Icono del sitio Masescena

El Brujo ya está en el Bellas Artes de Madrid con ‘Esquilo. Nacimiento y muerte de la tragedia’

El actor y director se enfrenta en solitario al público madrileño para abordar desde la risa el espíritu de los textos clásicos

El Brujo y Jesús Cimarro, director del Teatro Bellas Artes y del festival emeritense, han presentado en Madrid la obra, de la que Rafael Álvarez ha dicho: “Es una conferencia. Hace muchos años di una conferencia en la plaza del pueblo sobre los romanos, la conferencia era una parodia, un pretexto para hacer teatro. Ahora es todo lo contrario, el pretexto es el teatro para dar una conferencia sobre el espíritu antiguo de la tragedia que representa Esquilo, basado en el libro de Nietzsche El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música, pero todo desde el punto de vista de un cómico que tiene que mirar la tragedia o cualquier cosa de manera que el público ría constantemente desde el principio al final”, explica el actor y director.

Cimarro ha valorado la larga y fructífera trayectoria de El Brujo, y su especial relación con el público emeritense que siempre responde en masa a la convocatoria del artista. En este sentido, y como ya hiciera en sus anteriores montajes -en los últimos años, El Brujo había visitado el Festival con producciones como La Odisea (2012) y El asno de oro (2013)-, El Brujo continúa explorando la línea de trabajo basada en el «actor solista», tradición europea que se remonta a los juglares antiguos y cuyo exponente más prestigioso es el premio Nobel Darío Fo.

En escena, el relato se verá apoyado por la música en directo de Javier Alejano.

 

Esquilo por El Brujo

Hace muchos años leí la definición de Arte Clásico que daba un gran erudito helenista cuyo nombre ahora ya no recuerdo: “Una obra es clásica, (decía) cuando no hay en ella ningún resto del esfuerzo que conlleva todo proceso creador”. En ese caso, pensé, sólo es clásica la puesta de sol, el vuelo majestuoso de un águila en el cielo sin límites o el baile de los astros en el universo. En definitiva, algo siempre inaccesible a los artistas mortales.

El año pasado visité la Acrópolis y el Partenón y vi en el Museo unas cariátides de casi cuatro metros de altura. Estaban perfectamente labradas por delante y por detrás. Los bucles del cabello eran hermosos, armónicos y atrajeron magnéticamente mi mirada. Después supe que la parte de atrás estaba destinada a ir adosada a la pared de un templo. No obstante, los detalles exhibían el mismo cuidado y la misma belleza que la parte delantera, en principio la única que iba quedar expuesta a la vista. Y entonces recordé la definición del erudito helenista sobre el Arte Clásico y entonces entendí que el erudito se refería a una actitud: la obra es clásica cuando nace de un respeto profundo hacia lo que uno hace, más allá del resultado fiel plasmado en un objeto. La vida es el arte y la vida es clásica. El proceso de creación es el juego mismo de la vida en marcha. Esta inocencia es la que percibí en el Prometeo encadenado, de Esquilo. Una magia lejana y un ritmo sin tensión. Esta es sin duda una obra clásica que nace de la misma inocencia sagrada que exhibían aquellas cariátides. Y me enamoré de Esquilo. Y aluciné con él. Y me inventé otro Esquilo. Y jugué con él. Me he baña-do en el manantial de la tragedia griega con el pretexto de este espectáculo. Ahora espero una primavera con la flor de Apolo naciendo en los bosques al son de la flauta de Dioniso, que me recuerda la flauta de Krishmá, el dios indio que juega y baila con las pastoras ¡la naturaleza es el arte y la naturaleza es el espíritu!

Este espectáculo es la mirada de un cómico español sobre la tragedia griega, un cómico que ha sobrevivido y sobrevive para hacer reír constantemente a su público. No sé qué será del resultado, pero de momento… estoy feliz. Y que ustedes lo disfruten.

Salir de la versión móvil