Santi Rodríguez regresa a los escenarios con su nuevo monólogo, representado en el Teatro Infanta Isabel, después de su gira por otras ciudades. Con su característico humor cercano y observacional, el comediante invita al público a un viaje cómico a través de experiencias personales y anécdotas sobre viajes y turismo, ofreciendo risas y reflexiones sobre las expectativas y sorpresas que nos depara cada escapada.
El cómico malagueño afincado en Jaén ha dado el primer paso: asumir que la televisión ya no es lo que era, cuando podías moverte de un programa a otro o de una serie a un tour televisivo sin esfuerzo. Pero lejos de quedarse lamentándose, ha puesto en marcha su ingenio y ha creado su propia “agencia de viajes low cost”. Desde allí nos invita a recorrer los destinos turísticos más emblemáticos, compartiendo anécdotas, curiosidades y secretos de cada cultura con su humor característico. Entre carcajada y carcajada, nos prepara para viajar sin movernos de la butaca, desmitificando lugares comunes y haciendo que incluso los destinos más trillados se sientan frescos y sorprendentes. Es un viaje cómico, lleno de ritmo y de observaciones sagaces, en el que Santi demuestra que la creatividad puede encontrar siempre la manera de reinventarse.
Rodríguez, ataviado con un colorido traje, tenía el listón muy alto tras grandes monólogos como “Infarto, no vayas a la luz” o “Como en la casa de uno, en ningún sitio”, y con esta nueva propuesta continúa la senda de este último, explorando el terreno de los viajes. Al igual que en sus anteriores trabajos, el cómico se muestra como un auténtico prestidigitador de la palabra, capaz de enlazar anécdotas sin perder el hilo, utilizando digresiones que le permiten desviarse de un tema y luego regresar al punto inicial con naturalidad. Contar historias le sale de forma innata y ahí radica su mayor virtud: conversar con el espectador como quien relata algo a un amigo. No es un monólogo destinado a provocar carcajadas estruendosas, pero sí mantiene una risa constante y cómplice y más de uno se verá reflejado en sus experiencias y reflexiones.
El viaje propuesto es como un billete sin límites: europeo, internacional… y con sorpresas que nadie te cuenta en las guías turísticas. Eso sí, todo viene “respaldado” con imágenes proyectadas en una pantalla trasera, no vaya a ser que alguien ponga en duda sus relatos… Empezamos de safari, donde los animales parecen tener más personalidad que algunos turistas. Luego pasamos un poco de frío, aunque rápidamente se nos quita si logramos salir del país. Por el camino nos atacarán animales voladores de forma inesperada —sí, de esos que te hacen saltar—, aunque luego podremos descansar en complejos turísticos que parecen sacados de un catálogo de lujo. Habrá excursiones, gastronomía para todos los gustos (y para todos los estómagos valientes) e incluso tiempo para bailar como si nadie nos mirara. Todo esto en hora y media de risas, golpes de realidad exagerados y anécdotas que te hacen asentir pensando: “¡Sí, me ha pasado exactamente lo mismo!”.
Como ya nos tiene acostumbrados, el frutero más famoso de la televisión mezcla bromas con comparaciones ingeniosas, juegos de palabras y dardos envenenados dirigidos a figuras conocidas del panorama político. Tranquilos, nadie se salva: los golpes de humor van en todas las direcciones, siempre con su característico ingenio y ritmo que mantienen al público pendiente de cada giro y comentario. Y casi sin que nos demos cuenta, Santi desliza una reflexión sobre la naturaleza humana y, más en concreto, sobre la del español medio, ese empeñado en contar con todo lujo de detalles su viaje para que nadie lo pase por alto. Una sátira costumbrista que arranca sonrisas cómplices porque, en el fondo, todos conocemos a alguien así… o si no, quizá ese alguien seas tú.
El broche final llega con una reflexión en clave poética y esperanzadora que merece ser enmarcada. Más allá de las bromas y las anécdotas, Santi nos recuerda que la vida es un viaje en el que cada uno debe elegir con cuidado a sus compañeros de ruta, porque ahí reside gran parte de la experiencia. Un mensaje luminoso que invita a seguir luchando, no rendirse y disfrutar del trayecto con quienes realmente valen la pena.





