Dicen que las amigas de verdad te aceptan sin filtros… aunque, si un día deciden sincerarse hasta las últimas consecuencias, quizá lo mejor sea buscar la salida de emergencia. En los Teatros Luchana, cinco mujeres han optado por abrir ese melón en directo y sin anestesia. ¿Sobrevivirá su amistad a una sinceridad tan poco prudente? Pasen, que esto promete.
Una mujer ultima los preparativos de la fiesta por su cincuenta cumpleaños, una noche especial en la que se reencontrará con sus cuatro amigas más cercanas, esas que le sostienen el ánimo, le iluminan la rutina y le recuerdan quién es. A las puertas de este nuevo capítulo vital, surge la duda: ¿son amigas por todo lo que se cuentan… o por lo que prefieren callar? Para enfrentar esa incógnita decide introducir un “externo”, una inteligencia artificial que plantea distintos escenarios hipotéticos capaces de poner al límite cualquier vínculo. Lo que empieza como un juego inocente abre la puerta a verdades incómodas, revelaciones inesperadas y emociones que ninguna había previsto. Las consecuencias pueden ser mínimas… o cambiarlo todo.
El punto de partida de la trama no destaca por su novedad: un grupo de amigas se reúne para celebrar un cumpleaños, un inicio que hemos visto en infinidad de relatos. Pero eso, al final, es lo de menos. Lo verdaderamente interesante es cómo el libreto de Ana Rivas convierte esta reunión en un laboratorio de amistad y sinceridad. Su libreto va directo, sin concesiones: aborda sexo, masturbación, deseos e identidades sexuales con humor mordaz y natural, mostrando a cinco mujeres con conflictos reconocibles —ansiedad, inseguridad, nostalgia— que se enfrentan a verdades cotidianas. La risa surge tanto de la forma como del contenido y la interacción con el público refuerza la sensación de complicidad, como si todos fuésemos parte de esa intimidad. Es una comedia para reír de principio a fin, pero también para reflexionar sobre lo que callamos, lo que confesamos y cómo la verdad puede transformar las relaciones que parecen inquebrantables.
La presencia de la inteligencia artificial añade un giro sorprendente al libreto. Lejos de ser un simple recurso tecnológico, Rivas lo introduce como un espejo que proyecta escenarios alternativos y versiones distintas de la verdad, permitiendo explorar cómo reaccionarían las amigas ante confesiones inesperadas. Este dispositivo contrafactual abre múltiples posibilidades, enriquece la narrativa y profundiza en los personajes sin romper la coherencia dramática, cansar o tensar el debate. Al contrario, acrecienta la reflexión sobre los límites de la sinceridad, los secretos que guardamos por miedo o cariño, la complejidad de las relaciones de amistad, las decisiones que tomamos y sus consecuencias, así como la manera en que nos aceptamos y nos mostramos en nuestras identidades más íntimas.

La dirección de Gabriel Olivares funciona como un pegamento invisible que hace que la comedia vuele y aterrice con gracia en el corazón del público. Con su sello de siempre —un pulso casi cinematográfico que ya brilló en éxitos como “Burundanga” y lo sigue haciendo con “La madre que me parió”— transforma el texto de Ana Rivas en una máquina de precisión: diálogos que chispean, transiciones que borran la línea entre lo cómico y lo crudo y un uso magistral del espacio escénico que dispara las confesiones directo a la platea. Bajo su batuta, las protagonistas se muestran libres y naturales, rompen la cuarta pared en los momentos justos para involucrar al público y refuerzan la complicidad, haciendo que en cualquier instante parezca que la escena podría señalarte a ti y preguntar: “¿Y tú qué escondes, guapa?”.
El reparto está totalmente entregado a la causa. Cinco actrices sembradas, cada una con su propia idiosincrasia y su manera de ver el mundo pero sin caer en la exageración. Melani Olivares da vida a Eva, el centro neurálgico de la historia. Abogada hecha y derecha, segura en lo profesional, acumula dudas, secretos y curiosidades que la vida le ha ido dejando. Olivares, en estado de gracia, interpreta a su personaje con una entrega directa y transparente: combina fuerza, humor y una vulnerabilidad que aflora con sinceridad y credibilidad. Esther Rivas es Ángeles, un alma libre y directa dentro del grupo. Alegre y jovial, a veces busca llamar la atención para sentirse valorada. La actriz imprime al personaje frescura y espontaneidad, con un humor y ternura percibidos de forma natural.
Mariona Terés encarna a Lola, la más brusca y lenguaraz. Sus intervenciones caen como pequeñas bombas en mitad de la conversación, siempre con una energía desarmante. Bajo esa coraza desafiante asoma un corazón enorme, y la actriz sabe revelar esa sensibilidad en destellos precisos, sin perder el humor ni la fuerza que definen al personaje. Estefanía Rocamora interpreta a Almu, una mujer sensible que ha vivido entre lujos y fama hasta que su divorcio cambió su vida. Anticuaria y madre, combina un punto de extravagancia con una visión desenfadada de las cosas. De su actuación fascina cómo rompe la acción en los momentos justos, introduce digresiones y logra que cale la falta de interés o desconexión que siente el personaje. Por último, Rafaela Rivas da vida a Inma, una mujer que aparenta tener la vida perfecta, aunque bajo esa fachada se esconden miedos, inseguridades y ansiedad constante. Casada, madre y cuidadora de su propia madre, se mueve entre la ilusión de control y la realidad de sus conflictos internos. Sus intervenciones revelan momentos de pasión y cariño sin maldad, combinan humor y autenticidad y muestran toda la profundidad de su papel.
En definitiva, una comedia sólida, honesta y muy bien resuelta que cumple con creces: hace reír de principio a fin y, de paso, deja reflexionando sobre secretos, sinceridad y complicidad entre amigas mucho después del aplauso final. Una propuesta redonda que justifica sin duda la visita a los Teatros Luchana.
Libreto: Ana Rivas
Dirección: Gabriel Olivares
Reparto: Melani Olivares, Mariona Terés, Esther Rivas, Estefanía Rocamora y Rafaela Rivas
Producción: Antonio Tejero
Escenografía: Anna Tusell
Iluminación: Carlos Alzueta
Fotografía: Cuco Cuervo





