¿Quién dijo que el circo es solo para Navidad? El Gran Circo Acrobático de China rompe con esa idea en el Teatro EDP Gran Vía, donde se presenta del 27 de agosto al 7 de septiembre. Más que un entretenimiento pasajero, ofrece un viaje sensorial en el que la tradición milenaria se funde con la innovación escénica. Su elenco, integrado en gran parte por medallistas olímpicos y artistas procedentes del Cirque du Soleil, eleva cada número a un nivel de excelencia con acrobacias imposibles, coreografías milimétricas y un diseño visual deslumbrante. El resultado es un espectáculo capaz de transformar cada acto en un instante de asombro y emoción perdurable.
Como ocurre en prácticamente todas las grandes producciones, ya no basta con una propuesta novedosa: el espectador busca vivir una experiencia completa y conectar emocionalmente con ella. Aquí, ese hilo conductor lo proporciona la historia de un niño soñador que, tras caer al mar, es rescatado por un hada fénix. Juntos emprenden un viaje por un mundo de fantasía poblado de palacios deslumbrantes, jardines mágicos, aves cantoras y payasos traviesos, donde la maravilla convive con la sombra del mal. La tensión narrativa se intensifica hasta un clímax emotivo en el que el sacrificio y la lucha contra la obscuridad ponen a prueba la valentía de los protagonistas. El desenlace, con el renacer del fénix y la unión final con el niño, cierra un relato que guía cada acrobacia y coreografía, transforma la destreza técnica en emoción palpable y convierte la fantasía en una vivencia compartida con el público.
El arranque es emotivo y evocador, de altura tanto literal como simbólica. Las acrobacias aéreas alcanzan cotas impresionantes, combinando riesgo, elegancia y un virtuosismo deslumbrante, mientras la coreografía transmite una sensibilidad que supera la destreza física. Cada giro y salto parece suspendido en el tiempo, generando imágenes de gran belleza capaces de captar la atención y despertar el asombro del espectador. A lo largo de las dos horas, también encontramos otros números de contorsionismo aéreo realizados con telas y un único punto de apoyo, ejercicios extremadamente peligrosos con una dosis extra de tensión y admiración.
El espectáculo no se limita a las acrobacias aéreas. En el suelo, se combinan contorsión y precisión en ejercicios asombrosos por su control y delicadeza, sin desvelar los detalles que los hacen únicos. La fuerza también tiene cabida, como demuestra un trío de artistas que, sin ningún elemento adicional más allá de sus propios cuerpos, ejecuta un número impactante y perfectamente sincronizado. Estos momentos muestran la versatilidad de la propuesta, donde la técnica más exigente se pone al servicio de la emoción y la belleza escénica.

El malabarismo aparece tanto en números individuales como conjuntos, mostrando una combinación impecable de coordinación, ritmo y destreza. Las pelotas vuelan y giran con precisión milimétrica, mientras los más de quince artistas se mueven con fluidez y seguridad, transformando cada lanzamiento y atrapada en un instante de elegancia rítmica y coordinada. Junto a estos ejercicios destaca también un número con sombreros, de los más vistosos de la noche, donde el trabajo en equipo vuelve a ser fundamental. Además, el diábolo se introduce en otra sección, con movimientos rápidos, giros imposibles y precisos lanzamientos que muestran la destreza individual y colectiva de los artistas. Todos estos elementos, culminan en secuencias que desafían la coordinación y la creatividad, alcanzando un nivel que hace honor a la frase “lo más difícil todavía”.
¿Qué sería un circo sin su payaso? La mímica ocupa un lugar central, involucrando al público y generando momentos de humor y complicidad que equilibran la intensidad de las acrobacias. Además, el clown sorprende con un número de rola bola combinado con malabarismo, demostrando un equilibrio y una coordinación excepcionales sin perder la comicidad, aportando una dimensión técnica que enriquece la propuesta.
Otro instante deslumbra por su originalidad y precisión: la rueda Cyr. El artista se mueve dentro de la estructura circular ejecutando giros continuos, con movimientos que recuerdan a una danza acompasada, mientras alterna posiciones de gran fuerza, equilibrio y control del cuerpo. En otras secuencias se agarra y extiende las piernas en poses dinámicas, simula el giro de una moneda o dibuja círculos sobre el suelo siguiendo el borde de la rueda. También realiza maniobras desde el centro de la estructura y movimientos en los que la rueda se desplaza de manera independiente, regresando al artista con exactitud como un juego de precisión calculada.

Uno de los números más impactantes reúne saltos sobre balancines ejecutados con un control impecable y acrobacias que parecen desafiar la gravedad. En algunos momentos, los artistas incorporan el pogo circense, añadiendo un plus de dificultad y riesgo a cada giro y salto. La fuerza de cada impulso y la coordinación milimétrica entre los intérpretes transforman la técnica más exigente en pura emoción. En la misma línea, otro acto sorprendente propone atravesar un aro dispuesto con distintos niveles de dificultad. Cada salto exige un cálculo exacto de fuerza, ángulo y tiempo, combinando destreza y valentía para superar los obstáculos. La precisión de los movimientos y la perfecta sincronización convierten esta secuencia en un ejercicio de riesgo medido y virtuosismo, que mantiene la tensión y el asombro de principio a fin.
La música sirve de acompañamiento en todo momento, potenciando las acrobacias y aportando tensión en los momentos más intensos. Con un uso delicado de la música incidental, cada pieza refuerza la narrativa y resalta la belleza de los números. Desde los movimientos más sutiles hasta los saltos y giros más arriesgados, la iluminación realza cada instante, jugando con sombras, focos y colores para acentuar altura, peligro o delicadeza según convenga, mientras que el vestuario, de inspiración oriental, aporta estética y participa activamente en algunos números, acompañando giros y coreografías con dinamismo. Juntos, estos elementos técnicos construyen un ambiente envolvente que convierte la función en un espectáculo multisensorial, sumergiendo al espectador en una experiencia completa e inolvidable.





