• Inicio
    • Álex Clavero
      Imagen de Juan Echanove en el Parador de Almagro
      Aleix Martínez en 'Dona Nobis Pacem'
      Rubén Olmo
    • En la imagen: Miguel Alcantud, director artístico de Microteatro; Verónica Larios, socia fundadora de Microteatro y directora de la sala; y Jaime Aranzadi, director departamento legal de Microteatro
      Imagen promocional de la celebración
      Panorámica del Teatro de Rojas de Toledo
      Tecnología teatral barroca en Europa
    • Últimas noticias

      Imagen promocional de la obra
      Natalia Labourdette
      Mariangela Sicilia
      Luisa Gavasa en una imagen del espectáculo

      Lo más visto

      Iván López-Ortega
      Belén Rueda
      Un instante de la representación
      Un instante de la representación
  • Podcasts
  • Anuarios
  • Revistas en papel
  • Boletines
  • Bazar
  • Suscríbete
  • Inicio
    • Álex Clavero
      Imagen de Juan Echanove en el Parador de Almagro
      Aleix Martínez en 'Dona Nobis Pacem'
      Rubén Olmo
    • En la imagen: Miguel Alcantud, director artístico de Microteatro; Verónica Larios, socia fundadora de Microteatro y directora de la sala; y Jaime Aranzadi, director departamento legal de Microteatro
      Imagen promocional de la celebración
      Panorámica del Teatro de Rojas de Toledo
      Tecnología teatral barroca en Europa
    • Últimas noticias

      Imagen promocional de la obra
      Natalia Labourdette
      Mariangela Sicilia
      Luisa Gavasa en una imagen del espectáculo

      Lo más visto

      Iván López-Ortega
      Belén Rueda
      Un instante de la representación
      Un instante de la representación
  • Podcasts
  • Anuarios
  • Revistas en papel
  • Boletines
  • Bazar
  • Suscríbete
Año IXNúmero 433
07 DICIEMBRE 2025

Un Dios salvaje: un reflejo infantil de la vida adulta

Imagen promocional de la obra
Imagen promocional de la obra
Una comedia que desnuda la civilidad y revela el instinto primario que todos llevamos dentro

El Teatro Alcázar abre su temporada con “Un Dios salvaje”, presente en cartel durante todo el año para recordar que la violencia, sutil o explícita, no entiende de edades: atraviesa generaciones y se instala en un mismo tablero en el que las máscaras de la corrección social se resquebrajan con facilidad, dejando al descubierto tensiones, rencores y una feroz pulsión de supervivencia disfrazada de urbanidad.

Dos matrimonios se reúnen en un salón para tratar de resolver con cordialidad un altercado infantil: el hijo de una pareja ha golpeado al del otro. Lo que comienza como un diálogo sereno pronto se enreda en acusaciones, reproches y alianzas cambiantes que desnudan hipocresías y contradicciones. La anécdota escolar se convierte en campo de batalla doméstico donde los adultos, atrapados por su propio ego y frustraciones, terminan comportándose con más violencia y descontrol que los propios niños que dicen defender.

Nacida en Francia de la pluma de Yasmina Reza, el título pronto saltó de los escenarios parisinos a Londres, Broadway y medio mundo, cosechando premios y ovaciones gracias a la precisión de sus diálogos y a la universalidad de su planteamiento. Cada nueva versión ha sabido adaptarse a su tiempo y a su público, confirmando que el desencanto, la impostura y la violencia soterrada no entienden de fronteras. En España ya conoció un primer éxito fulgurante con Maribel Verdú y Aitana Sánchez-Gijón y ahora regresa al Alcázar con un reparto distinto pero igual de contundente.

Reza, heredera de un Molière posmoderno, explora con ironía la impostura del discurso correcto. Los personajes intentan encarnar modelos de urbanidad, pero acaban revelando que la educación —tanto la académica como la doméstica— no es más que un barniz demasiado frágil para contener la violencia latente. Cada gesto cotidiano funciona como un catalizador que revela la agresividad y las frustraciones bajo la aparente corrección social. Ese “Dios salvaje” no emerge de golpe, sino como un goteo constante que horada las máscaras de civismo, dejando al descubierto las tensiones y contradicciones de la vida familiar y social. El libreto plantea así una pregunta esencial: ¿cómo educar a los hijos en valores de respeto cuando los adultos reproducen, en su trato, la misma brutalidad que pretenden corregir?

La obra funciona como un espejo deformante de la pedagogía y los valores contemporáneos. Bajo la superficie de frases medidas y discursos sobre tolerancia, se esconde la competitividad silenciosa de dos modelos familiares que buscan demostrar quién es más moral, más consciente o correcto. La versión española de Jordi Galcerán mantiene la agudeza de Reza y consigue que los diálogos conserven su frescura y mordacidad, adaptando referencias y matices culturales al espectador local. Lo que comienza como un debate sobre educación y comportamientos infantiles se convierte rápidamente en un combate de egos, donde cada personaje defiende su posición con una mezcla de cinismo y autocomplacencia. Sin embargo, tanta digresión, cambios de tema, circunloquios y rodeos argumentales, aunque sirven para profundizar en la interacción y en los matices de los personajes, terminan por ahogar el desenlace. A mi juicio, los últimos treinta minutos se sienten algo pesados, como si la brillantez del libreto se diluyera bajo el peso de sus propias ramificaciones discursivas.

un-dios-salvaje-13
Un instante de la representación

La dirección de Tamzin Townsend consigue traducir el pulso del libreto a una experiencia teatral viva y orgánica. El espacio escénico diseñado por Ana Garay, minimalista pero cuidadosamente medido, funciona como eje de los encuentros y roces: el sofá morado se convierte en territorio neutral que alberga luchas de poder sutiles, mientras que las entradas y salidas del diálogo, las interrupciones y los rodeos discursivos se potencian gracias a la dirección, evitando que el texto se perciba mecánico y permitiendo que cada réplica tenga su impacto emocional.

En cuanto a la tensión cómica, Townsend maneja con maestría los silencios incómodos, risas nerviosas, miradas y pequeños gestos: cada ceño fruncido o sonrisa forzada carga de significado la interacción, generando un humor que surge directamente de la confrontación de los personajes. Ahí está la genialidad del texto: en conseguir que la comedia no neutralice el malestar, sino que lo potencie. Reírse de los personajes es, en cierto modo, reírse de uno mismo, de las pequeñas miserias que todos compartimos, y Townsend logra que esa mezcla de diversión y desasosiego atraviese la sala, manteniendo al espectador en un delicado equilibrio, como el de Edward Albee, entre la risa y la incomodidad.

El éxito de esta versión descansa en gran medida en un reparto sorprendentemente compenetrado, que transmite la sensación de haber trabajado juntos durante años. Luis Merlo, Natalia Millán, Clara Sanchís y Juanan Lumbreras forman un conjunto sólido, heredero de la complicidad que ya mostraron en “Conspiranoia”, donde la coordinación y la química entre ellos eran esenciales para sostener la tensión de la trama.

Cada intérprete aporta matices distintos que refuerzan los roles de género y las dinámicas de poder implícitas en la dramaturgia. Las esposas inicialmente pacificadoras atraviesan su propia catarsis y van revelando su fuerza y agresividad a medida que los maridos se parapetan tras la ironía o el cinismo profesional. Natalia Millán, en el papel de Verónica, evoluciona de conciliadora a agresiva, mostrando cómo su personaje va imponiendo su voluntad y su franqueza con creciente intensidad. Clara Sanchís, por su parte, pasa de la contención y cierta ausencia a dinamitar la reunión, liberando un instinto que hasta entonces había reprimido y dejando de callarse ante las provocaciones. Ambas catarsis permiten que el “Dios salvaje” que habita la obra entre en escena, mostrando que bajo la corrección se esconden instintos primarios que la dramaturgia de Reza expone con precisión y mordacidad.

En el lado masculino, Luis Merlo aporta una dimensión distinta: su rol profesional de abogado ocupado abre subtramas, introduce comentarios punzantes y rompe la dinámica central, generando tensión y contraste con las emociones de las mujeres. Juanan Lumbreras, como marido de Verónica, equilibra su histrionismo natural con mesura, ofreciendo un personaje que se deja llevar por las decisiones de su esposa pero que también aporta momentos de comicidad involuntaria. Es él quien introduce la botella de alcohol, un gesto de apariencia secundaria pero que funciona como detonante: el consumo dispara tensiones, libera inhibiciones y permite que aflore todo lo que los personajes han ido reprimiendo, haciendo nuevamente visible el “Dios salvaje”.

Autoría: Yasmina Reza
VersiónJordi Galcerán
DirecciónTamzin Townsend Reparto:  Luis Merlo, Natalia Millán, Juanan Lumbreras y Clara Sanchis. Producción ejecutiva: Verteatro
Dirección de producción: Carlos Larrañaga
Diseño escenografía y vestuario: Ana Garay
Diseño iluminación: José Manuel Guerra
Diseño música y sonido: Andrés Belmonte
Ayudante de dirección: Ricardo Cristóbal
Ayudante de producción: Beatriz Díaz
Dirección técnica: David González
Construcción escenografía: Mambo Decorados
Prensa: La Cultura a Escena | Ángel Galán
Fotografía: John Ribes y Juan Carlos Arévalo
Vídeo y fotografía de escena: Nacho Peña
Diseño gráfico: Hawork Studio
Gerencia y regiduría: Sabela Alvarado

Noticias relacionadas
Imagen promocional de la obra
Un instante de la representación
Un instante de la representación
Imagen promocional de la representación
Un instante de la representación
Puerta Mágica Mágicas Navidades
Últimas noticias
Imagen promocional de la obra
Natalia Labourdette
Mariangela Sicilia
Luisa Gavasa en una imagen del espectáculo
Imagen de las producciones ofertadas
Imagen de la grabación