La producción argentina, estrenada el pasado mes de junio, forma parte de Canal Hispanidad y se exhibirá en la Sala Roja Concha Velasco
Protagonizada por Joaquín Furriel, la versión del director español parte del hallazgo en un aparcamiento de los restos del rey inglés que gobernó el país durante dos años hasta su muerte en 1485
Bieito construye una disección del turbulento y breve reinado del monarca, y de la maldad humana que forma parte de nuestra naturaleza biológica y psicológica
William Shakespeare escribió Ricardo III entre 1591 y 1592, cuando el dramaturgo tenía 28 años. Su personaje, un tirano ávido de poder, está tomado del rey que gobernó el país durante menos de un bienio y murió en combate en 1485 a los 32 años, después de haber usurpado el trono de Inglaterra tras una lista interminable de intrigas y crímenes.
Ricardo III es uno de los grandes villanos creados por Shakespeare, un ser de magnetismo diabólico convertido en mito teatral. Su deformidad física no es obstáculo para su ambición de lograr el reinado, en un recorrido plagado de traiciones y asesinatos. En la obra, estructurada a partir del monarca, centro vital y activo del que dependerá toda la acción, Shakespeare advierte acerca de los peligros de la ambición y el poder, pone en evidencia los alcances del arte de la manipulación y reflexiona acerca de la oposición entre destino y libre albedrío.
El montaje estrenado en Argentina ha supuesto el reencuentro entre Calixto Bieito y Joaquín Furriel, que ya habían trabajado juntos en una versión de La vida es sueño de Calderón de la Barca de 2010. El director español, radicado en Suiza, parte para su adaptación del descubrimiento en 2012 en un aparcamiento de Leicester, de los restos de Ricardo III, autentificados mediante el ADN de sus descendientes.
A partir de este suceso, Bieito construye La verdadera historia de Ricardo III, una disección, no solo del turbulento y breve reinado del monarca, sino también de la maldad humana que, consciente o inconscientemente, forma parte de nuestra naturaleza biológica y psicológica.

Según reflexiona el director español, “en las historias de los reyes de Shakespeare aparecen la violencia, el odio, la corrupción, la reflexión, la madurez, el desasosiego, la incertidumbre, la ira, la piedad… Muchas veces me pregunto qué haríamos sin estos cuentos, cómo podríamos explicarnos. Utilizar cuentos, relatos antiguos, narraciones de ciencia ficción, nos ayuda. Me resulta muy difícil y no creo que lo logre, pero intento entender un mundo donde las personas, la política, la cultura y la tecnología están completamente entrelazadas. Shakespeare lo entendió muy bien. Mientras tanto, los círculos de la historia giran y giran. La brutalidad y la angustia acompañan a la humanidad desde los inicios”.
La puesta escénica de Bieito tiene algo de experiencia performativa, expresada en la escenografía de Barbora Haráková Joly que sitúa en lo alto, presidiendo la escena, un automóvil; en el universo sonoro de Janiv Oron; en la iluminación de Omar San Cristóbal y el propio Bieito; en los efectos visuales y la versión libre que ha escrito Adrià Reixach y el vestuario de Paula Klein.
“Con una actuación extraordinaria, Joaquín Furriel sostiene y guía la puesta desbocada de un clásico”, señalaba la crítica del diario argentino La Nación a raíz del estreno de este montaje.
Por su parte, la crítica del periódico Página 12 resalta que “la complicidad que Ricardo establece con el público, los modos de comentar sus hazañas, su habilidad para engañar, convencer, mandar a matar y deshacerse de sus sicarios, para hacer de todos los personajes instrumentos de su maldad, permite pensar los modos en que los pueblos responden, acompañan y estimulan a los tiranos, festejan sus fechorías y consienten identificarse con ese ser minusválido que disfruta de su revancha”.
Por último, para la crítica del diario digital argentino Infobae la puesta en escena de Calixto Bieito “plasma sobre el escenario la esencia de Ricardo III: la construcción de la historia, la arquitectura del poder y la naturaleza criminal del mal y su inevitable consecuencia, el horror.”







