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Año IXNúmero 433
07 DICIEMBRE 2025

Vespera, cabaret erótico: pasiones desatadas, instintos sin reglas y roces que desafían el silencio

Imagen promocional del espectáculo
Imagen promocional del espectáculo
Un ritual de fuego y carne, donde el deseo arde sin pudor, el placer se convierte en lenguaje y la noche se entrega a los cuerpos que la habitan.

Bajo las entrañas del Axel Hotel Madrid, donde la luz se apaga y los sentidos despiertan, se abre un umbral para los cuerpos dispuestos a cruzarlo. Allí, viernes, sábados y domingos, el telón invisible de la realidad se descorre para dar paso a “Vespera”, un cabaret erótico que no solo se contempla: se respira, se siente, se desea. Con un aforo reducido a solo 60 almas dispuestas a dejarse llevar, este espectáculo íntimo y provocador invita a cruzar la frontera entre lo prohibido y lo revelado. Porque aquí, el cuerpo es lenguaje, el placer una promesa… y la noche, un ritual.

No podría llamarse de otro modo. “Vespera” —ese instante suspendido en el que el día se desvanece y la noche empieza a reclamar su territorio— es el nombre exacto para este viaje experiencial que se mueve en los bordes: entre la luz que se apaga y las sombras que invitan, entre lo que se oculta y lo que está a punto de revelarse. El espectador no asiste: desciende. Como si el cuerpo, al cruzar el umbral, empezara ya a desnudarse de certezas. La luz se va quitando poco a poco, como una prenda más y lo que queda es la promesa de una noche distinta. Aquí los cuerpos bailan, cantan, se transforman, se ofrecen, se descubren. Lo erótico va más allá de la estética: es un lenguaje. Miradas y acrobacias susurran desde la escena, rozando lo sagrado.

En “Vespera”, no se entra: se accede. Como quien cruza un umbral secreto o como quien acepta una invitación apasionada. Desde ahí, el espectador elige cómo vivirlo: hay quienes prefieren entregarse por completo, dejarse tocar, mirar de cerca, sentir el aliento y la piel de los artistas como parte del juego. Y hay quienes prefieren observar desde cierta distancia, como testigos de un ritual ajeno pero fascinante, sin romper la burbuja del espectáculo. Ambas formas son válidas, igual de intensas, igual de legítimas. Lo que nunca se pierde —y conviene subrayarlo— es el marco de respeto absoluto en el que todo ocurre. Por más que lo erótico y lo corporal se desplieguen sin pudor, cada roce o acercamiento está mediado por la profesionalidad más impecable. Una vez dentro, solo queda dejarse llevar, sentir… y disfrutar.

Todo está orquestado con una dirección milimétrica capaz de contener el deseo sin apagarlo, de guiarlo sin someterlo. Facundo Pennesi y Facundo Quirós, directores de Éxtasis, Erotic Cabaret Show, componen una partitura precisa que brota con naturalidad, pero ha sido cuidadosamente ensayada, medida y pulida. La mayor virtud es que su estructura no se nota, pero sostiene. No hay espacio para el error ni para el descuido, aunque el espectador —intoxicado de estímulos— pueda imaginar que algo sucede por azar. Sin imponer una narración cerrada, se propone un recorrido emocional que avanza con inteligencia: del pudor al arrebato, de la insinuación a la entrega, del erótico juego tímido a la exposición absoluta. Se trata, en el fondo, de una dramaturgia del deseo, con sus propias reglas, pulsiones y clímax.

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Imagen promocional del espectáculo

“Vespera” despliega una riqueza de lenguajes que se compenetran y se funden en una partitura sensual, morbosa, hipnótica, total. La danza es columna vertebral, pero adopta formas diversas: a veces es elegante y medida, otras veces es pura energía visceral que atraviesa el espacio con rabia o con ternura. Las voces en directo irrumpen como suspiros cantados, acariciando al espectador con interpretaciones de gran sensualidad. Temas como “You Put a Spell on Me”, “Feeling Good” o “I See Red” se deslizan entre las luces y los cuerpos como embrujos suaves que envuelven el clima en una caricia.

En contraste, el show también se permite estallidos de ritmo y adrenalina, momentos en los que el público pasa de la contemplación al jaleo, contagiado por una energía explosiva que eleva la sala. Canciones como “Ready For It”, “It Girl”, “Lose Control” o “XXX” marcan estos picos de intensidad. Aquí la piel se acelera, los ojos brillan y los cuerpos arden con una urgencia compartida. Esta dualidad sonora —entre lo íntimo y lo incendiario— se logra gracias a la precisión mágica de Miguel Tralarí, auténtico alquimista técnico del espectáculo. Cambios de luz, ecos medidos y sombras que aparecen o se disuelven revelan un talento capaz de construir atmósferas que se sienten y vibran. Misterioso, silente, magnético y absolutamente irresistible. Y luego están las coreografías circenses, una de las joyas más singulares de este espectáculo. El cuerpo se vuelve vuelo, riesgo y tensión sostenida en el aire. Allí se eleva (o cae) la fuerza en su forma más literal, entre plataformas, luces, sillas o suspensiones. Y en el centro de esta dimensión física y poética se encuentran nuevamente dos presencias que sostienen y definen la esencia del cabaret. Facundo Pennesi convierte la llama en impulso físico: canta, arde, salta al vacío con una energía que es fuego y caricia. Facundo Quirós, por su parte, coreografía desde el instinto y la belleza: sus movimientos tienen urgencia, verdad y elegancia. Juntos esculpen una poética del cuerpo donde lo salvaje y lo sutil coexisten en perfecta armonía.

El elenco restante es una constelación de siluetas incendiarias que cuentan historias y dejan su huella en esta noche sin normas. Álvaro Prieto es deseo contenido, elegancia arrolladora. Sus pasos, insinuaciones y palabras, transforman el escenario en un ritual. Su erotismo se desliza suave y letal. Daniel Fernández es energía desbordante, provocación en estado puro: seduce y enciende la escena con una intensidad magnética, convirtiendo sus señales en una promesa que solo se cumple en la oscuridad. Marina Ranuschio hipnotiza con su sensualidad líquida, su cuerpo se desliza como fuego lento mientras su presencia transforma el deseo en belleza. Soledad Barderas es potencia que irradia: mezcla brutal de técnica, flexibilidad y pasión, domina el espacio con precisión y fuerza felina, dejando una estela de elegancia y arrebato. Nicole y Victoria Condomi, diosas absolutas del cabaret, completan el conjunto con un carisma que desarma. Nicole, (alter ego de David Cantero) diva arrebatadora, camina con autoridad y lanza miradas que embrujan. Condomi, con su elegancia afilada y su magnetismo argentino innato, guía al espectador por un mundo en el que todo está permitido y nada es casual. Juntos, hacen de “Vespera” un espectáculo que no se contempla desde fuera: se atraviesa, se siente, se graba en la piel.

“Vespera” trasciende el cabaret erótico para convertirse en un manifiesto íntimo, una experiencia que abraza el deseo, la identidad y la libertad. Detrás de gestos, canciones y cuerpos que habitan la escena, late un impulso honesto por vivir y mostrar la verdad propia. Aquí, los intérpretes encuentran su forma de estar, de sentir, de habitar el placer desde lo genuino. El público, en ese mismo viaje, descubre que no existe una sola forma de mirar, gozar o ser. La belleza del espectáculo reside también en eso, en un espacio donde las emociones tienen sentido y las pulsiones encuentran forma. Lo que antes ardía en silencio, ahora brilla. Lo que el cuerpo guarda, el arte lo libera. Y en ese gesto compartido, el deseo toma forma, el placer respira y la noche —al fin— se vuelve casa.

Dirección general: Facundo Pennesi, Facundo Quirós

Coreografías: Facundo Quirós

Producción: Inspira, La Opción

Reparto: Álvaro Prieto Expósito, Daniel Fernández, David López Cantero, Facundo Pennesi, Facundo Quirós, Marina Ranuschio, Soledad Barderas, Victoria Condomi.

Técnica: Miguel Tralarí

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