Desde su estreno en febrero de 1896 en el Teatro Regio de Turín, “La Bohème” de Giacomo Puccini ha sido un pilar indiscutible del repertorio operístico, cautivando a generaciones con su conmovedora combinación de lirismo, pasión juvenil y tragedia implacable. La reciente producción a cargo de NovAria Filharmonia ofrece una versión que, sin apartarse de los cánones tradicionales, se sostiene en una sólida dirección musical y en un elenco comprometido, con momentos de auténtico fulgor vocal y dramático.
Ambientada en el París bohemio del siglo XIX, “La Bohème” sigue la historia de Rodolfo, un joven poeta que se enamora de Mimí, una modista enferma de tuberculosis. Junto a sus amigos Marcello, Schaunard y Colline, viven entre la pobreza y la alegría despreocupada, hasta que la enfermedad de Mimí y los celos de Rodolfo ponen a prueba su amor. Mientras Musetta, la exnovia de Marcello, juega con la seducción y el desenfado, la tragedia se cierne sobre la pareja protagonista. En un desenlace desgarrador, Mimí muere en brazos de Rodolfo, dejando en el aire un eco de amor fugaz e irremediable.
Antes de entrar a valorar la representación, cabe felicitar a NovAria por su compromiso con la difusión de la ópera, un género que, a pesar de su riqueza artística, a menudo queda relegado a circuitos exclusivos o a públicos especializados. Con el Ciclo de Ópera NovAria, la compañía reafirma su apuesta por acercar este arte a un espectro más amplio de espectadores, combinando respeto por la tradición con un formato accesible y dinámico. Año tras año, su programación recoge los grandes títulos del repertorio operístico europeo, tratados con esmero y con una visión que equilibra fidelidad histórica y sensibilidad contemporánea, demostrando que la ópera sigue siendo un arte vivo, capaz de emocionar y conectar con la sensibilidad actual sin perder su esencia.
El libreto, a través de una prosa rica en metáforas y comparaciones, teje con sensibilidad y precisión la efímera belleza del amor y la crudeza del destino, dando voz a la pasión, la bohemia y la tragedia con una fuerza emocional inolvidable
El libreto, escrito por Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, es una de las piezas más refinadas del verismo operístico, logrando un equilibrio entre la naturalidad conversacional y una poesía de gran lirismo. Su construcción es un modelo de síntesis y eficacia narrativa, comprimiendo en cuatro actos una historia que, lejos de ser una mera crónica de la juventud bohemia, se convierte en una meditación sobre la fugacidad de la felicidad, la precariedad del amor y la ineludible presencia de la muerte. La versión presentada por NovAria Filharmonia respeta la esencia del original sin buscar reinterpretaciones radicales, lo que permite que el libreto fluya con su habitual eficacia. Aprecié un trabajo meticuloso en la dicción y la claridad del fraseo, especialmente en los pasajes conversacionales, donde el ritmo del texto juega un papel crucial en la credibilidad dramática.
Uno de los rasgos más notables del texto es su riqueza metafórica y el constante uso de comparaciones, que dotan de profundidad poética incluso a los diálogos más cotidianos. Desde su primera aparición, Mimí se describe a sí misma a través de una metáfora floral estableciendo un paralelo entre su fragilidad y la de las flores que ella borda. Del mismo modo, Rodolfo, al declararle su amor, utiliza la metáfora de la luz, anticipando el papel simbólico que jugará la muerte de Mimí, cuando el frío regrese de manera literal y definitiva a su vida.
El libreto también sobresale por la fuerza de su contraste temático. Frente al amor idealizado y casi instantáneo de Rodolfo y Mimí, la relación entre Marcello y Musetta está llena de sarcasmo, desencuentros y pasiones fugaces, reflejando la volatilidad de las emociones humanas. Además, la alternancia entre lo cómico y lo trágico es un rasgo esencial de la obra, con momentos de ligereza –como el engaño a Benoît en el primer acto o la escena del Café Momus– que intensifican, por contraste, la crudeza del tercer y cuarto acto. Por último, el libreto juega magistralmente con el destino. Desde el primer encuentro entre los protagonistas, la presencia de la muerte es una sombra latente, apenas disfrazada por la ilusión del amor juvenil. La última frase de Rodolfo –Mimí… Mimí!– es un eco trágico de su primer llamado, cerrando la ópera con una estructura circular que refuerza la sensación de inevitabilidad. Así, más allá de narrar un amor truncado, “La Bohème” nos enfrenta a la transitoriedad de la felicidad y a la crudeza del paso del tiempo, encapsulado en un texto de una belleza efímera, como la vida misma.
Una dirección musical sensible y precisa logrando una interpretación matizada que equilibra la grandiosidad de la orquesta con la delicadeza de los solistas
Bajo la batuta de Adolf Gassol, la dirección musical imprime refinamiento, equilibrio y una lectura profundamente expresiva de la partitura de Puccini. Desde los primeros compases, el también director artístico y violinista de la Orquesta Barroca de Barcelona expone un control absoluto del discurso musical, abordando cada frase con un sentido narrativo claro y respetando los matices orquestales sin ahogar las voces. Su dirección se caracteriza por una respiración orgánica con los cantantes, permitiendo que el fraseo fluya con naturalidad y sin rigideces. Si bien en los primeros minutos se percibió un ligero nerviosismo en la orquesta –algo habitual en una obra que comienza con un ritmo ágil y diálogos musicales entrelazados–, esto se disipó rápidamente, dando paso a un sonido cohesionado y bien articulado. La NovAria Filharmonia respondió con una ejecución pulcra, con una cuerda particularmente inspirada, que supo aportar la calidez y el lirismo necesarios en los momentos más íntimos, como en “O soave fanciulla” o el desgarrador final del cuarto acto.
Uno de los mayores aciertos de Gassol es su manejo del color orquestal, resaltando las sutilezas armónicas de Puccini sin caer en excesos sentimentales. La energía vibrante del segundo acto da paso a la melancolía del tercero, donde equilibra con maestría las secciones instrumentales para subrayar la fractura emocional de los personajes. En el cuarto acto, su dirección sostiene la tensión con naturalidad, permitiendo que la tragedia fluya sin efectismos. La despedida de Mimí está envuelta en un halo de delicadeza y contención, logrando un clímax de una belleza devastadora. Con sensibilidad y precisión, Gassol ofrece una lectura inteligente de la partitura, realzando su riqueza musical y su impacto dramático. También cabe reseñar la labor de Marta Finestres al frente del coro, logrando un conjunto bien ensamblado y con un sonido homogéneo. Su trabajo se hace especialmente notable en el segundo acto, donde el bullicio del Café Momus es recreado con una energía vibrante pero bien controlada, sin perder claridad ni equilibrio con la orquesta. La precisión en las entradas y la dicción cuidada permiten que el coro se integre de manera orgánica en la narración, aportando dinamismo sin restar protagonismo a los solistas.
La dirección artística consigue una puesta en escena detallada y vibrante, que fusiona la autenticidad de la época bohemia con una fluidez dramática contemporánea
La dirección artística de Sergi Giménez encuentra un equilibrio entre fidelidad estética y teatralidad efectiva. La escenografía de NovAria Artists recrea un París bohemio con notable atención al detalle, especialmente en los interiores, que transmiten la precariedad y el encanto de la vida artística, acentuado por las proyecciones en el ciclorama. Sin embargo, el cambio de escena entre el segundo y el tercer acto pudo haber sido más fluido, rompiendo momentáneamente el ritmo narrativo. La iluminación juega un papel crucial en la construcción del clima dramático. Los tonos cálidos del Café Momus contrastan con los grises y azulados del tercer acto, donde la atmósfera invernal refuerza la sensación de distancia y desamparo. En el desenlace, los claroscuros y la progresiva atenuación de la luz acentúan la desolación, envolviendo la muerte de Mimí en una penumbra casi pictórica. Uno de los aciertos distintivos de estas producciones es la ubicación de la orquesta en el escenario, situándola en el fondo escénico frente a los cantantes, quienes ocupan el proscenio. Lejos de generar una barrera visual o acústica, la integración de los músicos dentro de la escena resulta sorprendentemente orgánica, hasta el punto de que la orquesta parece desvanecerse dentro del conjunto escénico.
El reparto, con un equilibrio vocal y una intensidad dramática ejemplares, logra transmitir la esencia de cada personaje con una profunda conexión emocional
El elenco sobresale por una sólida cohesión vocal y dramática, con un trabajo coral bien ensamblado y una integración polifónica fluida, especialmente en los conjuntos del segundo acto y en los momentos de mayor carga emotiva del tercero y cuarto. Destaca especialmente el reparto femenino, con Amanda González y Maylin Cruz aportando solvencia vocal y una notable profundidad interpretativa. La química entre los solistas es palpable y cada personaje se perfila con matices bien definidos, logrando un equilibrio entre lirismo e intensidad dramática.
Como Mimí, Amanda González deslumbra con una interpretación de gran sensibilidad y un timbre cálido y envolvente. Su entrada en “Mi chiamano Mimì” es delicada y expresiva, perfilando a un personaje de ternura sincera sin caer en afectaciones. En los dúos con Rodolfo, su voz se funde con naturalidad, logrando momentos de gran lirismo. En el último acto, su canto adquiere una fragilidad conmovedora, manteniendo el control técnico sin perder la emoción, lo que hace que su despedida sea aún más devastadora. Sergi Giménez aborda el papel de Rodolfo con un fraseo expresivo y una proyección firme. En “Che gelida manina”, su interpretación combina entusiasmo juvenil con un refinado control dinámico, perfilando a un Rodolfo apasionado pero con una melancolía latente. Su química con Mimí es convincente y, en el tercer acto, logra transmitir con intensidad el conflicto entre amor y desesperación. En el desenlace, su canto desgarrado en “Mimí… Mimí!” corona una actuación de gran impacto emocional.
Por su parte, Maylin Cruz brilla en el papel de Musetta, aportando carisma y una energía escénica arrolladora. Su “Quando men vo” es una exhibición de encanto y seguridad vocal, con un fraseo seductor y una dicción impecable. Más allá de la coquetería del segundo acto, su evolución dramática es notable: en el cuarto acto, la ternura y desesperación por salvar a Mimí demuestran una versatilidad interpretativa que enriquece su personaje. Como Marcello, Alberto Cazes ofrece una interpretación robusta y expresiva, con una voz rica en matices. Su complicidad con Rodolfo y sus intercambios con Musetta dotan de vitalidad al conjunto, equilibrando comicidad y drama. En el tercer acto, su actuación alcanza uno de sus mejores momentos, con una interpretación convincente del dilema entre su amor por Musetta y su frustración ante su carácter voluble.
Xavier Casademont imprime a Schaunard una presencia escénica dinámica y un fraseo ágil. Su timbre bien proyectado y su desenvoltura teatral hacen que su personaje sea un pilar fundamental en los momentos de camaradería del primer y cuarto acto. David Cervera encarna a Colline con sobriedad y nobleza, haciendo de “Vecchia zimarra, senti” uno de los momentos más conmovedores de la noche. Su timbre profundo confiere al personaje una dignidad serena, logrando un contraste efectivo con la ligereza de sus compañeros en los primeros actos. En los roles de Benoît y Alcindoro, Guillermo González aporta el toque cómico con una caracterización bien matizada y una dicción clara. Su interacción con los bohemios en el primer acto es ágil y efectiva y su reacción ante el engaño de Musetta en el segundo acto arranca sonrisas sin caer en la caricatura. Aunque breve, la participación de Rodrigo Contreras como Parpignol es bien resuelta, con una voz luminosa que se integra con fluidez en el bullicioso cuadro del Café Momus. Su presencia escénica refuerza la atmósfera festiva, contribuyendo a la sensación de dinamismo en este pasaje.
En definitiva, si Giacomo Puccini levantara la cabeza, estaría orgulloso de esta adaptación. La solidez del reparto, la sensibilidad de la dirección musical de Adolf Gassol y el detallado enfoque escénico de Sergi Giménez convergen en una lectura fiel y profundamente conmovedora de “La Bohème”.
Orquesta: NovAria Filharmonia
Dirección musical: Adolf Gassol
Dirección de coro: Marta Finestres
Dirección artística: Sergi Giménez
Reparto: Amanda González, Sergi Giménez, Maylin Cruz, Alberto Cazes, Xavier Casademont, David Cervera, Guillermo González y Rodrigo Contreras.
Montaje escénico: Novaria Artists
Producción y comunicación: Ben Aisit
Coreografía: Núria Serra
Jefe de regidoría: Álvaro Duran
Regidora: Juliana Tauber
Iluminación: Imesde
Diseño de vestuario: Montse Miralles
Caracterización: Mary Cortés / Roger Griño
Coro: Coro NovAria
Ballet: Balet NovAria