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Año VIIINúmero 374
15 OCTUBRE 2024

666: La ejecución cómica de Yllana

La Bestia ha llegado a los escenarios de la capital con su número más terrible; terriblemente divertido. El apocalipsis humorístico está cerca y es tarde para remediarlo. Los elegidos ya han sido seleccionados. Salir vivos del corredor de la muerte será tan complicado como intentar darse de baja de una compañía. Si desean asistir a la sentencia final deben visitar el Teatro Infanta Isabel.

La compañía de humor más irreverente de nuestro país regresa con un espectáculo fuera de lo común en el 25 aniversario de este. Estoy convencido de que tanto seguidores como iniciados en el humor han oído hablar o han presenciado algunas de las producciones de Yllana, como PaGAGnini, The Opera Locos o The Primitals. Todo un despliegue de humor gestual reconocido con innumerables premios y lo que es más importante, el cariño y el respeto del público. En esta ocasión se enfundan los trajes de reos y deberán convivir entre ellos, con la presencia de los guardias, mientras padecen catastróficas, incontrolables y disparatadas desdichas convirtiendo el corredor de la muerte en un improvisado infierno.

Resulta relevante que el estreno de este espectáculo se produjera a finales del siglo anterior (1998) y supuso el trampolín al éxito al situarse como creadores de otro tipo de espectáculos humorísticos. Esta es la primera virtud del libreto dirigido por David Ottone que aún con el paso de los años muchas de las reflexiones implícitas, y no tan implícitas, siguen estando sobre la palestra; como la pena de muerte, el papel de la Iglesia, las relaciones sexuales y demás temas con múltiples reflexiones que se las dejo al respetable. Por no hablar de la dictadura de lo políticamente correcto, o de los límites del humor. Todo ello, según la compañía, para mostrar, sin palabras, el lado más obscuro y siniestro del ser humano.

La construcción de este tipo de propuestas humorísticas me parece de una complejidad mayúscula, pues resulta muy complicado plasmar en un libreto una sucesión de escenas cómicas hiladas sin apenas texto; donde la comunicación, tanto por parte de los actores como del público, se produce a través de la mímica. Aquí radica la principal diferencia; pues mientras otras propuestas o productoras se nutren de este tipo de humor clown, Yllana lo basa todo en él, dándole una organización, coherencia y sentido propios. A esto le suman una relación de complicidad con los presentes, interactuando constantemente con ellos e invitándoles, incluso, a subir a escena convirtiéndose en una vía de escape y oxigenación de estos peculiares convictos.

Provocadores, irreverentes, desvergonzados, anárquicos, gamberros… Adjetivos usados por la crítica y el público para definir sus trabajos. En este en concreto, además de lo anterior, predomina el humor negro con hegemonía de contenido sexual. Una propuesta muy rompedora, teniendo en cuenta la fecha de estreno, de la que todavía hoy algunos se escandalizarían, pero que define muy bien la tendencia y continuidad de la compañía. El principal miedo en los primeros compases del espectáculo era que la temática se comiera al relato y pudiera caer en lo obsceno; pero de ningún modo ocurre. El texto es fluido y las diferentes situaciones en las que se desarrolla la obra, además de ser rocambolescas y desatar la carcajada del espectador, tienen un sentido y complementan las anteriores. A su vez, la dirección de David Ottone, potencia el buen hacer de los actores y demuestra el gran y arduo trabajo que hay detrás de números aparentemente sencillos donde parecen estar dominados por la improvisación. Es complicado quedarse con alguno en concreto, pero tanto el de la silla eléctrica, la guillotina o el de la cuerda, sello propio que no podía faltar, son sensacionales. Por no hablar del apoteósico final con extensiones de los miembros incluidas.

El activo central de Yllana recae en la calidad artística de sus integrantes. Fidel Fernández, Raúl Cano Cano, Juanfran Dorado, Jony Elías y Juan Francisco Ramos, en alternancia, realizan un trabajo encomiable, difícil de superar. Como ya he mencionado, su única forma de comunicación es a través de la mímica que saben explotar al máximo, mediante una gestualidad facial y corporal desbordante. Sin desvelar nada, el sujeto –activo y pasivo– de todas las perrerías es Raúl Cano, cuya timidez y bonhomía contrastan con la maldad y psicopatía de sus compañeros, al que le harán su estancia en prisión una condena mayor. Eso sí, para el deleite de los presentes que estoy seguro no pararán de reír y quizá empatizar con algunos de estos especímenes.

Como también nos tienen acostumbrados, los efectos de luces y sonidos juegan un papel esencial en el trascurso de la representación, al aclarar y potenciar las acciones de los protagonistas, siendo una muestra más del profundo trabajo de investigación y de la renovación constante para afrontar nuevos retos. La construcción escenográfica es perfecta y recrea a la perfección el interior de una cárcel con muy pocos elementos en escena, pero los suficientes para el desarrollo de la acción.

Yllana nos invita a entrar en este macabro y desternillante mundo, donde no hay salvación alguna para nadie. Ni siquiera para el espectador.

 

Idea Original, Autor: Yllana

Dirección: David Ottone

Reparto (en alternancia): Fidel Fernández, Raúl Cano Cano, Juanfran Dorado, Jony Elías, Juan Francisco Ramos

Escenografía: Juan F. Ramos, José M. Ramos, Manolo Molas

Diseño de iluminación: Juan Ramos

Diseño de sonido: José Armando Ruiz, Pelayo Gutiérrez

Vestuario: Teresa Rodrigo

Atrezzo: Pablo Pérez, Pablo Camuñas, Sebastián Sánchez, Fernando Andrés, José M. Ramos

Iluminación y Sonido: Miguel Ángel García Rosa

Regidor: Fran Álvarez

 

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