"Debemos convertirnos en luciérnagas y reconstruir una comunidad de deseo. Una comunidad de suaves resplandores. De danzas a pesar de todo. De pensamientos que transmitir". Son palabras del francés George Didi-Huberman, filósofo de la imagen. Las expuso hace unos años en la muestra Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?, en el Museo Reina Sofía de Madrid. Reclamaba, frente a la herencia de las luces que guiaron a Occidente, el camino de las luciérnagas. Lucecitas. Pequeños destellos de belleza donde no cabe el afán totalitario. Recordaba también que, en su interpretación de la filosofía de Kant, Hannah Arendt ya había identificado la imaginación como la facultad política más importante. La facultad de la imaginación nos permite situarnos en el lugar de otra persona. Didi-Huberman concentra sus esperanzas en la fuerza de las imágenes, que asegura que son como frágiles luciérnagas que resisten el enceguecedor resplandor de un escenario político tan deprimente como el contemporáneo...