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Primera cita: Amor a prueba de locuras

Tras ser vista por más de 200.000 espectadores en París, la comedia, escrita a dos manos por Patrick Hernández y Enver Recepovic, aterriza en Madrid con la dirección de Tuti Fernández para invitarnos a la primera cita. En ella conoceremos a Maribel (Cristina Acosta) en su cuarenta cumpleaños, harta de que los hombres se aprovechen de ella nada más conocerla, y a Cintia (Elena Lombao), su mejor y más esotérica amiga. Juntas urdirán un plan tener una cita con un apuesto desconocido de “usar y tirar”. Todo parece ir bien hasta la aparición de Lorenzo (Pedro Llamas), un tipo romántico que solo busca el amor verdadero; quien quizá después de esta cita, deje de buscar las dos cosas.

Tan solo con leer la sinopsis, la cual pueden encontrar en un cuidado y original programa de mano, el texto respira humor y malos entendidos; de hecho, minutos antes del propio comienzo podemos escuchar una voz en off que nos introduce a varios candidatos para nuestra primera cita. Traducido al lenguaje teatral va asociado a la comedia de enredos. Estamos acostumbrados en la amplia y variada cartelera teatral a obras de temática amorosa y sentimental, pero ninguna enfocada a los comienzos; de ahí que sea una propuesta diferente y, desde el inicio, muy amena y atrayente. La estructuración en forma de sketches, personajes con rasgos identificativos y situaciones embarazosas, cada cual más alocada, podrían ser un perfecto ejemplo de comedia de situación o sitcomedy, género cada vez más predominante en series digitales y muy vistoso y divertido en el seno del teatro.

El trabajo de adaptación, con independencia del género, es el más laborioso y, en ocasiones, el menos reconocido. El principal axioma es extraer lo mejor del texto original y trasponerlo a la realidad del país con una visión actual y propia. Dicho cometido está en manos de Pedro Llamas con un resultado sobresaliente. Este conocido monologuista y conferenciante, gracias a la traducción de Ylva Malmcrona, ha sabido trasladar de forma satisfactoria el libreto, potenciando su contenido, a la idiosincrasia española. Uno de los principales peligros en la comedia de enredos es introducir demasiadas variables en la acción, embarrando la trama, sin que estas se despejen de forma acertada en el final; error que no ocurre en esta ocasión.

Más allá del humor y de las situaciones rocambolescas, el objetivo del texto es desterrar tópicos basados en el deseo sexual irrefrenable de los hombres, traducido en la práctica de consumar en la primera cita y, para ello, invierte en tono crítico la tendencia en el lado femenino; de ahí que sea concebida como una comedia decididamente femenina, pero ciertamente no feminista. Todo ello en un contexto absorbido por la instantaneidad y aparente facilidad de las aplicaciones móviles para citas. En lo relativo a otorgar una visión castiza del libreto, en francés Jamais le deuxiéme soir, se aprecia y ve el trabajo de Llamas, eligiendo a personajes conocidos de todos los ámbitos y situaciones fácilmente identificables. Los gags y chistes pudieran haber sido más refinados y con un humor menos efectista. Apreciaciones personales a aparte, lo que es indiscutible, vistas las risas y carcajadas de los presentes, es el carácter cómico de la representación y la buena acogida por parte de los presentes.

En la comedia de enredos, con entradas y salidas de los personajes característico del vodevil, la fluidez es un elemento esencial para dar movimiento al relato y, aunque parezca contradictorio, solo se logra con muchas repeticiones y ensayos. Tuti Fernández –con larga trayectoria en cortometrajes de ficción– controla los tempos de la representación, de 90 minutos de duración, y consigue dotar a la obra de frescura, agilidad y ritmo, propias del género que nos ocupa. A su vez, realiza un aprovechamiento exquisito del espacio teatral, con patio de butacas incluido, y consigue dotar de orden el sinsentido de la trama. Como he comentado anteriormente, en obras de enredos donde todo parece enmarañarse, es más necesario si cabe una coordinación y organización escénicas para no caer en la entropía y hacer que las entradas del reparto, muchas de ellas aparatosas por exigencias del libreto, triunfen y descoloquen al espectador. Objetivo logrado. Por otra parte, este multifacético productor y guitarrista albaceteño consigue mantener encendida la llama del humor y que actor y actrices den rienda suelta a su gestualidad, vis cómica y demás habilidades interpretativas. Para ello, introduce de forma pertinente pequeñas sorpresas monologales mediante parálisis temporales con el uso de apartes y apuesta por un teatro físico contemporáneo para escenificar las mil y una locuras que suceden sobre el escenario.

El foco de acción lo acapara Cristina Acosta en la piel de Maribel, una cuarentona sin suerte en el amor que está decidida a utilizar alguna página de citas por internet para vivir una noche de pasión sin sentimientos. Esta actriz, de amplia formación y con experiencia en teatro y series televisivas, borda las inseguridades de su personaje sumido en una montaña rusa de emociones. Esta variabilidad es representada con realismo y verosimilitud – en los momentos más calmados transmite dulzura y en los más agitados locura escénica– aunque en estos últimos aprecié cierto desborde, quizá por la rareza y excentricidad de a quien representa. Además, Acosta nos deja una gestualidad facial y corporal desbordantes que me recordaron a los de Lina Morgan en muchos de sus sketches. Sin despegarse, Elena Lombao da vida a Cintia, la mejor amiga de Maribel amante de las terapias naturales y la medicina alternativa. Siempre es un placer ver a esta actriz sobre los escenarios, como hizo en la propuesta de Ben-hur de Nancho Novo, por ser un huracán escénico y por imprimir un toque de locura convertido en histrionismo y, a su vez, atemperar la representación. Además, su personaje le da pie a captar la atención del espectador y mostrar su facilidad para la improvisación y trato con el público.

Completa el reparto el propio Pedro Llamas, representando a Lorenzo, la cita de Maribel y un hombre romántico chapado a la antigua. Su personaje puede equipararse al de un saco de boxeo porque es golpeado por todos los lados y sujeto pasivo de múltiples perrerías. Dada su experiencia en el humor, interpreta a este personaje con una solvencia y tranquilidad envidiables, no apta para avergonzados y pudorosos, y nos deja ver su don para la imitación y su versatilidad escénica.

Esta cómica propuesta teatral se ve potenciada por una escenografía funcional, diseño de Javier Ruíz de Alegría, que recre a la perfección la estancia principal de una vivienda con varios espacios diferenciados, que dan mucho juego, como el hall de entrada o la barra americana. La iluminación de Carlos Alzueta es correcta y propicia para cada ocasión, como lo es también el hilo sonoro de Tuti Fernández; aunque visto lo visto en escena asustaría hasta al propio Cupido.

Una comedia de enredos ligera, divertida e histriónica representada por un sensacional y cómico reparto, capaz de aguantar innumerables locuras en la Primera cita

 

Libreto: Patrick Hernández y Enver Recepovic

Dirección y adaptación: Pedro Llamas

Traducción: Ylva Malmcrona

Reparto: Elena Lombao, Pedro Llamas y Cristina Acosta

Escenografía: Javier Ruiz de Alegría, sobre una idea original de Carmen Castañón

Música: Tuti Fernández

Iluminación: Carlos Alzueta

 

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