerdas esa etapa y qué impacto tuvo en tu desarrollo profesional?
Todo comenzó en 2003. Yo tenía 18 años, era muy joven, y fue mi primera experiencia profesional en la vida. Sin duda, marcó un antes y un después, tanto a nivel personal como profesional. El espectáculo tenía unas características muy particulares. Era una creación española original de Nacho Cano, y se apostó por caras nuevas. Se dio oportunidad a personas de distintas razas, estaturas, colores, complexiones… Fue un musical que no solo cambió mi camino, sino también el de muchos de mis compañeros. Ahí estaban Miquel Fernández, Irma Cuesta, Diego París, Javier Godino, Adrián Lastra… muchos de ellos en papeles protagonistas. Yo empecé como parte del elenco, con cover de Guillermo — personaje que interpretaba Andreu Castro— aunque finalmente nunca llegué a hacerlo. Fue un proceso muy enriquecedor en todos los sentidos. Además, era un musical muy largo: llegó a durar cuatro horas y veinte minutos. Hacer doblete viernes y sábado era realmente duro, sobre todo como primera experiencia profesional. Pero ese training inicial me sirvió mucho después.
Cuando me enfrenté a otros proyectos, incluso de dos o tres horas, los sentía más llevaderos. En cuanto a mi familia, fueron ellos quienes me animaron a presentarme. Siempre vieron que me encantaba cantar, bailar… siempre fui un contador de historias. Soy el hijo y nieto mayor por parte de madre, así que me tocaba entretener. Aunque no tenía una formación reglada, sí había hecho pequeñas cosas en el colegio, el instituto, con los Boys Scouts… muy creativo todo. Aprendí guitarra, cantaba, y siempre disfruté contando historias a través del canto, la danza y la interpretación. Mis padres también vivieron un antes y un después con esto. Empezaron a comprender que esto podía ser una forma de vida, una verdadera profesión para mí. Y con el tiempo, esa visión se fue confirmando.
Has interpretado personajes en musicales como “Mamma Mia!”, “My Fair Lady” y “Priscilla, Reina del Desierto”. ¿Qué desafíos y aprendizajes te ha ofrecido esta variedad de papeles?
Cada proyecto, cada personaje, cada experiencia tiene sus propios desafíos. Al principio, uno de los principales retos puede ser simplemente enfrentarse a lo nuevo. Y más aún para alguien como yo, que ha ido aprendiendo sobre las tablas, de forma autodidacta, a base de ensayo y error, pero también desde el disfrute. Como te decía, el género musical abarca un abanico enorme de estilos y subgéneros. Eso implica que hay que estar preparado para defender distintos tipos de interpretación: tanto en lo actoral como en lo vocal. Cada canción puede requerir un enfoque diferente: unas son más líricas, otras más clásicas, algunas más pop, rock, o incluso —como en In The Heights— tienen una energía más latina, hip-hop o funky. No es lo mismo un My Fair Lady, con su estilo más clásico, que un Gypsy, que también tiene una partitura tradicional pero exige una adaptación vocal específica. La voz debe adecuarse a lo que pide la música y también al sonido que el compositor y el letrista buscaban, no solo a nivel musical sino como un instrumento más, que se funde con las melodías, ya sean en solos o en los coros. Cada musical también implica trabajar con equipos distintos: desde el elenco hasta el equipo creativo, que puede venir de Broadway, del West End, de Australia —como en el caso de Priscilla— o ser una producción nacional, autóctona, como Hoy No Me Puedo Levantar. Todos esos contextos suman, y son profundamente enriquecedores.

Luego están los personajes. Cada uno, como actor, te atraviesa, te impregna, te habita. Y tú, a su vez, también les das parte de ti. A veces tienes margen para construirlos desde cero, y otras veces —como ocurre con franquicias tipo Disney o Mamma Mia!— vienen muy definidos, con una línea clara que ya se ha interpretado en Londres, en Alemania, en Broadway… En esos casos, el reto está en ser fiel a esa esencia y al mismo tiempo hacerla tuya desde el respeto. En definitiva, siempre hay nuevos retos, metas, y objetivos a los que enfrentarte. Y es verdad que, con el entrenamiento y la repetición, llega un momento en que todo eso se asienta en ti. Y entonces es cuando empieza el verdadero disfrute: cuando puedes jugar desde otro lugar y seguir creciendo en escena.
Trabajaste en Miami con Nilo Cruz y en Nueva York en In the “Heights” ¿Cómo ha influido esta experiencia internacional en tu visión del teatro musical?
Bueno, para mí siempre ha sido un sueño, cuando ya me metí, hice varios musicales aquí en España, ya quería saber más. Soy un culo inquieto, soy una persona adicta a la información, a saber más. Pienso que es súper enriquecedor, no solamente como para el ser humano saber más y tener inquietudes para la metáfora de vivir, sino también, encima siendo actor, pues todo esto te va curtiendo, te va dando capas, te va dando experiencias. Y entonces quería también saber de dónde había venido, de dónde viene, ¿no? Quería saber y vivir un poco de dónde viene el musical. Estar en West End, en Londres, y también tres años que estuve en Miami, seis meses con Hilo Cruz, un erudito, un premio dramaturgia fabuloso, un creador, director de teatro maravilloso, y un compañero y un ser humano de luz, en el cual aprendí muchísimo.
Ya luego di el paso a Nueva York, donde hice The Heights, en castellano, en español, por primera vez en Washington, D.C., y la primera producción también en americana, ¿no? Y, claro, pues estaba hablando en las anteriores preguntas del enriquecimiento que te dan cada proyecto, cada personaje, con cada equipo creativo, cada director, cada coreógrafo. Pues imaginaros también trabajar en otra lengua, estar en la cuna de los musicales, poder ir allí con mi visa artística, que me permitía hacer cualquier tipo de profesión relacionada, por supuesto, con las artes escénicas. Hice castings, hice trabajos de presentador, de modelo, que me llevaron de Estados Unidos de Nueva York a China. Hice Sesame Street, Feld Entertainment, Disney, muchísimas cosas. La verdad es que fueron un bombazo. No cabría en este audio todas las experiencias que yo viví, pero en resumen, pues fíjate, la experiencia internacional, en mi visión del teatro musical también, creció. Porque vi cómo lo hacían ellos, cómo muchas veces debemos, en España, copiar lo que ya funciona, lo que ya ha sido un ensayo y error para ellos y ya funciona. Simplemente reproducirlo, copiarlo y adaptarlo a nuestra forma de ser, a nuestra cultura, a cómo traemos los musicales, los adaptamos, etc. Es un enriquecimiento esférico.
Has sido coreógrafo en producciones como “Aladdín” y “High School Musical” y actualmente en “Hadas” ¿Cómo equilibras la interpretación con la creación coreográfica?
Al final, una persona que es creadora de sueños y de experiencias, y que disfruta contando historias desde el cuerpo, desde la voz, desde la interpretación, encuentra relativamente fácil equilibrar esa faceta interpretativa con la creación coreográfica, la composición de canciones o la escritura de guiones. Porque, en el fondo, todo forma parte de un mismo entrenamiento. Cuando estás conectado contigo mismo y con el arte —cuando estás rodeado de arte, de artistas, de compañeros y compañeras, de coreógrafos, directores, músicos—, al final estás dentro, conectado, practicando y creando a diario. De ahí van surgiendo ideas, propuestas… Yo, por ejemplo, cuando hago creación coreográfica, cuando trabajo como asistente de dirección, director, escritor… hay veces que te entregan una hoja en blanco, y eso, al menos para mí, es lo más difícil: empezar desde cero. Otras veces ya el director, el productor o la persona que te contrata tiene ideas muy claras, muy definidas, y tu trabajo es dar exactamente lo que esperan de ti —ya sea una coreografía, una canción, un texto o una interpretación. Y luego hay ocasiones en las que te dan más libertad, más margen de maniobra, porque confían en ti. Y esa confianza te permite precisamente eso: proponer, crear, poner, quitar, probar, borrar, ver qué funciona y qué no. También influye mucho el factor tiempo. No es lo mismo desarrollar un proyecto en una semana que en dos meses, en cuatro, en un año o incluso en dos. Cuanto más tiempo hay, más espacio tienes para experimentar, probar ideas, pulir detalles, etc.
¿Dónde te sientes más pleno como artista: en el proceso de creación — coreografiando, diseñando, dirigiendo— o en el escenario, interpretando delante del público? ¿Qué te produce más felicidad?
Pues esta respuesta es tan difícil como simple: soy feliz. Feliz dedicándome a esta profesión, poniendo todas mis herramientas, todo mi aprendizaje y mi experiencia al servicio de contar historias, de crear. Soy muy feliz coreografiando, soy muy feliz diseñando, dirigiendo… Pero el escenario también tiene una magia especial, y otros puntos de vista que te regalan otro tipo de disfrutes. Así que, sinceramente, me siento muy feliz y profundamente agradecido por la persona en la que me he convertido, por todo lo que he aprendido hasta ahora… y por todo lo que aún me queda por aprender.
Acompañaste a Paloma San Basilio en su gira internacional “Hasta Siempre” . ¿Qué significó para trabajar junto a una figura tan emblemática de la música española?
Empecé a trabajar con Paloma San Basilio en la última edición Reposición de My Fair Lady, donde tuvimos mucha suerte de caernos muy bien y tener mucha afinidad. Justamente venía la época de crisis, de subida de liga en los espectáculos culturales, y ella estaba pensando en hacer un espectáculo como de hasta siempre, para decir adiós, empezar a decir adiós en su carrera musical. Y ahí fue cuando me lo propuso, cuando ya la productora en ese momento, Stage Entertainment, ya nos dijo que el espectáculo no iba a durar toda la gira, sino que teníamos que cerrar. Nos bajamos todos el caché y las nóminas, y entonces ella un día me dijo en el camerino «Oye Aaron, estoy pensando en hacer esto, ¿te gustaría embarcarte? Lo vamos a escribir desde cero, el guión va a ser un tipo musical, una historia narrada desde mis inicios de pequeña hasta la situación actual, el momento actual». Y yo no me lo pensé, también nos quedamos sin trabajo, y además trabajar con un mito como es Paloma San Basilio, y trabajar con una persona tan profesional, tan querida, tan amada, y tener la oportunidad de hacer una gira por toda Latinoamérica y toda España, y volver a Latinoamérica después, y estuvimos al final dos años y pico, era un caramelo inmenso. Entonces, bueno, no solamente hice de corista de ella, sino de narrador de la historia, de actor, y también junto con Miguel Cazorla e Irene Olive, le hicimos las coreografías, las voces y todo, y fue, vamos, pues un viaje dentro de otro viaje, dentro de otro viaje donde conocimos Latinoamérica, donde conocimos a sus gentes, el cariño que le tienen a ella, y disfrutamos como enanos. Fue duro, porque prácticamente cada día o dos días cambiábamos no solamente de ciudad, sino de país, pero fue enriquecedor, inspirador, maravilloso. Para notar su calidad humana y la relación que construimos en aquellos momentos, hoy en día seguimos en contacto. Voy a sus conciertos, nos llamamos, nos felicitamos por los cumpleaños, las navidades, los festivos… y, de verdad, es un honor tenerla en mi vida.
En la edición de este año de los Premios Talía, Aarón Cobos fue galardonado como Mejor Actor Musical por su papel de Tulsa en Gypsy, un reconocimiento especialmente significativo si se tiene en cuenta el alto nivel de sus compañeros nominados, como Oriol Burés o Roc Bernadí, y la dificultad del número que interpretaba sobre el escenario. Aarón recuerda con especial emoción cómo este personaje, que inicialmente no estaba previsto para él, llegó a sus manos gracias a la confianza de Antonio Banderas, quien lo invitó a participar en el workshop previo de la producción. Fue ahí donde, según confiesa con humildad, «algo debí hacer bien». A partir de entonces, Tulsa se convirtió en uno de esos papeles que marcan una carrera: un viaje honesto, arriesgado y profundamente humano hacia el alma del teatro musical.

Cobos agradece a Antonio Banderas no solo la oportunidad, sino su guía firme, su generosidad y su enorme corazón. También tiene palabras llenas de admiración hacia su compañera de escena, Lydia Fairén, con quien compartió conexión y verdad en cada función. La nominación, y sobre todo el premio, significan para él un profundo gesto de reconocimiento además de a su interpretación, a años de entrega, respeto y amor por el teatro musical. Lo siente como un homenaje colectivo, extensible a técnicos, músicos, creativos, productores honestos y a todos los que hacen posible este arte vivo. Cobos defiende con pasión que el teatro “no puede desaparecer, porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma en vivo y en directo”.
El agradecimiento se extiende también a su familia —abuelos, padres, su hermana Sara— por su apoyo incondicional, y a su perro Soho, que según él lo hace siempre mejor ser humano. Se dirige incluso a su “Aarón niño”, al que dedica este logro, recordando todo lo vivido y lo que aún queda por venir. Cobos se siente profundamente querido y respetado por su gremio, y rodeado de maestros y amigos que inspiran. Brinda por el proceso, por la verdad y el amor con el que se hace el teatro, y por el público, que —como él dice— “sabe reconocer cuándo algo está hecho con verdad y amor”.
Siempre que hablas de Antonio Banderas lo haces con una sonrisa. ¿Qué ha significado para trabajar bajo su dirección en el Teatro del Soho CaixaBank? ¿Podríamos decir que esta colaboración ha marcado un antes y un después en tu carrera aartística?
Si tengo que recalcar, igual que hice con Hoy No Me Puedo Levantar, un musical que me cambió la vida y que llegó en un momento muy importante para mí —un antes y un después tanto en lo profesional como en lo personal—, ese musical es A Chorus Line, de la mano y el corazón de Antonio Banderas. Después de seis años trabajando con él en A Chorus Line, Godspell, Gypsy, participando también en los workshops de Company y Gypsy, y ahora volviendo a trabajar juntos de nuevo en Godspell, primero en la próxima temporada en Málaga y después aquí en Madrid… pues eso dice mucho. No solo ha confiado en mí como artista sobre el escenario, sino también como asistente de dirección, como capitán de danza, como coreógrafo, como creativo. Y una persona como él, tan generosa, que me pregunte por mi punto de vista en los montajes, en las direcciones… eso lo valoro profundamente. Y siendo él un actor que ahora también es director —y un gran director—, empatiza muchísimo con el actor, y te da herramientas sensoriales, coreográficas, emocionales… que te ayudan de verdad. Para mí, es un referente: una persona que sueña en grande, que hace las cosas como quiere hacerlas, cuando quiere hacerlas y con quien quiere hacerlas. El factor humano en su equipo es esencial. Por supuesto que es un equipo artístico, talentoso, creativo… pero el valor humano es un must que no se puede pasar por alto. Y el hecho de que sigamos teniendo esta relación es, para mí, un regalo del universo y de la vida. Así que le quiero mucho. No solo como compañero de trabajo, como jefe, director o productor… sino también como amigo y como familia.
Has desarrollado una carrera que cruza fronteras y disciplinas: actor, cantante, coreógrafo, docente, presentador… ¿Cómo consigues mantenerte vigente y en forma en tantas áreas a la vez? ¿Es la versalidad una necesidad hoy en día o una elección personal?
Pues es fácil y difícil, ¿no? ¿Cómo consigo mantenerme vigente y en forma en tantas áreas a la vez? Es una cuestión de entrenamiento, una cuestión de no desconectar, una cuestión de que al final esta profesión es una forma de vida. Por supuesto es muy importante descansar, alimentarse bien, tener una salud física y psicológica muy a tierra, muy grande, muy lograda, muy madura, y mucha pasión y mucho amor, que al final es lo que mueve el mundo. Esta pasión, este amor, este respeto que tengo a esta profesión tan poderosa, que es contar historias y hacer pensar, tocar corazones, hacer muchas preguntas para que el público las responda, es muy exigente, pero a la vez muy sacrificada, pero a la vez muy, muy bonita.

Y luego la otra, la versatilidad que uno necesita hoy en día, ¿no? Es una necesidad hoy en día o una elección personal. Yo creo que cada uno nacemos con unos talentos, con unos dones, y esos dones los tenemos que aprovechar, porque se nos han dado, entonces tenemos que trabajarlos, tenemos que seguir cultivándolos y tenemos que ponerlos a favor, a favor del texto, de la historia, de los personajes y de la sociedad, porque contamos historias para ser escuchadas y para que toquen en los corazones de la gente, como decía antes, y que hagan de este mundo un mundo más sensible, más empático y mucho mejor. Al final ya es una elección personal, y la elección personal también se transforma en eso, porque es muy de corazón esta profesión, y no todo el mundo está preparado para saber lo que realmente es, que pasen por dentro de ti tantos personajes, tantas personalidades, tantas historias, de diferentes colores, de diferentes potencias, de diferentes poderes, ¿no? Así que esto es lo que te puedo decir.
Al finalizar la entrevista, y con la generosidad que lo caracteriza, Aarón Cobos quiso subrayar un aspecto esencial de su trayectoria: su permanente vocación de aprendizaje. Más allá de los logros, premios y proyectos, se define, ante todo, como intérprete. Como actor que ha desarrollado herramientas y que continúa formándose, compartiendo y creciendo en cada paso del camino. Para él, la gratitud y el aprendizaje constante no son solo una actitud, sino una forma de estar en el mundo artístico. Reivindica mantener despierto al niño interior, esa chispa que alimenta la creatividad y atrae la inspiración. Cada proyecto, afirma, lo vive como un nuevo renacer, con la misma pasión de quien empieza pero con la madurez que dan 25 años de profesión. Es plenamente consciente de las exigencias del oficio —una profesión dura, que requiere disciplina y mucho autocuidado—, aunque no se satura. Toma descansos cuando los necesita, pero sigue enamorado de su trabajo, y profundamente agradecido por poder dedicarse a ello desde tan joven. Hoy en día, dice encontrarse en uno de los momentos más serenos y felices de su vida. Sin ansiedad, pero con ilusión. Y con la convicción firme de que lo mejor aún está por llegar.