En el Teatro Fernán Gómez se representa hasta el 26 de octubre “American Buffalo”, uno de los textos más emblemáticos de David Mamet. La grandeza de este reciento, en sentido literal y metafórico habituado a alternar clásicos y propuestas de riesgo, se convierte en el marco idóneo para revisitar esta obra áspera, cargada de diálogos sincopados y tensiones soterradas, que desnuda la ambición, la traición y la fragilidad de las relaciones humanas.
La acción transcurre en una ruinosa tienda de segunda mano en Chicago, un espacio atiborrado de objetos inútiles que simbolizan vidas a medio camino entre la ruina y la supervivencia. Don (David Lorente), su propietario, descubre que ha malvendido una valiosa moneda de colección y, movido por la frustración y la codicia, planea recuperarla. Para ello confía en Bobby (Roberto Hoyo), un joven ingenuo y leal, y en Teach (Israel Elejalde), un amigo impulsivo y paranoico que pronto transforma la operación en una confrontación de egos, sospechas y traiciones. Lo que parecía un simple golpe se convierte en un campo de batalla verbal donde la avaricia, la desconfianza y la vulnerabilidad de los vínculos emergen con crudeza.
David Mamet (“Muñeca de porcelana”, “Oleanna”, “La culpa”) ocupa un lugar privilegiado en la dramaturgia contemporánea porque supo capturar, con un bisturí verbal inconfundible, la fractura del sueño americano. Este trabajo es uno de los pilares de su mirada escénica: un teatro donde la acción se desplaza de lo físico a lo psicológico, donde cada diálogo encierra un pulso de poder y donde la verdad de los personajes se revela más en sus silencios y repeticiones que en los grandes gestos.
El universo mametiano está habitado por perdedores que, sin embargo, buscan desesperadamente una victoria, aunque sea mínima: un trato cerrado, un golpe bien planeado, una moneda recuperada. Don, Teach y Bobby son tres caras de esa derrota anunciada. En ellos, Mamet disecciona la masculinidad herida, la amistad atravesada por el interés y la soledad de quienes intentan encontrar un lugar en un sistema que los margina. El resultado es un teatro de tensión constante surgido del propio lenguaje. No son las acciones externas las que generan conflicto, sino la forma en que los personajes se interpelan, interrumpen y contradicen. Cada palabra actúa como un movimiento estratégico, cargado de violencia latente, mientras que los silencios y pausas funcionan como territorios de incertidumbre que acrecientan la incomunicación.
“American Buffalo” es un drama con destellos de comedia, tan cercano al espectador español como la tradición de la tragicomedia. La traducción de Borja Ortiz de Gondra potencia este latido. No se limita a trasladar las palabras de 1975, sino que actualiza la respiración del texto sin traicionar su origen. Su trabajo rescata la oralidad cortante, el habla quebrada y sincopada que caracterizan a Mamet, logrando que las frases resuenen en castellano con la misma inmediatez y violencia con la que nacieron en Chicago. El mérito es doble: hace accesible al público de hoy un texto que, pese a haber sido escrito hace medio siglo, conserva intacta su vigencia porque habla de temas tan reconocibles en la Norteamérica de los setenta como en la España actual.

Ignasi Vidal (“El Plan”, “Roca Negra”, “La ratonera”) mantiene esa intensidad sin suavizarla, logrando que los miedos, obsesiones y contradicciones de los personajes se perciban con claridad y fuerza. Bajo su dirección, el libreto deja de ser solo texto recitado; se siente y la lucha de los personajes por un espacio en el mundo se vuelve casi tangible. Por tópico que parezca, la obra deja en los actores toda la fuerza: cada palabra, pausa y gesto recaen sobre ellos, convirtiéndose en un desafío interpretativo de enorme dificultad.
En la tienda de segunda mano, Don representa la experiencia frustrada y la prudencia de quien ha vivido demasiado. Es un hombre que conoce sus limitaciones, pero que conserva una especie de dignidad aferrada a pequeñas victorias cotidianas. La interpretación de David Lorente logra transmitir esa mezcla de cansancio, vigilancia constante, miedo a ser traicionado y necesidad de control. Para ello no recurre a la exageración ni al histrionismo; su presencia transmite credibilidad y hace que el espectador perciba a un hombre atrapado entre la prudencia pusilánime y la desesperación.
Por su parte, Teach es el volcán de la obra: impulsivo, violento y temperamental, un charlatán y buhonero cuya paranoia gobierna gran parte del drama. Israel Elejalde transmite con precisión ese nerviosismo latente: teme ser excluido, que no lo tomen en serio, se rían de él o lo consideren un fracasado. Cada intervención suya estalla con fuerza sin perder la credibilidad psicológica y mantienen constantemente a Don y Bobby a la defensiva. Teach se convierte así en el motor de la obra, un personaje donde agresividad y vulnerabilidad se entrelazan en un equilibrio que mantiene al respetable en alerta.
Bobby es el más joven e ingenuo del trío, movido entre la lealtad y la inseguridad, casi a merced de los otros dos. Roberto Hoyo proyecta de manera certera esa mezcla de vulnerabilidad y esperanza contenida, convirtiéndolo en el contrapunto emocional de Don y Teach. Este joven director y talentoso actor aporta frescura y humanidad a la obra y sus reacciones frente a la codicia y el caos que lo rodean permiten al espectador percibir, con claridad, los conflictos internos y la delicada dinámica que sostiene al grupo. La suma de Lorente, Elejalde y Hoyo eleva a Don, Teach y Bobby a un retrato de humanidad rota, donde los asistentes quedan atrapados en un juego psicológico tan incómodo como fascinante.
El trabajo escénico de David Pizarro y Roberto del Campo convierte la tienda de segunda mano en un reflejo de los personajes: desordenada, viva y cargada de historias, un espacio donde las acciones y desplazamientos parecen reverberar en el aire. La iluminación de Felipe Ramos añade profundidad y dimensión: las sombras se arrastran como entes latentes y los focos delinean rostros y objetos con precisión, acentuando los matices de la interpretación y la carga emocional que atraviesa toda la pieza.
Autor: David Mamet
Traducción: Borja Ortiz de Gondra
Dirección: Ignasi Vidal
Reparto: Israel Elejalde, David Lorente y Roberto Hoyo
Productor ejecutivo: Maxi Martínez
Escenografía y utilería: David Pizarro y Roberto del Campo
Iluminación: Felipe Ramos
Vestuario: Sandra Espinosa
Música: Marc Álvarez
Director Creativo: Ángel Viejo
Directora de producción: Nuria Chinchilla
Audiovisuales: Stefano di Luca
Producción: Showprime
Distribución: Karma Distribución






