¿Qué pasaría si una simple gotera en el techo desencadenara algo mucho más grande de lo que imaginas? “Goteras”, propuesta veraniega del Teatro Bellas Artes, parte de un incidente cotidiano para abrir una puerta insospechada hacia el tiempo, la identidad y las decisiones que marcan una vida. Una comedia tan original como cercana, que convierte lo doméstico en punto de partida para lo extraordinario.
La trama hace honor a su título: todo comienza con una gotera, pero pronto las fisuras alcanzan mucho más que el techo. Toni (Gonzalo Ramos), un joven dramaturgo con un futuro prometedor, se topa una noche cualquiera con un incidente que lo cambiará todo. Su vecino (Fernando Albizu) resulta ser él mismo treinta años más tarde y las cosas en el futuro no han salido como imaginaba. Juntos, intentarán modificar en el presente aquello que ha fallado, en busca de una versión mejorada. Una comedia ágil, sorprendente y cargada de ingenio que, entre risas, plantea una gran pregunta: si pudieras cambiar tu destino… ¿lo harías?
La dramaturgia, obra de Marc G. de la Varga, se distingue por su audacia estructural y conceptual. Este espectáculo ya merece la pena solo por atreverse a explorar un género poco habitual en el teatro como es la ciencia ficción, además de hacerlo de manera efectiva y con un resultado sobresaliente que combina entretenimiento y reflexión.
Además, la dramaturgia utiliza con gran eficacia la multiplicidad de personajes y temporalidades, generando una sensación de fluidez y dinamismo que envuelve al espectador en una experiencia inmersiva. La estructura no lineal permite recorrer distintas versiones de la vida de Toni, invitando a cuestionar conceptos existenciales como el destino y el libre albedrío. A través de la dinámica de ensayo y error, la dramaturgia construye un ritmo vertiginoso y acumulativo que refleja la naturaleza impredecible y caótica de la vida. Aunque este planteamiento podría derivar en una sensación de repetición por la sucesión de cambios y consecuencias, el buen hacer de G. de la Varga (“El niño de la tele”, “Tras la puerta”, “Pentateatre Atómico”) lo evita gracias a la cuidada evolución emocional del protagonista y a la precisión en la construcción de cada escena, manteniendo siempre vivo el interés y la tensión dramática.
El humor funciona como una herramienta clave para aliviar la gravedad del tema y acercar la reflexión sin imponerla, dotando a la obra de una ligereza que contrasta con la profundidad de sus preguntas sobre la aceptación de los errores, la imposibilidad de controlar el futuro y la sabiduría surgida del aprendizaje vital. “Goteras” plantea así una cuestión esencial: si realmente importa el final o cómo hemos llegado a él. Cada decisión, incluso la más pequeña o aparentemente insignificante, repercute en el devenir y en quiénes llegamos a ser. La obra pone en primer plano el valor del proceso, la importancia de asumir la responsabilidad de nuestras elecciones y el crecimiento de enfrentarnos a lo inesperado.
La dirección de Borja Rodríguez se revela como uno de los grandes aciertos de la función. Su intención era crear una “súper comedia” y lo ha conseguido con creces, al trasladar a escena la complejidad temporal y estructural del texto sin perder ni claridad ni ritmo. Mantiene al público constantemente inmerso en el viaje de la historia, combinando precisión técnica y libertad creativa, lo que favorece una interpretación natural y creíble. El también dramaturgo maneja con maestría el ritmo vertiginoso de la dramaturgia, dosificando pausas e intensidades para evitar la saturación. Las transiciones entre tiempos y espacios fluyen con organicidad, evitando la fragmentación narrativa y construyendo, en cambio, un relato continuo y envolvente. Potencia tanto el humor como la humanidad del texto, logrando que la comedia brille sin eclipsar los instantes de profundidad dramática. Su sensibilidad hacia el trabajo actoral se hace evidente, sacando lo mejor del trío protagonista —Fernando Albizu, Gonzalo Ramos y Gloria Albalate— y fomentando una química escénica que contagia energía y complicidad.

Gonzalo Ramos da vida a Toni, un joven dramaturgo en plena crisis existencial que marca el ritmo de la acción. Su interpretación combina naturalidad y precisión para transmitir la vulnerabilidad e inseguridad del personaje sin perder la determinación que impulsa su búsqueda de sentido. Este actor, participante en más de una veintena de series televisivas, logra dotar a Toni de una dimensión cercana y auténtica, facilitando así una conexión inmediata con el público. Además, domina con soltura el ritmo frenético de la obra, adaptándose con fluidez a los constantes cambios temporales y emocionales y modulando con acierto la intensidad entre la comicidad y la introspección, lo que da lugar a un protagonista complejo, creíble y en constante evolución.
Fernando Albizu encarna al Toni del futuro con una presencia escénica magnética y una vis cómica incontestable. Su trabajo destaca por el equilibrio entre el humor y la melancolía, logrando que este personaje, en principio más extravagante, adquiera profundidad emocional sin perder su capacidad para desdramatizar. Con una expresividad precisa y una economía de gestos muy eficaz, Albizu transmite tanto el desgaste del tiempo como la ternura de quien sigue buscando una segunda oportunidad. Su experiencia le permite habitar cada escena con soltura, sosteniendo el contraste generacional sin caer en la parodia y aportando, desde su veteranía, una capa de madurez que enriquece el conflicto central de la obra. Aunque su presencia es puntual, Gloria Albalate deja una huella clara en la trama gracias a una intervención cargada de carácter y fuerza escénica. Su aparición introduce un giro decisivo y aporta una energía nueva que sacude el relato, con una interpretación firme, directa y sin fisuras.
La construcción escenográfica de Luis Crespo recrea con minuciosidad el interior de un apartamento, convirtiéndose en un espacio funcional y verosímil facilitador del desarrollo de la acción. Destaca especialmente la escalera, un elemento que articula visualmente el espacio y refuerza la continuidad narrativa y la agilidad escénica, acompañando los saltos temporales con naturalidad. La música de Rafael Arnau subraya con discreción momentos clave, marcando transiciones y dando corporeidad a la gotera que lo desencadena todo. Por su parte, el diseño de iluminación de Juanjo Llorens subraya con precisión esos cambios de registro, haciendo tangible el paso del tiempo y contribuyendo a la atmósfera entre lo cotidiano y lo fantástico.
Autor: Marc G. de la Varga
Director: Borja Rodríguez
Reparto: Fernando Albizu, Gonzalo Ramos y Gloria Albalate
Diseño de iluminación: Juanjo Llorens
Diseño de vestuario: Mélida Molina
Escenografía: Luis Crespo
Música: Rafael Arnau
Espacio sonoro: Laparra
Ayudante de dirección: Pablo G. Boutou y Marta R. Sanz
Dirección de producción: Isabel Casares y Aníbal Fernández Laespada
Adjunta a la producción: María Fontcuberta y Marta Mardó
Oficina técnica: José Muñoz
Maquinaria especial FX: Margo González
Fotografía de escena: Danilo Moroni
Fotografía cartel y diseño: Javier Naval
Shooting: Antonio Moreno
Colabora en la distribución: MBdISTRIBUCIÓN
Una producción de MIC Producciones y Producciones 099






