Si alguien quiere formar parte de una relación moderna —aunque sea desde la seguridad de una butaca—, el Teatro Lara ofrece la ocasión ideal. “Relaciones modernas” invita a asomarse, con humor y una puntería casi quirúrgica, a los vaivenes sentimentales de una generación que busca el equilibrio entre la libertad y el compromiso, el deseo y la costumbre.
Cuatro amigos, dos parejas, una cena de jueves. Lo que parecía una velada rutinaria se convierte en el punto de inflexión de sus vidas cuando Alicia (Lucía Estévez) y Pablo (Sergio San Millán), la pareja aparentemente perfecta, anuncian su separación y su deseo de explorar nuevas formas de amar. El desconcierto de Marina (Pilar Morales) y Gonzalo (Jorge García-Berlanga), más tradicionales y aferrados a la estabilidad, desata una cadena de confesiones, inseguridades y deseos ocultos que pondrán a prueba su relación y su manera de entender el amor. Entre copas de vino, reproches y risas incómodas, esta propuesta desnuda las contradicciones de una generación que busca autenticidad sin renunciar a la comodidad y que quiere libertad pero teme la soledad.
Tras el éxito de cinco temporadas en la misma sala Lola Membrives con “Hijos de los 90”, la compañía La Caída Produce demuestra tener muy bien cogido el pulso de la comedia contemporánea. Con “Relaciones modernas” mantienen esa frescura y cercanía que les caracteriza, pero la orientan hacia un terreno más maduro, donde la risa convive con la incomodidad y el costumbrismo con la reflexión. A simple vista, podría parecer una de tantas obras que comienzan con una cena entre amigos, se abre un debate y estalla el conflicto. Pero nada más lejos de la realidad. El libreto de Lucía Estévez esquiva la fórmula fácil y convierte ese punto de partida reconocible en una pieza que avanza con ritmo, inteligencia y una mirada generacional precisa. Sus diálogos, ágiles y naturales, combinan ironía y ternura, sin caer en el cliché ni en la moralina.
Bajo la apariencia de comedia ligera, la autora despliega un entramado de reflexiones sobre los vínculos, el deseo, la rutina y la necesidad de validación emocional, ofreciendo distintas miradas sobre lo que entendemos por amor y compromiso. Cada personaje encarna una forma de enfrentarse a la soledad, a la fidelidad o al miedo a perder y, en ese cruce de perspectivas, surgen múltiples lecturas, nunca una verdad única. No hay respuestas categóricas —¿mejor solo que mal acompañado? ¿poliamor? ¿riesgo o rutina?—, sino un abanico de contradicciones que convierten la obra en un espejo contemporáneo tan divertido como incómodo.

En este tipo de propuestas es fácil resbalar en el humor fácil o la chabacanería, pero aquí el texto se sostiene sobre bases sólidas: hay conflictos bien planteados, malentendidos que funcionan como detonantes dramáticos y giros de trama que mantienen vivo el interés hasta el final. En definitiva, todos los ingredientes de una comedia excelente, escrita con inteligencia y sensibilidad.
Paco Rodríguez (“Negra sombra”, “¡Chas! Y de repente…¡Tú!”, “Clímax”) firma una dirección precisa, dinámica y cercana, capaz de mantener el ritmo de la comedia al mismo tiempo que preserva la verdad del conflicto. Desde el primer momento dota a la función una cadencia ágil y sostenida, logrando mantener la atención del espectador en todo momento. Se percibe un profundo conocimiento de los recursos teatrales, especialmente en el uso del aparte, empleado con acierto para contextualizar las acciones, reforzar la complicidad con el espectador y facilitar asomarse al pensamiento íntimo de los personajes.
La puesta en escena acompaña con sencillez y eficacia: la escenografía, sobria y funcional, sugiere los espacios cotidianos donde transcurre la acción, mientras la iluminación de Rafa Leitgeb resalta con precisión el foco de la acción y los matices de cada conversación. Rodríguez maneja con sutileza el humor, aprovechando el subtexto y la complicidad del elenco; gracias a la precisión de las miradas, las pausas y la química entre los actores, muchas veces basta una palabra o un gesto para anticipar la réplica siguiente, mostrando con elegancia las dinámicas complejas de las relaciones.
Otro de los aciertos de “Relaciones modernas” es la construcción de los personajes y la manera en que cobran vida en escena. La evolución de cada rol se percibe con claridad gracias a la coordinación entre el texto de Estévez, la dirección de Rodríguez y la actuación del elenco, que juntos logran un equilibrio perfecto entre comicidad, tensión y verdad emocional.

Marina, interpretada por Pilar Morales, y Gonzalo, a cargo de Jorge García-Berlanga, destacan de manera notable en la obra. Solo con estos dos personajes podría construirse una función completa o incluso una webserie: su química y la profundidad de sus roles atrapan al espectador desde el primer momento. El papel de Gonzalo resulta particularmente complejo. Su carácter hipocondríaco obliga al actor a mantener al personaje permanentemente constreñido; García-Berlanga consigue transmitir toda la tensión interna, la ansiedad y los miedos de Gonzalo dentro de ese marco de contención, mostrando la dificultad de interpretar a alguien que vive con el freno de mano echado. Por su parte, Marina comienza con un perfil silencioso, por exigencias del libreto, mostrando cierta reserva inicial que refleja la inseguridad y la rutina de su personaje. Sin embargo, Morales pronto se libera de esas ataduras, desplegando una seguridad y firmeza sensacionales que llenan cada escena de presencia, fuerza y autenticidad.
La otra pareja, Alicia y Pablo, estalla en escena con una energía que inicia buena parte de la revolución emocional de la obra. Alicia, interpretada por Lucía Estévez, es un verdadero verso suelto: alegre, espontánea y con una enorme carga de verdad. Resulta fascinante ver cómo da vida a un personaje que, a primera vista, parece seguro de sí mismo, pero cuya fortaleza quizá no sea tan sólida como aparenta. Estévez, graduada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Vigo, maneja con naturalidad estos matices, equilibrando desenfreno, humor y control superficial de manera convincente. Por su parte, Pablo, en la piel de Sergio San Millán, es directo, lanzado y vivaz, con una energía y telegenia natural que engancha a los presentes. El también cantante palentino evita la caricatura y logra que su personaje se sienta real y cercano, con sus dudas, inseguridades y contradicciones, mientras la química con Estévez convierte cada interacción en un juego lleno de ritmo y credibilidad.
“Relaciones modernas” es, en definitiva, una comedia contemporánea que combina ritmo, ingenio y emoción, con una armonía impecable entre texto, dirección y actuaciones. La obra demuestra el talento de la compañía La Caída Produce para construir relatos cercanos, inteligentes y sorprendentemente veraces sobre las complejidades de las relaciones humanas, dejando al espectador con la sensación de haber asistido a un retrato teatral vibrante, honesto y lleno de vida.
Producción: La caída produce
Producción Ejecutiva: La caída produce
Dirección: Paco Rodríguez
Idea original: Pilar Morales
Dramaturgia: Lucía Estévez
Reparto: Jorge García-Berlanga, Pilar Morales, Sergio San Millán, Lucía Estévez
Escenografía: La caída produce
Iluminación: Rafa Leitgeb
Vestuario: La caída produce
Técnico de iluminación y sonido: Rafa Leitgeb






