El circo navideño del Price no es solo una tradición madrileña, es una cita anual con la capacidad de asombro. En Sueña despierto, la nueva producción vuelve a situar la imaginación en el centro del dispositivo escénico y reivindica el acto de soñar —incluso con los ojos abiertos— como uno de los motores más eficaces del teatro para combatir la rutina. Si todavía desean hacerlo, conviene no demorarse demasiado, quedan pocas entradas para dejarse llevar por la magia del Price esta Navidad.
La historia arranca cuando un grupo de niños, durante una excursión escolar navideña, se pierde en un bosque tras la caída de la noche. Allí descubren un circo abandonado, el Circo de los Sueños, que parece dormido hasta que la música en directo, las acrobacias y la aparición de animales fantásticos lo despiertan y lo convierten en un lugar donde todo es posible. A lo largo de su aventura, los protagonistas —y con ellos el público— aprenden a evadirse del día a día, recalar en lo realmente importante y dejar a un lado lo superfluo. Entre saltos imposibles, números de equilibrio y destellos de luz, el espectáculo construye un universo sensorial y emocional que seduce por igual a pequeños y adultos.
Crear cada año un espectáculo completamente nuevo para el Circo Price supone un reto doble: integrar múltiples disciplinas artísticas —acrobacias, música en directo, clown, danza y narrativa— dentro de un relato de ficción original y, al mismo tiempo, dotarlo de una personalidad propia que lo diferencie de otros montajes navideños similares. Para asumir este desafío se ha recurrido a la mente de Juan Luis Iborra, que suma un hito más a su extenso currículum bajo la producción de Jesús Cimarro. Director de musicales de éxito incontestable como Oliver Twist y Los Chicos del Coro, Iborra conoce mejor que nadie cómo equilibrar espectáculo, emoción y narrativa.
En el centro de la acción se encuentran los propios protagonistas: los niños y adolescentes que dan vida a la historia. Muchos de ellos habían trabajado ya en producciones previas, lo que aporta una química natural y una familiaridad que trasciende el escenario. Su energía y espontaneidad convierten cada número en una estampa auténtica de la vida en escena. El elenco adulto, liderado por Eva (Pepa Zaragoza) y Ramón (Xisco González), combina experiencia y presencia escénica y guía a los jóvenes protagonistas a través de los números, siempre junto a los animales del Circo de los Sueños. Estos no son simple decoración, aportan ritmo, humor y una dimensión poética que intensifica la magia. La música ocupa un lugar destacado: canciones inéditas y pegadizas creadas para la ocasión dirigidas por Nicolás Castro combinan coreografías de Luis Santamaría y música en directo, construyendo atmósferas capaces de emocionar y seducir al público.
Los números circenses marcan el pulso del espectáculo y definen su lenguaje propio. Sergi Buka combina sombras chinescas y magia con un instrumento improvisado, el botellófono, con un encanto inesperado. ¿Qué sería de un circo sin payasos? La figura del clown queda disputada en varios momentos, pero el protagonismo recae en Dario Dumont, cuya comicidad se mezcla con virtuosismo en la bicicleta acrobática y los rulos de equilibrio, demostrando “el más difícil todavía” con precisión absoluta. La acrobacia en el suelo alcanza otro nivel con Othman, que apila sillas hasta alturas vertiginosas, imponiendo tensión y asombro.
En el aire, el dúo La Gata Japonesa, formado por Diego García y Elena Vives, deslumbra con vuelos espectaculares y acrobacias complejas, tanto individuales como conjuntas. Una disciplina a veces relegada o poco habitual aparece con los funambulistas del Dúo Alambria, que desafían la gravedad en cada paso sobre la cuerda floja y transmiten riesgo y sensación de ingravidez. La Troupe del Atlas llena el escenario con fuerza y sincronía. Cada número alcanza un clímax visual lleno de precisión, ritmo y energía.
La atmósfera del espectáculo adquiere cuerpo gracias a un equipo creativo preciso y bien coordinado. Rodrigo Ortega maneja la iluminación con sensibilidad, define cada espacio y resalta la acción de los artistas. Emilio Salinas, por su parte, propone un vestuario funcional y espectacular, reforzando la idiosincrasia de cada personaje. Eduardo M. Casanova aplica un maquillaje que intensifica la expresividad y la teatralidad. Todo esto recibe un matiz especial bajo la presencia de la Luna, en la voz de Eva Diago, y hasta aquí puedo leer, completando un círculo sensorial que envuelve al público en la magia del circo.
Idea y dirección: Juan Luis Iborra
Ayudante de dirección: Eva Diago
Dirección musical y música: Nicolás Castro
Conductora y profesor: Pepa Zaragoza y Xisco González
Artistas circenses: Sergi Buka (sombras chinescas y magia), Darío Dumont (bicicleta acrobática y rulos de equilibrio), Othman (verticales), La Gata japonesa (aéreos: telas y straps con quickchange), Dúo Alambria (funambulistas) y La troupe del Atlas (acrobacias)
Alumnos: Diego Torner, Iago Salas, David Calvo, Mateo Gordo, Lucía Gutiérrez, Irene Prieto, Daniel Torner, Marta del Mar Manzanas, Natalia Flores, Sergio Miguel García, Paula García y Míriam Celada
Animales: Marta Castell (ciervo), Cruz Toledo (reno), Karlos-Jorge Martínez (búho), Abril Aguirre (ardilla) y Ethan Terregrosa (conejo)
Músicos: Pablo Rodríguez (bajo), Silvia Pérez (batería), Nicolás Castro (guitarra) e Isabel Fernández (piano)
Voz Luna: Eva Diago
Escenografía: Pizarro Studio
Iluminación: Rodrigo Ortega
Vestuario: Emilio Salinas
Ayudante de vestuario: Laura González Pérez-Sierra
Maquillaje: Eduardo M. Casanova
Coreografía: Luis Santamaría
Ayudante coreografía: Carolina Gómez
Diseño cartel: José Warletta
Producción: Jesús Cimarro



