En la plaza de la Cebada, donde Madrid huele a castaña asada y a frío de noviembre, el Teatro La Latina nos transporta directamente a las calles de una Londres de Dickens. Oliver Twist vuelve a caminar entre nosotros: canta, baila y alza la mirada para recordarnos que los niños olvidados siguen existiendo.
Esta producción original de AMR Produce realizada íntegramente en España, con música y libreto propios, no tiene nada que envidiar a la versión de Lionel Bart y pone el acento en el viaje de Oliver, un niño que transita entre la miseria y la posibilidad de una vida nueva. El joven protagonista escapa del orfanato para adentrarse en una ciudad áspera y peligrosa, donde encuentra refugio provisional en Fagin (Rubén Yuste), maestro de un grupo de pequeños rateros. Su intento de construir un futuro mejor se ve truncado cuando el destino, caprichoso y feroz, lo devuelve al submundo de Bill Sikes (Natán Segado), figura tan temible como trágica. Frente a esa obscuridad emergen el Sr. Barrow (Manu Rodríguez) y la Sra. Rose (Marta Malone), dos presencias que añaden un halo de esperanza.
Una adaptación que equilibra la crudeza de Dickens con la sensibilidad e inteligencia emocional de niños y adultos
El libreto de Pedro Víllora enfrenta desafíos notables. Condensar una novela de más de 500 páginas en apenas dos horas de espectáculo puede implicar eliminar personajes y subtramas secundarias sin perder, por ello, la esencia de la historia. En este caso, el objetivo se ha cumplido con solvencia, aunque un breve entreacto podría haber dado un respiro al público y reforzado ciertos matices. La adaptación demuestra además un criterio claro sobre el uso del texto declamado y la música: los diálogos avanzan el relato con precisión, mientras los números musicales enfatizan emociones y momentos determinados, reforzando la intensidad dramática. El resultado es redondo.
Víllora, con un profundo conocimiento de la literatura, afronta con inteligencia uno de los grandes retos de los musicales familiares: tratar temas complejos como la prostitución, la violencia o la injusticia sin espantar al público infantil. El texto confía plenamente en la inteligencia emocional de los niños y también de los adultos, quienes se ven invitados a recordar su propia infancia. En esta versión, mantiene la advertencia que el autor victoriano planteaba originalmente: muestra hacia done conduce una sociedad que descuida la formación y el cuidado de los más jóvenes, a la vez que evidencia cómo nuestras acciones, incluso las más pequeñas, pueden contribuir decisivamente a crear un futuro mejor, protegiendo a quienes habrán de construirlo. De esta manera, la adaptación respeta la crudeza del original, subraya su mensaje ético y conmueve a espectadores de todas las edades.

Dirección, música y coreografía se combinan con rigor para dar ritmo e intensidad al montaje
Bajo la dirección de Juan Luis Iborra, el montaje encuentra un admirable equilibrio entre emoción y claridad. Tras su experiencia en “Los chicos del coro”, confirma su maestría para guiar un reparto compuesto principalmente por jóvenes, cuyos movimientos, miradas y energía llenan el escenario con autenticidad. Iborra calcula cada gesto con la precisión de un relojero suizo. Sin embargo, permite que la frescura y espontaneidad de su interpretación conserve la naturalidad de un juego infantil. El también director y guionista cinematográfico sabe manejar los contrastes de la obra: alterna con acierto los momentos más sombríos del submundo londinense con instantes de luz, redención y píldoras de humor, de manera que la tensión dramática nunca decae. Su batuta establece una complicidad constante con el público, conduce la historia sin artificios y asienta el trasfondo social que ya plantea el libreto de Pedro Víllora.
Con Gerardo Gardelín al frente de la dirección musical, la pieza gana solidez y profundidad sin perder sensibilidad. A lo largo de la función se establece un leitmotiv reconocible, con ritmos marcados y punzantes que subrayan la crudeza de la situación; un ejemplo claro de ello es la canción “Londres, Londres”. Números como “Malos tiempos para un robo”, “Aprender a robar” o “¿Quién puede ayudarme a mí?” refuerzan el conflicto emocional de los personajes y acompañan la narrativa sin eclipsarla. Hay pasajes instrumentales combinados con la coreografía de Luis Santamaría, cuyos movimientos precisos y pertinentes evidencian una coordinación excelente entre música y movimiento. La orquesta en vivo, bajo la dirección del propio Gardelín, dota a la puesta en escena de una resonancia especial, haciendo que cada coro y solo sirva de soporte y arrope la historia.
Convicción, coordinación y fuerza escénica sostienen la intensidad de la obra en todo momento
El elenco está plenamente entregado a la causa y transmite energía y convicción en cada escena. Aunque todavía se perciben pequeños aspectos de continuidad y técnica por pulir, algo comprensible tras haberse estrenado hace apenas unos días. Destaca positivamente la abundancia de números conjuntos que permiten apreciar la solidez de las polifonías, como en “Vivir con amigos” o “¿Quién soy yo?”, donde la coordinación y el equilibrio vocal entre los distintos intérpretes logran momentos de gran belleza y potencia expresiva.
Todos los ojos están puestos en Oliver Twist, interpretado por Gael Martín en el pase al que asistí. El jovencísimo actor, en su debut, transmite con naturalidad la inocencia y candidez propias de su edad y revela la vulnerabilidad y curiosidad que definen al personaje. Es el vivo reflejo de la esencia de Oliver que la producción aspira a rescatar, algo que queda especialmente plasmado en la canción “¿Quién puede ayudarme a mí?”. Dentro del reparto infantil, también adquiere protagonismo Hurón, papel que asumió en esta ocasión y por primera vez Nayden Rodríguez. Aunque secundario respecto a Oliver, resulta clave para mostrar la interacción entre los niños y la vida en las calles de Londres. Sorprende su seguridad escénica y convicción con una claridad vocal incluso en los números corales más complejos. El resto de este elenco aporta voces claras y bien proyectadas, con una frescura que amplifica la energía de las escenas de grupo.

Entre los adultos, Rubén Yuste encarna a Fagin, figura clave por su ambigüedad moral y su dominio sobre los niños. Al principio, la diferencia de edad entre el actor y la que se presupone del personaje puede generar una ligera distancia, a pesar de la magnífica caracterización de Laura del Muro. Sin embargo, Yuste (“Grease, el musical de tu vida”, “Mamma Mia”) lo compensa con inteligencia interpretativa, un lado galán y seductor, y un poder de convicción que hace creíble a este manipulador envolvente. Su dicción y gestualidad construyen un Fagin matizado, capaz de atraer y repeler a la vez. Por su parte, Natán Segado da vida a Bill Sikes, un personaje malvado y temible. Pese a la vis cómica que ha mostrado en papeles anteriores, Segado (“Pretty Woman, El Musical”, “Billy Elliot”) logra que Sikes resulte claramente imponente y amenazante al mostrar con precisión su brutalidad y fuerza. Por último, Lourdes Zamalloa ofrece a Nancy una intensidad contenida que refleja la dualidad de su papel: dura y cómplice del crimen, pero con un rescoldo de bondad que la hace cercana y humana. Zamalloa (“Billy Elliot”, “Company”) también destaca vocalmente en los momentos más exigentes de la partitura.
En el lado luminoso del relato sobresalen Manu Rodríguez como el Sr. Barrow y Marta Malone como la Sra. Rose. El primero (“Los chicos del coro”, “Los Puentes de Madison”) dota al personaje de una serenidad firme, casi paternal, y un aire culto e intelectual que actúa como contrapunto moral frente a la violencia del entorno. Malone (“Full Monty”, “Kinky Boots”) aporta una calidez diáfana, con una presencia que irradia comprensión y delicadeza sin caer en el sentimentalismo. Por su parte, el doctor Grimm, en manos de Tomy Álvarez («A Chorus Line», «Forever Van Gogh») ofrece una visión mucho más severa, casi catastrófica, e introduce un contrapunto incómodo pero eficaz dentro del conjunto. El mismo actor también da vida con la misma solvencia a un juez impertérrito en una escena cargada de tensión. Por último, Andrés Navarro («We Will Rock You», «Los tres») y Laura González («33, el musical», «Mar y Cielo») interpretan al Sr. Bumble y a la Sra. Corney, el contrapunto más cómico y satírico del montaje. Su autoridad ridícula y reglamentaria, como responsables del orfanato, caricaturiza la burocracia institucional y subraya con claridad la ironía social de Dickens.
La escenografía, diseñada por David Pizarro, combina funcionalidad y simbolismo al recrear con eficacia los distintos espacios de la ciudad de Londres, como las sucias y obscuras calles o el refugio de Fagin, que contrastan con la seguridad del hogar del Sr. Barrow. Los juegos de altura —balcones, escaleras y plataformas— aportan dinamismo y profundidad al relato, facilitan transiciones fluidas entre escenas y permiten a los intérpretes moverse con libertad sin saturar visualmente el espacio. Por el último, la iluminación a cargo de Juanjo Llorens, acompaña la escenografía con cambios de tonalidad en función de la ubicación y subraya la acción en escena sin restar protagonismo a lo acontecido en el escenario.
Al final, un grupo de criaturas de carne y hueso ha logrado lo que Dickens soñó hace casi dos siglos: hacer visibles a los invisibles, convertir la miseria en música y mostrar que la única forma de salvar al niño que fuimos es atender al que aún sufre. Ahora saben qué hacer cuando alguien, en cualquier parte del mundo, pide “un poco más”.
Autor: Charles Dickens
Versión y adaptación: Pedro Víllora
Dirección de escena: Juan Luis Iborra
Música y dirección musical: Gerardo Gardelin
Reparto infantil: Daniel Escrig, Eneko Haren, Pablo Grife, Gabriel Flores, Nayden Rodríguez, Gonzalo Pinillos, Jeriel Figueroa, Gael Martín, Álvaro de Paz, Sergio Aguado y Alberto Zorrilla.
Reparto adulto: Rubén Yuste, Manu Rodríguez, Lourdes Zamalloa, Natán Segado, Marta Malone, Tomy Álvarez, Noelia Marló, Andrés Navarro, Laura González, Nacho Casares, Agustina Berenguer y Fran del Pino.
Diseño de iluminación: Juanjo Lloréns
Diseño de escenografía: David Pizarro
Diseño de vestuario: Macarena Casís
Diseño de coreografía: Luis Santamaría
Diseño de sonido: Javier Isequilla
Diseño cartel y foto: Javier Naval
Diseño de caracterización: Laura del Muro
Productor ejecutivo: Rafa Coto
Dirección de casting y producción: Beatriz Giraldo
Creatividad: Anouk Orozco
Audiovisual: Andrés Finat
Construcción escenografía: Mambo Decorados
Una producción de AMR PRODUCE CORPORATE.






