No estudia, no trabaja. La puedes ver borracha por el barrio, tirada en un banco en la plaza o dando voces a deshoras. Y todos lo pensamos: “pedazo de guarra, quinqui de mierda”. Así se presenta Iphigenia, el retrato de una generación perdida de mujeres sin recursos que sobreviven como pueden en una sociedad que ha avanzado por encima de sus posibilidades. Un paralelismo con la Iphigenia de la Grecia Clásica cuando la flota griega no puede avanzar hacia la guerra de Troya hasta que los dioses ofendidos sean resarcidos. El pago por las ofensas es sacrificar a Iphigenia, hija del rey Agamenón. La ciudad entera, a excepción de Aquiles, espera que ella se entregue por el bien común...