Icono del sitio Masescena

La tristura reúne sus tres últimos textos en «Nuestro movimiento»

 

Cine

A pesar de tratarse de su quinto trabajo, La tristura reconoce en CINE casi “una ópera prima”, el punto de partida de su madurez una vez cumplidos los 30 años. Esta road movie, con la que la agrupación ha girado nacional e internacionalmente, acompaña a un personaje, Pablo, en la búsqueda de su identidad, vinculada a la trama de niños robados. En el viaje se encontrará con situaciones que le irán revelando no solo su propia historia, también la de su país. Cine (kiné) significa etimológicamente “movimiento”. Y según expresa La tristura, la pieza apela “a la valentía, al viaje y al movimiento. A la búsqueda de la identidad, desde un lugar absolutamente íntimo, pero con consecuencias políticas”. Y continúa: “CINE nace del deseo por explorar el recorrido secreto entre la mirada telescópica y microscópica. Una continuación en la búsqueda del relato íntimo, de la micropolítica, de los lugares en los que se conectan lo grande y lo insignificante”.

 

Future Lovers 

Esta pieza se estrenó en 2018 en los Teatros del Canal, y se vincula a Materia Prima (2011), una creación previa en la que Gonzalo Herrero y Siro Ouro, que ahora tienen 19 años, participaron cuando tenían 10 años. Seis jóvenes nacidos alrededor del año 2000 que hablan entre ellos y hacia el mundo. Es una noche de verano a las afueras de una gran ciudad, y un grupo de amigos, quizás en el paso del instituto a la universidad, ha quedado allí para beber, bailar, hablar, besarse. Future Lovers es un acercamiento a esta generación a la que le ha tocado vivir en este nuevo mundo, hiperestimulado y tecnológico, que está modificando la forma de relacionarnos, de comunicarnos, de tocarnos y de amarnos. Se trata de una observación sin juicio, porque  «nosotros también somos parte de este mundo», explican La tristura, «y porque de ese modo podemos detectar los lugares en los que la juventud sigue siendo algo muy parecido a lo que era hace 10, hace 20, hace 50 años». Hay instantes de la vida que siendo aparentemente sencillos, marcan nuestro carácter y nuestro camino. “Viéndolos hablar y comportarse, como si nadie les estuviese mirando, queremos crear una burbuja, un nido, que al ser visto desde fuera, nos apele directamente, nos obligue de alguna manera a volver a ese momento de nuestra vida”. La pieza invita a cada observador a que encuentre las siete diferencias con respecto a su adolescencia, a su juventud, para que decida cómo relacionarse con una cuestión siempre compleja: ¿cuáles eran las expectativas que tenías de tu propia vida? ¿Se cumplieron? ¿Estabas equivocado entonces o quizás lo estás ahora?

 

Renacimiento

Desde muy pronto, prácticamente desde que se fundó en 2004, La tristura ha concebido el teatro como espejo de una comunidad. Renacimiento tiene que ver con el propio crecimiento de la agrupación, que explica que hace tiempo que viene trabajando “en teatros más grandes, en mejores condiciones”, lo que le ha permitido “contar con un equipo de trabajadores, de técnicos, con los que desarrollar montajes más complejos”. Un trasiego que “tan solo dura unas horas, como un rito de paso”, pero que tiene algo de recorrido místico, como “un camino que comienza en la nada, en el escenario vacío, y se va desplegando hasta el momento final, cuando todo está dispuesto para que entre el público”. Así, “siempre hemos pensado que en ese viaje se escondía una pieza escénica en la que algún día tendríamos que investigar”. Y ha llegado el momento con esta obra que, además, se vertebra “a partir de momentos icónicos de nuestra breve historia democrática”. Es teatro que hace historia, que indaga e intenta desentrañar nuestra identidad, apelando a ese concepto de comunidad que interesa a La tristura. “La pieza trata de comprender la naturaleza de los grupos y de las comunidades, y cómo nos unimos en relación a objetivos en común”. El fin es llamar nuestra atención sobre “un pequeño grupo de operarios” que nos guía, con la idea de “conocerlos, con la intuición de que la intimidad y la poesía son, esencialmente, conceptos políticos». Por último, Renacimiento recurre, como es evidente, al lenguaje metateatral, y en ella «la sociedad se enfrenta a sí misma, a sus propias heridas y oscuridades. Y, al mismo tiempo, es un espacio de celebración, un extraño oasis donde todavía es posible el encuentro humano, real y tangible, donde sentir que no estás solo en el mundo. Siempre nos hemos sentido apelados por esta dualidad”. La pieza, “de una manera inocente e incluso naíf”, nos recuerda que seguramente “nos querremos volver a despertar mañana”.

 

Sobre La tristura

Itsaso Arana, Violeta Gil y Celso Giménez formaron La tristura en 2004, junto a Pablo Fidalgo, como un colectivo de artes escénicas. Desde sus comienzos La tristura estrenó sus piezas en lugares tan señeros como El Canto de la Cabra, El Teatro de los Manantiales, Escena Contemporánea, La Sala Nasa o el Festival In-Presentable, contextos todos desaparecidos pero realmente importantes dentro de la creación contemporánea de nuestro país. Además, siempre ha mostrado un compromiso con el apoyo a asociaciones e instituciones interesadas por el teatro contemporáneo. Así, ha colaborado con espacios como el Festival de Otoño de Madrid, Cena Contemporánea de Brasilia, el Théâtre de la Ville de Paris, el Festival Grec de Barcelona, el Noorderzon de Groningen, Auawirleben de Berna, el Festival de Almada, el Théâtre de Liege o el Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque, entre otros. En estos años de actividad, han promovido eventos como el Festival Salvaje, la Gran Convocatoria Mundial o el Ciclo La Tristura 2004-2014.  Sus obras son Años 90. Nacimos para ser estrellas (2008), Actos de juventud (2010), Materia prima (2011), El sur de Europa. Días de amor difíciles (2013), CINE (2016), Future Lovers (2018) y Renacimiento (2020).

 

Salir de la versión móvil