Madrid se prepara para dejarse seducir por “The Lovers”, el audaz y electrizante espectáculo de Roma Calderón, que aterriza en La Mari Queen antes de su esperada gira por Barcelona. Humor descarado, música en vivo y una estética pin-up se combinan para envolver al público en un cabaret contemporáneo lleno de energía, provocación y diversión sin límites.
Desde el primer acto, arranca como un torbellino de amor, locura y desparpajo. La juventud se muestra en todo su esplendor: ingenua, impaciente y lista para comerse el mundo, aunque a veces reciba unas buenas bofetadas del destino… y sonrisas cómplices de lo que no sale como esperaba. En el segundo acto, la protagonista se suelta de verdad: amantes clandestinos, experimentos imposibles y pequeñas travesuras que la ayudan a descubrir quién es y qué diablos quiere. Y finalmente, tras años de tropiezos y aciertos, la mirada es más astuta, pero la diversión sigue intacta: mantener el instinto alerta, anticiparse a los errores y, sobre todo, no dejar de jugar con el amor y con la vida, siempre con irreverencia y sin pedir permiso.
La noche arrancaba con fuerza y un lleno absoluto: una audiencia completamente entregada, rostros conocidos y un ambiente perfecto para la diversión y el desenfreno. La encargada de abrir fuego fue Tabi Gallard, cabaretista de referencia con trabajos en teatro y cine. Con su estilo directo y sin filtros, calmó los nervios y murmullos iniciales. Y, durante el descanso, nos regaló una pieza al saxofón que dejó claro que veníamos a ver espectáculo… y espectáculo íbamos a tener.
Con estos prolegómenos llega, con permiso de Chanel, la mami, la reina, la dura de la noche: Roma Calderón. Su entrada no solo incendia el escenario, también reivindica un arte con historia. Porque aunque a muchos les pueda sonar moderno o rompedor, el cabaret lleva años —muchos— removiendo conciencias y levantando pasiones, a veces incluso desde la clandestinidad. Este género siempre ha sido un refugio para lo irreverente, un espacio donde se puede jugar con los límites, mezclar humor y provocación y decir verdades con una sonrisa pintada y una copa en la mano.
Roma Calderón recoge todo ese legado y lo pone patas arriba con su sello personal: una mezcla de picardía, talento y desparpajo. Su “The Lovers” es puro cabaret del siglo XXI: visualmente arrebatador, musicalmente juguetón y emocionalmente imprevisible. Pero no se queda solo en la provocación o en el show bien hecho: es la creadora del llamado Nu-Cabaret, una versión contemporánea y de autor del género que combina comicidad, sensualidad, crítica y una buena dosis de teatro performativo. Aquí todo pasa por sus manos: la dirección, la dramaturgia, la música, las coreografías, el vestuario… un universo propio donde lo clásico y lo moderno conviven con absoluta naturalidad. De hecho, su estética pin-up no es solo una cuestión de estilo, es una declaración de intenciones: libertad, humor y deseo como bandera.

Si algo domina esta mujer es el arte de conectar. Desde el minuto uno rompe la cuarta pared sin pedir permiso y se mete a los asistentes en el bolsillo con una mezcla explosiva de carisma y desparpajo a pecho descubierto —sí, en sentido figurado, malpensados—.No hay distancia posible: canta, baila, improvisa y provoca con la misma naturalidad con la que alguien cuenta una buena anécdota entre amigos. Su humor está lleno de comparaciones ingeniosas, juegos de palabras y pequeños sketches que convierten cada escena en un número distinto, imprevisible y divertidísimo. Es una artista polivalente en toda regla: actriz, cantante, show-woman y hasta cómica, capaz de pasar del desenfreno a la ternura en cuestión de segundos. Y todo con una energía arrolladora que contagia hasta Manu Castillo, el fotógrafo encargado de inmortalizar todos los momentos.
Algunos podrían pensar que esto va de diversión y puro culto al cabaret… o, peor aún, que la también licenciada en Arte Dramático en Centro Andaluz de Teatro, basa su espectáculo únicamente en el desparpajo —que lo tiene, y a raudales–. Pero estarían muy equivocados. “The Lovers” también es psicología, profundidad y reflexión. Como ella misma dice, hemos estado expuestos a una auténtica “reprogramación mental”, o lo que es lo mismo: un buen lavado de cerebro de toda la vida. ¿Culpables? Muchos, empezando por la idealización de las relaciones de las películas de Disney. Pero para eso está ella, para desmontarlas pieza a pieza y devolvernos una mirada más real, libre y divertida.
Entre risas y canciones, también hay espacio para hablar de amor y de sexo sin tapujos: de la soltería y sus luces, del matrimonio —esa palabra maldita— y de la etapa del experimento constante, donde nadie tiene muy claro lo que busca. Todo aderezado con ejemplos prácticos para ligar, guiños al público y ese toque entre pícaro y terapéutico que convierte cada confesión en pura complicidad escénica. Y sin que nadie se dé cuenta, pero con toda la intención, “The Lovers” se convierte también en una defensa de la libertad en todas sus formas: del feminismo, del colectivo LGTBIQ+ y del derecho a ser, sentir y disfrutar sin etiquetas ni juicios. No hay panfleto ni sermón, solo un recordatorio de que esa libertad también se celebra bailando.
La puesta en escena es tan precisa como salvaje. Todo parece fluir sin esfuerzo, pero detrás hay una orfebrería escénica impecable. Roma juega con el looper como si fuera una extensión de su propio cuerpo: graba, repite, distorsiona y transforma su voz para crear paisajes sonoros en directo, una especie de orquesta unipersonal donde cada capa suma ritmo, tensión y comedia. Ataviada con corsés que realzan su figura, enseña tanto sus bragas como su alma, combinando sensualidad y vulnerabilidad con total insolencia. Y cuando los números son puramente musicales, su voz brilla: dulce, potente, divertida o sensual según pida la escena, sin perder ni un ápice de fuerza. A su lado, el trabajo de Marc Isidro es pura complicidad: efectos sonoros, luces y sonido en sala responden al milímetro, reforzando cada giro del guion y amplificando el magnetismo de la artista sin robarle protagonismo.
Y así, entre risas, canciones, guiños cómplices y un descaro contagioso, “The Lovers” se convierte en algo más que un espectáculo: es un recordatorio de que cada experiencia nos ha traído hasta aquí. Sin desvelar demasiado, el show deja un mensaje claro y poderoso: todo lo que hemos vivido, bueno o malo, nos ha formado, nos ha hecho más fuertes y nos permite seguir adelante. Y cuando la última nota suena y las luces bajan, uno se marcha con la sensación de haber participado en algo más grande que un cabaret: una celebración de la vida, del amor y de la libertad.





