Hay quien dice que trabajar de cara al público debería computar como experiencia en psicología, mediación de conflictos y, en ocasiones, como deporte de alto rendimiento. Porque lidiar a diario con la impaciencia, la ignorancia con modales de cliente VIP y las expectativas imposibles —todo con una sonrisa en la cara— es una de las tareas más infravaloradas de nuestra sociedad. El que lo ha vivido lo sabe: se requiere temple, humor y una paciencia a prueba de bombas. Quizá por eso el monólogo “De cara al público”, presentado en el Teatro Fígaro de Madrid, conecta con una audiencia tan amplia: porque habla desde el campo de batalla, sin filtros, y con la ironía como escudo. En él, Dannusx —alter ego escénico de Daniel García— convierte en espectáculo las miserias y absurdos del día a día laboral en la atención al cliente. Y lo hace sin victimismo, pero con mucha verdad.
Antes de entrar a valorar el espectáculo, conviene detenerse en el fenómeno que lo hace posible. Porque no es habitual que una persona, hasta hace cinco años completamente ajena al circuito teatral y mediático, logre llenar un espacio como el Teatro Fígaro. Dannusx, lo ha hecho. Y no por casualidad. En plena pandemia, mientras el mundo se replegaba entre mascarillas y pantallas, muchos encontraron en el contenido digital una vía de escape o una forma de expresión. Pero pocos supieron transformar esa ventana en un escenario. Daniel sí. Aprovechó aquel paréntesis global para convertir sus vivencias —y las de tantos que trabajan cara al público— en piezas breves cargadas de sarcasmo, humor y una puntería quirúrgica para retratar lo cotidiano. Y lo hizo con una voz propia, sin imposturas, sin buscar likes fáciles ni disfrazarse de influencer. Esa autenticidad, sumada a una constancia que pocos ven detrás de cada vídeo viral, es la que le ha llevado a congregar a una comunidad de casi un millón de seguidores entre Instagram y TikTok. Puede parecer un camino sencillo en la era digital, pero no lo es. Requiere disciplina, criterio y un agudo sentido del ritmo y la observación. Lo que ha conseguido Dannusx no solo es digno de mención: es un ejemplo de cómo el talento genuino, cuando se alinea con el trabajo constante, puede romper barreras y cruzar del móvil al escenario.
Más allá del fenómeno digital, lo que realmente distingue a Dannusx es su especialización: ha convertido en territorio cómico las vivencias de quienes trabajan cara al público. Y lo ha hecho desde la sinceridad más descarnada, una sinceridad que se agradece en tiempos de corrección impostada. Desde el primer minuto dejó claro que iba a hacer lo que mejor se le da: “quejarse”. Pero no una queja vacía, sino una denuncia lúcida, afilada, que no deja títere con cabeza. El monólogo es una sucesión de bofetadas de realidad —en sentido figurado, aunque hay quien desearía que fueran también literales— donde se reconoce, sin filtros, la frustración, el hastío y el absurdo cotidiano del trabajo de cara al cliente. Porque Dannusx no habla sobre los que atienden al público, habla como uno de ellos. Es la voz, con sorna y agudeza, de todos los que han tenido que aguantar lo inaguantable con una sonrisa de serie.
El espectáculo, además, está sólidamente estructurado. Parte del origen de todo: la entrevista de trabajo. Un proceso que, como él mismo apunta con acierto, se parece cada vez más a una app de citas, donde uno se vende, elige palabras con cuidado y espera, con ansiedad, un match que le permita sobrevivir. Desde ahí, se abre el catálogo de situaciones surrealistas que todos los trabajadores del sector conocen —y sufren— demasiado bien. Como no podía ser de otra manera, Dannusx no defrauda en uno de sus terrenos más reconocibles: la parodia. Con una capacidad camaleónica para saltar entre personajes, se pone en la piel del dependiente con mil batallas encima y del cliente con exigencias de emperador romano. El contraste es brutal y cómico a partes iguales. Los cambios de registro, el uso preciso del lenguaje corporal, la agilidad verbal… todo ello refuerza esa sensación de que estamos viendo más allá de un monólogo, es una especie de teatro comprimido en una sola voz. Quizá —y esto más como deseo que como crítica— uno se queda con ganas de más. No por falta de contenido, sino porque el universo que plantea da para mucho. Más profesiones, más gremios, más situaciones límite. El formato tiene tanto potencial que uno sale del teatro con la sensación de haber probado un menú delicioso, pero en versión degustación. Lo bueno: deja con hambre de otra ronda.
Para quienes aún lleguen a este tipo de espectáculos sin saber exactamente “de qué va esto”, Dani no se anda con rodeos: ofrece una auténtica clase didáctica sobre el ecosistema del cliente moderno. Tipologías, comportamientos, frases célebres… todo queda desmenuzado con precisión casi antropológica. Desde el cliente que “solo mira” pero interroga como un fiscal, pasando por el que no tiene muy claro cómo funcionan las ofertas, hasta el que exige lo imposible con la serenidad del que cree que el mundo le debe algo. En paralelo, se despliega una lista no oficial —pero tremendamente realista— de las virtudes sobrehumanas que, inconscientemente, se espera que tenga cualquier persona que trabaje cara al público: paciencia infinita, telepatía, clarividencia, omnipresencia, memoria fotográfica, empatía inquebrantable… Cualidades que acercan peligrosamente al dependiente medio a una figura casi nietzscheana: el superhombre de lo cotidiano, obligado a sostener el caos con una sonrisa y sin margen de error. Dani lo dice entre risas, pero el mensaje cala: en esta profesión no se sobrevive sin desarrollar una resistencia emocional que roza lo inhumano. Y aun así, se sobrevive. Por último, también dio voz a los verdaderos protagonistas de la noche: el público, la inmensa mayoría de los cuales trabaja de cara al público y tenía mucho que contar.
“De cara al público” es, en definitiva, una reivindicación necesaria y brillante. Un monólogo que pone voz —por fin— a quienes durante años han (hemos) tenido que tragar, sonreír y callar. Aquí el lema clásico de “el cliente siempre tiene la razón” se invierte con inteligencia: el cliente a menudo no la tiene, y no pasa nada por decirlo. Dannusx se convierte en altavoz de miles de trabajadores que por fin se ven representados con dignidad, humor y verdad. Y como si esto fuera poco, ha dado un paso más allá publicando un libro que recoge más anécdotas y reflexiones del gremio, bajo un título que no podría ser más justo: “Superhéroes sin capa”. Porque eso son (somos). Y este show, más que una función, es un homenaje en clave cómica a toda esa resistencia silenciosa que trabaja, día tras día, de cara al público.