¿Puede una comedia blanca esconder más de lo que parece? En “Semen”, lo blanco va mucho más allá del título. La nueva propuesta de los Teatros Luchana, producida por El Reló Producciones y el propio teatro, es un ejercicio de humor con colmillo, que se desliza entre carcajadas, pudores y contradicciones masculinas. Con ritmo de sitcom y alma de laboratorio emocional, la obra se postula como una de las comedias del verano: gamberra, tierna y descaradamente actual. Porque a veces, para hablar en serio, lo mejor es soltar una carcajada.
Todo comienza en una exclusiva clínica de reproducción asistida. Allí, tres hombres que no se conocen —o quizá sí más de lo que imaginan— son convocados por Manuela, una mujer del pasado que vuelve con una propuesta tan desconcertante como imposible de ignorar: quiere ser madre, pero no sabe con quién… y serán ellos quienes deban decidirlo. A partir de ahí, lo que podría parecer un enredo clásico toma vuelo propio, entre absurdos malentendidos, confesiones inesperadas y mucho humor con segundas, para poner patas arriba los modelos heredados.
¿Quién dijo que ser padre es cosa de dos? Bajo esa hipótesis tan simple como punzante, Ana Graciani y Gabriel Olivares construyen en “Semen” una comedia que no se conforma con hacer reír: quiere incomodar, provocar pensamiento y, sobre todo, abrir conversación. La dramaturgia parte de un punto de partida deliberadamente inverosímil para desplegar una ficción tan absurda como reveladora, donde el disparate no es un fin, sino una herramienta para desmantelar clichés profundamente arraigados en torno a la paternidad, la masculinidad o la idea —cada vez más difusa— de familia tradicional. La dramaturgia de Graciani y Olivares juega con ventaja: parte de una premisa provocadora, pero huye del chiste fácil para construir una comedia de personajes, sostenida en diálogos ágiles, situaciones disparatadas y un ritmo que no da tregua. Lo que podría haberse quedado en una ocurrencia simpática se convierte aquí en un mecanismo teatral bien afinado, donde cada escena aporta, cada réplica revela, y cada personaje tiene su espacio para crecer y hacer reír. Hay intención, mirada y conciencia de lo que se cuenta, pero sin caer en la lección ni en la impostura.
Lo brillante del texto reside en ese equilibrio delicado entre lo ligero y lo trascendente. La carcajada llega, y muchas veces, pero detrás hay una escritura que no pierde de vista el foco: hablar del hombre contemporáneo sin condescendencia ni solemnidad, atravesando sus contradicciones con ternura, ironía y una buena dosis de mala leche. Se nota la complicidad entre ambos autores —y directores—, que vuelven sobre un texto gestado hace casi dos décadas para ajustarlo al presente con una precisión quirúrgica.
Si la dramaturgia es precisa, la dirección lo es aún más. Graciani y Olivares trasladan a escena esa misma complicidad autoral con una puesta ágil, limpia y centrada en el actor, donde el ritmo se mantiene firme y el gag nunca desplaza al personaje. Sin artificios ni distracciones innecesarias, todo responde a una lógica teatral bien pensada, donde lo esencial es que el conflicto fluya, que el humor conserve su fuerza y que el espectador perciba que, por descabellado que parezca, lo que sucede podría ser real.
La dirección coreografía el caos con milimétrica ligereza, gracias también a la impecable asesoría de Andrés Acevedo en movimiento. En este tipo de historias, donde la dinámica cíclica puede llevar a estancarse en regresar una y otra vez al punto de partida, “Semen” evita cualquier sensación de repetición pesada. Las entradas y salidas están medidas al segundo, los silencios funcionan como réplicas y el juego con la cuarta pared —sin romperla del todo— crea una complicidad constante con el patio de butacas. La fluidez y el ritmo se mantienen vivos en todo momento, sosteniendo el equilibrio entre la estructura cómica y la profundidad del mensaje. Ana Graciani y Gabriel Olivares, reyes Midas de la comedia, confirman una vez más por qué todo lo que tocan se convierte en éxito y risas. Ella, dramaturga, guionista y directora con una mirada afilada; él, director de TeatroLAB Madrid y figura clave de la escena madrileña. Su sello es inconfundible: humor inteligente, estructura instintiva y una capacidad pasmosa para conectar con el espectador sin subestimarlo. En “Semen”, vuelven a dar en el blanco. Literal y figuradamente.
El reparto demuestra que la comedia, cuando es coral, se vuelve mucho más efectiva. Lejos de buscar el lucimiento individual, los cuatro intérpretes construyen un engranaje escénico preciso, sostenido en la escucha, el ritmo compartido y una complicidad que se percibe desde el primer minuto. Parte del mérito reside en cómo encarnan perfiles tan marcados, con idiosincrasias muy diferenciadas, sin caer en la caricatura ni en la sobreactuación. Cada uno habita su universo y, al mismo tiempo, se adapta con precisión al código común de la función.
El más sereno en medio de la tormenta, Bart Santana compone un especialista en fertilidad entre lo clínico y lo cómico, con una contención que equilibra la energía desbordante del resto del elenco. Su personaje, tan ajeno al conflicto emocional como atrapado en él, funciona como bisagra escénica: es quien observa, encauza y, a su manera, también enloquece. Santana aporta oficio, timing y una vis cómica discreta pero eficaz, sostenida en la mirada y en una gestualidad siempre precisa. Además, se revela como un excelente dispensador de chistes vinculados a su especialidad.
Daniel Huarte encarna con sensibilidad a José Luis, un profesor de latín con alma de poeta y mente en bucle. Vive agobiado, nervioso, con miedo a todo: al compromiso, a la paternidad, a sí mismo. Huarte transita ese torbellino emocional desde la contención y el matiz, con una ternura que evita el victimismo y potencia la comedia desde la vulnerabilidad. Frente al ruido de los demás, él representa el temblor. Y lo hace con una precisión emocional que convierte su inseguridad en uno de los motores más entrañables —y reconocibles— de la obra. En el lado opuesto, Jaime Duque da vida a Samuel, el empresario de éxito con un ego tan inflado como sus cuentas bancarias. Viril y seguro, Samuel cree que ser hombre es tener siempre la última palabra. Pero detrás de esa coraza se esconde un hombre atrapado por sus propias inseguridades y temores, incapaz de afrontar la realidad sin que su fachada se resquebraje. Duque maneja con habilidad ese equilibrio entre la fuerza y la fragilidad, ofreciendo un personaje que evoluciona de la arrogancia al desconcierto con una mezcla de tensión y comicidad que resulta tan creíble como cautivadora.
Completa el trío de sementales, Pedro Moreno Orta, quien ha sido un auténtico descubrimiento en esta función. En medio de los extremos que representan José Luis y Samuel, “El Otro” se presenta como un joven suelto y sin etiquetas, que encarna el fluir sin complejos y un pensamiento sencillo que evita las complicaciones innecesarias. Con un carisma natural, Moreno Orta aporta frescura y espontaneidad, equilibrando la dinámica del grupo y ofreciendo una válvula de escape humorística que desdramatiza las tensiones y abre nuevas perspectivas sobre la paternidad y la identidad.
La propuesta escenográfica, a cargo de TeatroLAB Madrid, recurre a paneles translúcidos que dibujan un espacio aséptico y funcional, evocando con precisión la atmósfera de una clínica de reproducción asistida. Este minimalismo formal no es solo un acierto estético, también una herramienta dramática que potencia la sensación de claustrofobia latente entre los personajes atrapados en una encrucijada emocional. En paralelo, el diseño de iluminación de Carlos Alzueta refuerza esta atmósfera clínica y artificial. Su trabajo juega con luces frías y un uso medido que subraya el carácter experimental y casi de laboratorio de la trama, pero también el aislamiento personal y la tensión interna que viven los protagonistas. En definitiva, “Semen” confirma que, a veces, la comedia más blanca es la que deja la marca más profunda, porque detrás de cada risa se esconde una verdad que merece ser contada.
Producción: El Reló Producciones y Teatros Luchana
Producción Ejecutiva: Gaspar Soria
Dirección: Gabriel Olivares y Ana Graciani
Dramaturgia: Ana Graciani y Gabriel Olivares
Reparto: Daniel Huarte, Jaime Duque, Pedro Moreno Orta y Bart Santana
Asesoría de Movimiento: Andrés Acevedo
Escenografía: TeatroLAB Madrid
Diseño de Iluminación: Carlos Alzueta
Diseño de sonido: Tuti Fernández
Vestuario: DeGea
Diseño de cartel: María La Cartelera
Diseño gráfico: Sergio Avargues
Vídeo: Daniel Estevan





