Masescena

Lola Herrera llena de luz y verdad las Cinco horas oscuras con Mario

Lola Herrera y Carmen Sotillo, verdaderas protagonistas de esta historia que comenzaba el 26 de noviembre de 1979 en el Teatro Marquina de Madrid, resisten al paso del tiempo como unas auténticas heroínas. El texto de Delibes, aún de temática vigente, muestra a una mujer en 1966 en pleno duelo cuando acaba de perder a su marido Mario de forma inesperada.

En cuanto a la actriz protagonista de la obra, y única, pues de todos es sabido que Cinco horas con Mario es un monólogo, la gran Lola Herrera, y digo “gran”, porque es imposible poder encontrar un adjetivo que mejor reúna el talento artístico de una actriz como ella. Da una verdadera clase magistral de saber estar encima de las tablas, de jugar con los sentimientos del público a su antojo, y de conseguir enganchar a toda la sala desde el minuto uno de la representación. Una gran Lola Herrera que consigue embobar con esa amplia gama de registros que muestra en escena durante toda la función. Ríe, llora, se emociona, se indigna, reprocha a Mario… con la ventaja de saber, aunque no del todo consciente, que su marido no le va a dar la réplica.

 

daniel dicenta

 

A pesar de que el encuentro de Lola Herrera y Carmen Sotillo fue casual, la propia actriz reconoce que llegó a sus manos cuando cuatro actrices antes que ella habían rechazado el papel. Las dos se han convertido en grandes amigas. Según palabras de la propia Lola Herrera, no es nada frecuente que una actriz, en distintas ocasiones, a lo largo de casi cuarenta años, pueda interpretar el mismo personaje y el mismo texto, con el mismo productor y la misma directora.

La dirección magistral firmada por Josefina Molina, además de firmar junto a José Sámano y el propio autor de la obra, Miguel Delibes, la adaptación, resulta impoluta con el paso del tiempo. Quien haya podido ver la función en varios momentos a lo largo de estos años podrá ver que la dirección impecable de Molina sigue hoy vigente, apostando por la serenidad y huyendo de los grandes artificios innecesarios. En palabras de la propia directora, en la función se cuenta la historia de dos víctimas. En la escena no hay sólo un muerto. Hay dos.

En Lola Herrera sí podemos observar el paso del tiempo. Pero no físico. Carmen Sotillo ya no es una mujer joven. Aquella mujer llena de prejuicios, casada con un comprometido intelectual quiere darle a su marido, muerto, el “repasito” que no le pudo dar en vida. Pero ahora Carmen Sotillo está mucho más pausada, más calmada, dice las cosas de otra manera, aunque el fondo es el mismo. Esa serenidad, cargada de sentimiento y defensa es lo que consigue que los espectadores gocen con la protagonista y Lola Herrera, y en numerosas ocasiones rían con la boca abierta. Lola Herrera y Carmen Sotillo tienen hoy una voz mucho más grave.

Según avanza la obra es muy difícil diferenciar quién es Lola y quién es María del Carmen Sotillo. Ambas son una. Pero Carmen es la frustración hecha persona. Es producto de una educación, de una época. Carmen estaba viva, pero se fue muriendo poco a poco al lado de un “soso” como Mario. Mario, su difunto marido, está muy preocupado por el cristianismo democrático de Juan XXIII, con la igualdad. La relación con ella es que tenga hijos.  

Cuando se estrenó la primera versión de la obra el color del decorado era violeta, el color del feminismo.

Desde que la cortina echó el cierre al final de la función el público se puso en pie para agradecer, con una cerrada ovación, el trabajo de una de las mejores actrices de nuestro país. Pero el respetable no daba signos de querer parar de ovacionar a Lola Herrera.

Desde Masescena no sólo aconsejamos ver a Lola Herrera en Cinco horas con Mario, compartimos con nuestros lectores que quien pueda ir a verla que no se la pierda para poder dar deleite con la palabra y la dicción a todos los sentidos.

 

Salir de la versión móvil