Este mes de agosto, el Gran Teatro CaixaBank Príncipe Pío se convierte en el escenario de una fiesta lírica muy poco convencional: “The Opera Locos”. El espectáculo de Yllana, ganador del Premio Max a Mejor Espectáculo Musical (2019), regresa a Madrid con su particular cóctel de ópera, humor físico y virtuosismo vocal, dispuesto a conquistar a públicos que van del melómano convencido al espectador curioso en búsqueda de una velada diferente.
La dramaturgia parte de un planteamiento tan simple como fértil: un recital lírico que debería transcurrir con la solemnidad habitual, pero que rápidamente se descarrila víctima de los egos, los celos y las pasiones cruzadas de sus cinco protagonistas. La idea original, firmada por Yllana y Rami Eldar, demuestra una vez más la inagotable capacidad de la compañía para reinventarse: un caudal de propuestas que nunca se agota ni pasa de moda y vuelve a situarse en la categoría de sobresaliente. Sobre esa premisa, el montaje construye una comedia de enredos donde cada personaje responde a un arquetipo reconocible —el tenor venido a menos, el barítono arrogante, el contratenor aniñado, la soprano soñadora y la mezzo felina—. La acción avanza a base de viñetas cortas que conjugan grandes arias con gags visuales, siempre impulsadas por la psicología de los intérpretes y no por un simple encadenado de chistes. Esa claridad en las líneas internas permite al espectador seguir con facilidad el juego de rivalidades y enamoramientos, mientras la música se convierte en el hilo conductor dramático y no en mera exhibición vocal.
La trama se sostiene sobre tres líneas argumentales. En primer lugar, el romance entre un tenor veterano venido a menos que arrastra la nostalgia de sus días de esplendor y la soprano que suspira por él con devoción: Antonio Comas y María Rey-Joly conforman un tándem entrañable, de ternura cómica pero sustentada en voces sólidas. En paralelo, surge la pareja inesperada formada por el severo barítono, con aires de profesor de canto, y el contratenor, un alma libre con su propia metodología: Jorge Tello y Jesús García Gallera se entregan a un juego de opuestos que funciona como motor humorístico. La tercera línea la encarna la mezzo, Mayca Teba, mujer felina y arrolladora quien por sus propios medios conseguirá conquistar a quien menos se lo espere.
La dirección lleva la firma de David Ottone y Joe O’Curneen, dos nombres habituales en la columna vertebral creativa de Yllana. Su sello es reconocible desde el primer minuto: un humor físico milimétrico, construido sobre el gesto, la mirada y el timing escénico. Cada movimiento, pausa y caída están coreografiados con precisión de relojero, hasta el punto de que la partitura visual funciona como una segunda orquesta paralela a la musical. Este acierto recae en primera persona en el trabajo coreográfico de Carlos Chamorro. La apuesta es clara: convertir el virtuosismo vocal en combustible cómico sin perder calidad técnica. Aquí reside gran parte del mérito del montaje: lograr atraer tanto a los espectadores familiarizados con el género como a quienes nunca se han acercado a la ópera. Esa capacidad de traducir códigos complejos en humor accesible es, de nuevo, una de las razones por las que Yllana sigue siendo única.
La dirección musical de Marc Álvarez y Manuel Coves se apoya en un repertorio cuidadosamente escogido en torno a una idea universal: el amor y el desamor. No se trata de un simple desfile de “grandes éxitos”, sino de un conjunto de piezas que dialogan con los personajes y sus enredos. Entre ellas asoman la melancolía de “Vesti la giubba”, la sensualidad de la “Habanera”, la delicadeza de la “Barcarolle” o la apoteosis de “Nessun dorma”, títulos fácilmente reconocibles y que aquí cobran una nueva dimensión cómica sin perder intensidad lírica. Además de la ópera, el espectáculo integra clásicos pop que van de Whitney Houston y Mika a Sinatra o Elton John. Lejos de “colarse” por pura complicidad generacional, estos guiños lubrican transiciones, disparan gags musicales y portan frescura y ligereza a un género que a menudo puede percibirse como sobrio y encorsetado.

El acompañamiento de la Orquesta Sinfónica Verum, en pista grabada, asegura precisión y favorece el timing escénico necesario para la comedia. El mayor temor —que la voz no se acoplara con naturalidad a esa base— se desvanece pronto: todo fluye con sorprendente armonía y permite al lucimiento vocal brillar en primer plano. Antonio Comas (tenor) da vuelo a los pasajes más líricos, María Rey-Joly (soprano) enfrenta con solvencia las coloraturas, Mayca Teba (mezzo) aporta carácter y sensualidad, Jesús García Gallera (contratenor) brilla en su registro agudo con comicidad y Jorge Tello (barítono) redondea el quinteto con solidez y autoridad.
La construcción escenográfica, diseñada por Tatiana de Sarabia, David Ottone y Yeray González, introduce al espectador en un universo a medio camino entre lo circense y lo cabaretero. La gran boca de entrada recuerda a las ferias clásicas, mientras que el resto del espacio alterna la estética de una sala de fiestas decadente con un camerino minimalista para contraste y cierta intimidad. Esa mezcla de estilos genera un aire onírico, casi irreal, que refuerza la sensación de estar asistiendo a un delirio musical más que a un recital convencional.
El vestuario de Tatiana de Sarabia continúa esa línea: exagerado, colorista y con toques de sátira con reminiscencias tanto al clasicismo operístico como al desenfado del pop. Cada traje perfila con ironía la arquitectura del personaje y convierte al elenco en figuras que parecen sacadas de una farsa soñada. La iluminación de Pedro Pablo Melendo contribuye a esa atmósfera cambiante: luces que pasan de la solemnidad operística a la explosión cómica en cuestión de segundos, delineando el tono híbrido de la propuesta. Por último, el diseño de sonido de Luis López de Segovia garantiza la limpieza necesaria en un espectáculo donde se entrelazan voces en directo, orquesta grabada y gags musicales, evitando que la comicidad o el efecto paródico resten claridad a la interpretación. En definitiva, el resultado escénico es un espacio vivo, flexible y simbólico, capaz de sostener tanto la grandilocuencia de un aria como el desenfado de una parodia pop sin romper la coherencia del universo planteado.
Reparto: Antonio Comas / Jesús Álvarez, María Rey-Joly / Irene Palazón, Mayca Teba / María Maciá, Alberto Frías / Jesús García Gallera, Enrique Sánchez-Ramos / Jorge Tello
Idea original: Yllana y Rami Eldar
Creado y dirigido por: Yllana
Dirección artística: David Ottone y Joe O’Curneen
Dirección musical: Marc Álvarez y Manuel Coves
Coreografía: Carlos Chamorro
Diseño de escenografía: Tatiana De Sarabia, David Ottone y Yeray González
Diseño de iluminación: Pedro Pablo Melendo
Diseño de sonido: Luis López de Segovia
Diseño de vestuario: Tatiana de Sarabia
Construcción de escenografía: Scnik Móvil, S.A.
Fotos/Vídeo: Lighuen De Santos
Comunicación: Rosa Arroyo y María Crespo
Producción y distribución internacional: Daniela Scarabino






